Interior de la Cueva del Higerón, en Rincón de la Victoria

El hito que puso a las cuevas de Ardales y del Higuerón en el mapa del arte rupestre mundial

El 21 de noviembre de 1921 Henri Breuil publicó un estudio sobre las pinturas y grabados que tres años antes vio en ambas cavernas

Sábado, 20 de noviembre 2021, 00:48

Es un centenario con poco ruido mediático, pero sin el que hoy no se puede entender la importancia que tiene hoy la provincia de Málaga en el arte rupestre mundial. El pionero del estudio de estas manifestaciones pictóricas del paleolítico, el francés Henri Breuil, publicó ... en la revista L'Anthropologie un artículo en el que describía las pinturas y grabados de las cuevas de Ardales y El Higuerón (Rincón de la Victoria).

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Bajo el título original de «Nouvelles cavernes ornées paléolithique dans la province de Malaga», Breuil describía lo que él mismo vio tres años antes en estas cavernas. Lo hizo de la mano de Miguel Such, quien por aquel entonces, además de ser un entusiasta estudioso de las cuevas, estaba en las juntas directivas de la Sociedad Excursionista de Málaga y de la Sociedad Malagueña de Ciencias.

En esos días, Such y Breuil visitaron la cueva de Ardales, las de la sierra de la Camorra de Mollina, las del Cantal Chico (La Araña) y las del Cantal Grande (Rincón de la Victoria). En todas ellas encontraron restos arqueológicos o arte rupestre prehistórico que publicaron en varios libros a lo largo de la década de los veinte del siglo pasado.

En su viaje por Málaga, Breuil estuvo cuatro días visitando la cueva de Ardales, por aquel entonces conocida como la de Trinidad Grund, y uno en la del Higuerón, que pertenece al complejo kárstico subterráneo del Cantal, donde también se encuentran las grutas del Tesoro y de la Victoria.

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Grupo visitando la Cueva de Ardales. Abajo, representación de una cabra en la Cueva del Higuerón y página dedicada a la Cueva de Ardales en la revista L'Anthropologie.

La publicación del artículo del prehistoriador francés propició que el foco del arte rupestre se ampliara al sur de Europa, ya que los hallazgos de las cuevas de Ardales y del Higuerón se sumaban a los que una década y media se habían constatado en La Pileta, en el término municipal de Benaoján. Gracias al estudio de Breuil, comenzaron a interesarse por las cuevas malagueñas muchos estudiosos del arte rupestre en el mundo.

«Hay que tener en cuenta que hasta que Breuil visitó ambas cavidades malagueñas, en el mundo -todas en Europa- sólo se habían descubierto once cuevas prehistóricas», matiza Pedro Cantalejo, director del área de Patrimonio Histórico de Ardales. Gracias a ello, añade, «se sitúa a la Pileta, a Ardales y al Higuerón en el mapa del arte rupestre europeo, es decir, a más de mil kilómetros del gran núcleo donde se generaba la investigación científica», que era, hasta entonces, Francia y el norte de España. Décadas más tarde se ampliaría notablemente el arte rupestre en Málaga con el descubrimiento de la Cueva de Nerja, lo que hace que la provincia sea hoy un enclave único por su patrimonio prehistórico.

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Pero, además, el artículo de Henri Breuil en esa prestigiosa revista internacional provoca que el Estado español declare estas cuevas como Monumento Nacional, lo que, a su vez, aumentó aún más la repercusión en la prensa de la época y en las visitas de personalidades del ámbito investigador. Eso sí, esa trayectoria se vio interrumpida con la Guerra Civil y la posterior dictadura de Franco.

Henri Breuil en su despacho de París en 1921.

Paradójicamente, muchos años más tarde, en la década de los años ochenta, la trayectoria de las Cuevas de Ardales y del Higuerón volvieron a unirse, ya que fue el mismo equipo de investigación el que retomó el estudio de sus pinturas y grabados rupestres. En concreto, estos proyectos estuvieron liderados por el propio Pedro Cantalejo y María del Mar Espejo, quienes hasta hoy han divulgado sus hallazgos y descubrimientos en numerosas publicaciones y congresos, que las han vuelto a situar en la órbita internacional de la Prehistoria de Europa.

