Acababa de arrancar marzo y aunque el Covid-19 ya había suspendido la mayor feria de turismo, la ITB de Berlín, y hacía estragos en Italia, el turismo confiaba en la fortaleza de un destino que había conseguido superar los meses más flojos del año, ... enero y febrero, con mejores indicadores que en el año récord 2019. La Costa enfilaba la temporada media con la tranquilidad de que todos los pronósticos para 2020 apuntaban a otro ejercicio histórico. De ahí que la mayor parte de hoteles que cerraron en invierno lo hicieron para reformar sus instalaciones, actuaciones que se habían convertido en dogma y que habían conseguido una importante transformación de la planta hotelera con fuertes inversiones auspiciadas por años de beneficios. Nada hacía presagiar que se avecinaba la peor crisis de la historia de esta industria. La pandemia provocaría el 'crack' del turismo con sus estados de alarma, cierres obligados de hoteles, restaurantes, chiringuitos o agencias de viajes durante más de dos meses de férreo confinamiento en el que, además, España cerró sus fronteras, a lo que se sumó una inesperada desastrosa temporada alta afectada por la sorprendente decisión del Gobierno británico en pleno mes de julio de obligar a hacer cuarentena a los turistas procedentes de España, y un anticipo de los cierres por temporada baja incluso a finales de agosto. La demanda se había congelado. El miedo al Covid-19 y las continuas restricciones a la movilidad, anunciadas de un día para otro, impusieron un estado permanente de incertidumbre que es la peor compañera de viaje y que llevó al cierre del 80% de la planta hotelera, testigos este 2020 de la operación estampida de salida de viajeros a la desesperada en marzo hacia sus hogares ante el confinamiento, a la de vaciado total al obligar el Gobierno a los establecimientos al cierre a finales de dicho mes, y a la de máxima soledad por la ausencia de viajeros incluso en pleno verano. Las más de 400.000 plazas de alojamiento del destino se disputaban a contados turistas que eran más que insuficientes para mantener abiertas las instalaciones. Tocaba poner a salvo las empresas y los empleos para correr los mínimos riesgos ante un Covid-19 que ya había mostrado su cara más temible, el contagio a una economía, de la que el turismo es su principal motor, que se encaminaba a la UCI en un estado de coma inducido. El aeropuerto pasaba de unas jornadas frenéticas para orquestar los vuelos de regreso de todos los turistas que disfrutaban en marzo de sus vacaciones en la Costa a convertirse en un páramo, con pantallas en las que apenas informaban de un par de vuelos de repatriación, y en el que era más que suficiente operar con una sola terminal, mientras los aviones parados se contaban por decenas en esta infraestructura. Los datos dibujan este escenario: estas instalaciones cierran los once primeros meses del año con apenas 4,9 millones de viajeros, es decir, 13,7 millones menos que en el mismo periodo de 2019 y 79.718 vuelos menos.
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El sector ponía el grito en el cielo, con decenas de miles de empleados en ERTE, instalaciones con ingresos cero, un endeudamiento imprevisto en préstamos ICO que hacía temblar los cimientos de la solvencia de las empresas y una movilidad reducida a los municipios. Razones no faltaban. Las primeras cifras de este 'crack' las recoge Turismo Costa del Sol en un informe que eleva a 10.351 millones las pérdidas directas e indirectas provocadas por la pandemia para el conjunto de la provincia. El estudio concreta que la pérdida de ingresos por gasto turístico directo para la Costa del Sol como consecuencia de la pandemia se elevaría a 7.812 millones de euros, lo que supone la pérdida del 71% de los ingresos turísticos obtenidos en 2019. Unos datos que vienen determinados porque llegarán 9,4 millones de turistas menos, que hubieran tenido una estancia media de 8,3 días en la Costa y un gasto medio por persona sería de 817 euros.
Pero además, la ruina se extiende dado el factor tractor de esta industria y provoca que el impacto inducido sobre el resto de sectores productivos se cifre en 4.335 millones.
