![Por amor al arte](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202012/30/media/cortadas/156410980--1248x1062.jpg)
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Pasó de estrella rutilante a galaxia de incertidumbres. De salvavidas a casi náufraga. La cultura brilló y se ensombreció al ritmo de una pandemia que tiene su propia letra para intentar romper el mundo. En un confinamiento inédito, los libros, el cine, los museos, el ... teatro o la música se convirtieron en barcaza segura frente al abismo Covid, el aislamiento, la soledad, el miedo y la incertidumbre. Ahí estaban y están los creadores, para hacernos sentir que el mundo sigue. Revelarnos que la imaginación y la creatividad tienen inmunidad de siglos. Por amor al arte, la cultura iluminó y alimentó los hogares, la sociedad y la esperanza.
Un sector siempre precario y tocado, ahora más que nunca. Una industria que damos por sentada, pero que hay que cuidar. Como otras muchas. Las industrias culturales suponen un motor económico en crecimiento para Andalucía. La propia Junta estima que representan un 5,5% del PIB andaluz. Iluminan el mundo y alimentan otros sectores, como el turismo, ahora borrado. Sólo en Málaga, cerca de dos mil profesionales por cuenta propia han visto el derrumbe de su actividad y de sus ingresos. Y con una ventilación asistida muy parca por parte de algunas instituciones.
Hacen falta más respiradores para reanimar un sector que ha sido el protagonista de la primera declaración institucional del Senado en esta legislatura, un texto con el que la Cámara emplaza al Gobierno a declarar la cultura como «bien esencial». El argumento: su destacado papel en la recuperación del país de los efectos de la pandemia. Habrá que ver si el Gobierno y otras instituciones la leen. La sienten.
Del brillo a la incertidumbre. Del confinamiento al mundo. Volvimos a las calles para ver museos vacíos y cines cerrados. La cultura en búsqueda de un refugio, digital. Librerías, galerías y museos unidos en nuevas trincheras. Nuevos formatos. Medidas de seguridad que han demostrado que la cultura es amiga y es segura. Volvimos a la calle para reencontrarnos con citas culturales alejadas de un eterno y deseado escenario nocturno, obligadas a buscar un poco de oxígeno en las horas de sol. Hemos visto reinvenciones, aniversarios y ausencias. Como la de Pablo Aranda, inmenso, que partió el corazón de SUR y de Málaga. «Repito, seguro», decía en un mail después de cubrir en primeria línea y desde la alfombra roja los Premios Goya en Málaga. Persona grande. Dolor grande. Agosto. Una pandemia oficialmente vencida, pero que nos acorralaba. Y al final del verano, el ejemplo pionero del Festival de Málaga: la vida cultural es posible.
La cultura es el despertar del hombre, dejó escrito la malagueña María Zambrano. Un virus nos ha despertado del sueño del bienestar y de la seguridad. La cultura nos ha puesto ante un espejo y ha sido este año refugio más que nunca. Ha vuelto a demostrar que sigue ahí, como siempre, herida, pero inmune. Reivindicando, más que nunca, el amor al arte.
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