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Cantalejo asegura que el patrimonio paleolítico de las cuatro grandes cuevas de la provincia (Ardales, La Pileta, El Cantal y Nerja) tienen no sólo un gran potencial desde el punto de vista del estudio de la Prehistoria sino también desde el turístico, ya que con ellas Málaga podría ser un destino muy importante para el segmento cultural. «Tenemos la ventaja de que todas ellas son cavidades de grandes dimensiones», apunta el investigador.

El viaje de Breuil

En la primavera de 1918 Breuil y Such visitaron la cueva de Ardales, las de la sierra de la Camorra de Mollina, las del Cantal Chico (La Araña) y las del Cantal grande (Rincón de la Victoria). En todas ellas, según explica Pedro Cantalejo, encontraron restos arqueológicos o arte rupestre prehistórico que irá publicando en varios libros a lo largo de los años veinte.

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Por una parte, Miguel Such excavó, en 1918, la Cueva del Hoyo de la Mina (La Araña, Málaga), publicando los excelentes resultados en una monografía de la Sociedad Malagueña de Ciencias, editada en 1920.

Por otra parte, el investigador francés se centró en la investigación del arte que encontró en dos de las cavidades: una situada al interior, en el arco montañoso calizo que protege la Hoya (cueva de Ardales) y otra en uno de los acantilados que conforman la Bahía de Málaga (cueva del Higuerón).

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En la primera, publicó un grupo de representaciones de fauna (20 figuras) que encuadró, por su arcaísmo, en el primer periodo del Paleolítico superior, aunque, curiosamente, describió, sin estudiarlas, las marcas rojas hechas con los dedos situadas en la primera sala que, un siglo después, han provocado la revolución en las cronologías del inicio del Arte humano. En la segunda, situada en el promontorio del Cantal, Breuil descubrió una serie de signos y figuras de animales en color rojo que por sus características formales también se sitúan en los periodos más antiguos del Paleolítico superior.

Grafiti a lápiz de una visita a principios del siglo pasado.

Ambas cuevas no fueron ni mucho menos descubiertas por Breuil. Ambos yacimientos eran ya cavidades muy conocidas en ciertos sectores naturalistas de Málaga. De hecho, la cueva de Ardales fue hallada casi un siglo antes de la llegada del investigador francés. Después fue comprada por doña Trinidad Grund, que la habilitó como un auténtico salón de baile para la próspera burguesía malagueña de la época. Según aportó el propio Breuil, era visitada por unas seis mil personas al año. Pedro Cantalejo recuerda que «desde 1906, era frecuentemente visitada por los miembros de la Sociedad Malagueña de Ciencias y la Sociedad Excursionista de Málaga, aunque nunca se percataron de sus manifestaciones gráficas».

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Por su parte, las cuevas del Cantal también eran muy conocidas en Málaga antes de la llegada de Breuil. De hecho, como recuerda el director del Patrimonio Histórico de Ardales, hay varias publicaciones del siglo XVII («Conversaciones Históricas Malagueñas») y numerosos grafitis del siglo XVIII y XIX -hecho a lápiz- atestiguan frecuentes visitas de naturalistas, entre los que se encontraba Modesto Laza. Éste, que era botánico y farmacéutico, finalmente, compró la finca pedregosa del Cantal para abastecerse de hierbas medicinales y explotar, a través del pozo de entrada del Higuerón, la murcielaguina (guano de murciélago que se consideraba el mejor abono para las huertas).

Breuil y Such, relata hoy Cantalejo, «bajaron el pozo vertical de 16 metros de profundidad del Higuerón, ayudados por la escala de cuerdas y madera que tenían situada los operarios de Laza y penetraron en sus laberínticas cavidades, descubriendo varios paneles con pinturas rojas paleolíticas que representan cabras y varios signos ininteligibles, realizados con los dedos cargados de pintura que publicaron sin interpretarlos».

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Tras aquellas incursiones espeleológicas, llegó, tres años y medio más tarde, el artículo en la revista L'Anthropologie, donde hay que fijar uno de los grandes hitos en la investigación del arte rupestre no sólo en Málaga sino en todo el mundo.

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