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No se te ocurra ponerte a dieta

No se te ocurra ponerte a dieta

Tus pautas de alimentación regulan tu medio interno y cuando jugamos a desequilibrarlo el juego suele salir muy caro

Javier Morallón

Profesor de Biología y experto en tecnología alimentaria

Domingo, 4 de diciembre 2022, 13:57

No se te ocurra ponerte a dieta. Sí, esa dieta que tienes planificada para poder entrar en el vestido que te ronda la cabeza o para llegar estupendamente a la cena de antiguos alumnos o la desastrosa idea de compensar los excesos de la navidad con una imaginativa combinación de alimentos. Por no hablar de la eterna operación bikini, una suerte de estrategia que suele durar cada vez más tiempo y cuyos objetivos estratégicos se van limitando con los años.

Las dietas restrictivas suelen transitar en un círculo vicioso que casi siempre se puede describir de la siguiente forma: comenzamos la dieta con motivación, empezamos a hacernos trampas a nosotros mismos, desistimos y a las pocas semanas volvemos a empezar. Este guion seguro que resulta muy familiar y podría ser objeto de chiste de no ser algo tan serio. Resulta que tus pautas de alimentación regulan tu medio interno y cuando jugamos a desequilibrarlo el juego suele salir muy caro.

Al diablo

Uno de los curiosos efectos que produce el jugueteo con las dietas restrictivas es algo que podríamos llamar «al diablo». Esto ha sido objeto de estudio por parte del profesor de Psicología Peter Herman. Se trata de alteraciones cognitivas que nos sitúan en una percepción dualista del «todo o nada», es decir, una vez que sentimos que nos hemos saltado la dieta comemos de forma compulsiva porque ya todo vale.

Esta forma de actuar nos marca una clara disociación con nuestro cuerpo y nuestras necesidades reales y nos indica que la dinámica que llevamos es claramente perniciosa.

Dietas disociadas, alcalinas, paleolítica, de los grupos sanguíneos, de la piña, de la alcachofa, del hinojo… Nunca la población ha hecho más dietas y nunca se ha gastado más dinero en infinidad de bálsamos de fierabrás. Sin embargo, el mundo occidental nunca ha estado más gordo ni más alterado psicológicamente.

Las dietas no funcionan

Las dietas no funcionan... y no lo digo yo. Solo hay que asomarse a los últimos estudios al respecto como este metaanálisis realizado entre universidades, hospitales y centros de investigación de China, EEUU y Canadá.

Las consecuencias no son menores y, en el plano psicológico, tal y como estamos viendo, tampoco, ya que está clara la afectación a la memoria y a la función ejecutiva. Tampoco se discute el aumento de cortisol, la conocida como hormona del estrés.

También, por supuesto, aparece el conocido efecto rebote como una reacción clara de nuestro medio interno a una agresión externa. Nuestro cuerpo no sabe que estamos haciendo una dieta restrictiva para dejar boquiabiertos a nuestros amigos en verano. Lo interpreta de la única forma que puede: época de hambruna y tiene que poner toda de su parte para salir con vida de ella, de forma que no va a tener reparos en tocar tu medio interno o tu equilibrio hormonal para poder ralentizar tu metabolismo.

Esto se nota incluso en el ejercicio. Los estudios demuestran que las personas a dieta responden de forma diferente. Básicamente, sus músculos gastan menos energía que la que cabría esperar. Esto permite explicar que personas que vuelven a sus pautas normales de alimentación ganan más peso que antes de ponerse a dieta.

Bucles de hábitos

Otro perjuicio añadido a las dietas restrictivas son la aparición y consolidación de los «bucles de hábitos». Estos se desarrollan cuando asociamos el consumo de un determinado alimento a un estado de ánimo bueno o malo. Pensemos en el consumo de dulces, que pueden estar asociados en nuestro interior a celebraciones o momentos de plenitud. Esta asociación puede ser peligrosa si la utilizamos para sentirnos mejor en momentos de estrés o ansiedad. Y es que estaríamos enseñando a nuestro cerebro que la solución a un enfado puntual es el consumo de alimentos hipercalóricos azucarados.

El automatismo al que pueden llegar esta serie de hábitos resulta escalofriante y evidencia la necesidad de afrontar de una forma multidisciplinar los problemas alimenticios. Este enfoque multidisciplinar implica de forma privilegiada a la psicología donde todo está por hacer.

Psicología y nutrición

La alimentación intuitiva o la atención plena (mindfulness) aplicada a la alimentación está demostrando su utilidad a la hora de romper ciertas dinámicas perniciosas así como los bucles de hábitos.

La dieta permanente es un disparate en su concepción. No hemos nacido para hacer dieta, sino para tener una pauta alimenticia sana y coherente con nuestra actividad física y edad. Alterar estas dinámicas tienen importantes consecuencias y ninguna buena, tanto desde el punto de vista fisiológico como psíquico.

La buena educación alimentaria es la única que nos va a permitir mantener un estilo sano de vida que no dependa de modas ni de lo cerca que esté nuestro primer posado veraniego. Educación que nos facultará como consumidores críticos y no pazguatos que transitan por los pasillos del supermercado o aceptan consejos nutricionales de charlatanes dispuestos a ser engañados por la infinidad de cantos de sirena, bien empaquetados, que nos invitan a meter la pata hasta el corvejón en lo que a nuestra salud se refiere.

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