El frenazo de la locomotora de la economía, el turismo, en la Costa del Sol es un seísmo con réplica en toda Andalucía, dado el peso de la provincia malagueña en esta industria. El vicepresidente de la Junta y consejero de Turismo, Juan Marín, eleva a 15.000 millones las pérdidas en el sector turístico de la Comunidad, si bien cree que comienza a verse la luz con la llegada de la vacuna en enero. «Estamos en un momento de inflexión en el que es preciso poner en valor todo lo bueno que hay en Andalucía tras un año dificilísimo, el peor en la historia del turismo». Marín confía en el potencial del destino y cree que existen herramientas para ser optimista, como los distintivos 'Andalucía Segura', que ya han suscrito más de 2.800 establecimientos, el seguro internacional que dará una cobertura a los viajeros, o el bono turístico. El vicepresidente apunta a que «en 2021 se podrá recuperar gran parte del espacio perdido con la llegada de 20 millones de turistas, hasta que en 2022 se pueda llegar a unos niveles parecidos a los a 2019».
Pero mientras llega esta ansiada recuperación, los empresarios hoteleros, las agencias de viajes, los hosteleros y los del transporte de viaje llegan incluso a movilizarse en la calle para pedir a las administraciones ayudas directas a un sector que asegura estar al límite. Los datos vuelven a poner cara a las reivindicaciones de los profesionales. Los alojamientos de la Costa del Sol superan hasta octubre la pérdida de más de 19 millones de pernoctaciones, pasando de los 26,1 de noches reservadas en los diez primeros meses del 2019 a los siete millones actuales. Las cifras del informe mensual de Coyuntura Turística de Turismo Costa del Sol, elaborados con la información publicada por el INE, revelan la crítica situación por la que atraviesa el turismo y apunta que son los hoteles y los apartamentos turísticos los que más sufren el impacto de la crisis de esta pandemia. Basta con destacar que entre enero y octubre de este año, los hoteles de la Costa del Sol han facturado un 75% menos de pernoctaciones que en el mismo periodo de 2019: concretamente 4,6 millones, frente a los 18,5 que acumulaban en octubre del año anterior. El mercado británico es el que ha sufrido una mayor caída, con un 81% menos de turistas alojados, y el nacional el que mejor se defiende, con un descenso del 51,2%. Se trata en cualquier caso de un desplome sin precedentes causado por la pandemia. Es muy revelador el dato de que la ocupación media en lo que va de 2020 en la Costa del Sol ha sido del 23,3%.
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Los hoteleros no pueden más. Tampoco las agencias de viajes, ni los hosteleros ni el sector del transporte. Encaran ya diez meses sin turistas, y eso que todos ellos han implantado todas las medidas de seguridad dictadas en protocolos realizados por el Ministerio y que en el caso de los hoteleros han conseguido cero brotes de Covid-19 en sus instalaciones. El horizonte para la vuelta de los viajeros se aleja al menos hasta el verano, lo que supone volver a perder la Semana Santa. La situación es más que crítica porque se tambalean los cimientos del turismo de la Costa del Sol, motor turístico de Andalucía y de la economía de la región. Desde la Junta avanzan que las ayudas llegarán este año, pero hasta tanto un establecimiento medio de la Costa, un cuatro estrellas de cien habitaciones, cuesta mantenerlo cerrado y con sus trabajadores en ERTE 50.000 euros al mes. Con 200 habitaciones se dispara a los 100.000 euros mensuales, mientras los ingresos están a cero desde marzo, con un mínimo paréntesis de un verano en el que más de un empresario se arrepintió de reabrir el negocio.
Cada día que pasa supone acercarse al abismo. Un informe encargado por la Federación Andaluza de Hoteles y Alojamientos Turísticos (FAHAT) a KPMG dibuja esta realidad y recoge las propuestas de medidas de supervivencia del sector hotelero de la Comunidad, trazando un plan para salvar esta industria que eleva a 250 millones de euros las necesidades del sector tras esta pandemia.
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A esta petición añaden que los ERTE, que han sido todo un salvavidas, caducan en enero y que son precisos extender hasta el verano, además de reclamar rebajas fiscales y confiar en que lleguen los fondos europeos. El corredor turístico seguro con el Reino Unido y el aeropuerto de Málaga, previsto para la primavera de 2021, se convierte en la esperanza de iniciar la recuperación del turista británico y pasar página a un año en el que para colmo de males el turismo ha recibido más de un varapalo por parte del Gobierno, sintiéndose el gran olvidado en esta crisis.
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