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Desde Nerja a Manilva, hay doscientos kilómetros de litoral rico en playas, paseos marítimos puertos deportivos e incluso distintos lugares o edificios de interés histórico y cultural. Pero, además, a pesar de que, sobre todo en la parte occidental, es una zona muy habitada, también hay lugar para la naturaleza.
Flora, fauna y geología son algunos de los atributos de los distintos enclaves que aguardan tanto en la Axarquía como en la Costa del Sol o la propia ciudad de Málaga. Algunos de ellos están protegidos incluso como monumentos o parajes de la Red de Espacios Naturales de Andalucía y otros están distinguidos por sus valores biológicos en menor medida. Pero, todos ellos ofrecen la cara más verde y sostenible del litoral malagueño.
1.
Desde 2011 los arenales de la Chullera, del Negro y de los Toros conforman la reserva ecológica de las Playas de Manilva, una de la franja litoral occidental que está exenta de paseos marítimos y de grandes construcciones a su alrededor. De hecho, gracias a esa menor presión urbanística y a la conservación de algunas especies botánicas, como su azucena de mar, hoy es uno de los enclaves naturales más valiosos de la costa andaluza mediterránea. Sus accesos no son cómodos -en muchos puntos hay que ir por carriles de tierra-, pero merece la pena disfrutar de esta zona litoral que está prácticamente en el extremo más occidental de la Costa del Sol. Se puede recorrer a través de la Senda Litoral de Málaga.
2.
Junto a la playa de Cabopino, en Marbella, se puede ver uno de los complejos dunares más valiosos del Mediterráneo peninsular. De hecho, gracias a esa peculiaridad geológica hoy este arenal está protegido como monumento natural de Andalucía. Además, en los últimos años se ha puesto en valor gracias a la instalación de pasarelas y puentes de madera que permiten recorrer el enclave sin ser invasivo ni con las dunas ni con la fauna o la flora que tienen allí su hábitat. Además de este enclave ecológico, se puede disfrutar allí no sólo de una buena playa sino también del cercano puerto deportivo de Cabopino. Junto a este complejo dunar se erige la Torre de los Ladrones, una de las atalayas históricas de la Costa del Sol.
3.
Entre Sacaba Beach y la playa de Guadalmar, se encuentra uno de los santuarios para los amantes de la ornitología. Este espacio verde, con 67 hectáreas de superficie, está considerada una de las joyas biológicas de Europa. En esta extensión de terreno se pueden divisar más de 250 especies de aves durante todo el año. Incluso, en épocas de paso, han llegado a contabilizarse en un solo día hasta 80 especies diferentes. Eso sí, hay que tener en cuenta que muchas están de paso, ya que es uno de los lugares más frecuentados por las especies migratorias, como el flamenco rosa. Entre las muchas aves que es posible encontrar durante todo el año, están el cormorán, el porrón europeo, el pequeño buitrón o el pato malvasía. El enclave cuenta con dos pequeñas rutas de senderismo y con observatorios de madera que permiten disfrutar de la presencia de estas aves durante todo el año.
4.
Allí donde se unen La Cala del Moral y Rincón de la Victoria se puede ver uno de los acantilados más espectaculares de la provincia de Málaga. Se trata de un recorrido abrupto en el que sobresale la presencia de la siempreviva de Málaga (limonium malacitanum), una especie botánica endémica de zonas abruptas de la costa mediterránea. Actualmente, este promontorio calcáreo está atravesado por un túnel que fue usado por un antiguo ferrocarril. Estos acantilados, que unen a los núcleos de Rincón de la Victoria y de La Cala del Moral, se pueden recorrer por su zona elevada gracias a un sinuoso tramo de paseo marítimo y de los túneles que se realizaron en su día para el paso del tren.
5.
Esta franja costera, situada dentro del término municipal de Rincón de la Victoria, coincide con el territorio de Torre de Benagalbón, un núcleo con identidad propia que hoy es sobre todo residencial. Allí cuenta con un itinerario ecológico, que coincide con el trazado de la Senda Litoral de Málaga y la Gran Senda de Málaga. Además de ser una playa especialmente tranquila, sobre todo en los días laborables, destaca por la conservación de distintas especies de flora autóctona, y por la ausencia de un paseo marítimo.
6.
Aunque no tan importante como el paraje natural de la Desembocadura del Guadalhorce, destaca el enclave natural situado entre las playas de Almayate y de Torre del Mar. Se trata de un enclave de interés ornitológico por la presencia de distintos tipos de aves migratorias. Hoy es uno de los lugares idóneos para la observación de especies como la gaviota cabecinegra o la gaviota de Audouin (Larus auduinii). A esas aves hay que añadir otras que no son siempre fáciles de ver, como el chorlitejo patinegro, el águila pescadora, el aguilucho lagunero o la cerceta pardilla. Para esta desembocadura, que ahora es un delta, pero que hace en la época de los fenicios fue parte de un estuario, se ha pedido en varias ocasiones una mayor protección (incluso que se declare como paraje natural).
7.
El extremo más oriental de la provincia de Málaga está protegido hoy como paraje natural por su gran valor ecológico. En este caso se trata de una estrecha franja de 12 kilómetros y con una superficie de más de 1.800 hectáreas, donde se localizan abruptos acantilados, que son, en definitiva, las estribaciones de la sierra de Almijara. Este complejo rocoso, erosionado por los elementos naturales, no sólo cobra originales formas sino que da lugar a numerosas calas bañadas por aguas cristalinas, que permiten ver con nitidez el fondo. Junto a su valor geológico, el paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo se caracteriza por su biodiversidad marina. En total, hay una decena de calas de gran belleza, tanto si se observan desde lo alto de la carretera como si se toma el sol sobre sus orillas. Dentro del mar hay una gran biodiversidad marina, con una gran variedad de crustáceos, moluscos y peces, como la morena o el congrio. En la zona terrestre también hay importantes especies botánicas como el lentisco, el escaso enebro, el palmito, los acebuches, el boj balear o el algarrobo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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