Iba a ser un año récord en número de visitantes y seguramente también en ingresos, pero la pandemia truncó todas las expectativas. El año termina con hoteles cerrados, algunos sin perspectiva clara de reapertura, el comercio en estado de coma y más carteles que anuncian ... traspasos, ventas o alquileres de los que pueda recordarse. En un año catastrófico en el que no ha podido escapar a debacle global, Marbella sólo ha encontrado consuelo en dos refugios: los anuncios de nuevas inversiones futuras que no han dejado de llegar y la certeza que otorga el turismo residencial, convertido nuevamente en un seguro que garantiza un mínimo de consumo para que la rueda de la economía, aún a velocidad mínima, no se detenga.
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El año comenzó francamente bien. En enero, cuando se conoció que Marbella había cerrado 2019 con una mejora en todos sus indicadores turísticos –número de viajeros, precio medio pagado en los hoteles, número de pernoctaciones y crecimiento tanto en los mercados internacionales como en el nacional–, la ciudad volvió a batir récord de visitantes. Sin embargo, el turismo se encontraba a punto de entrar en el túnel más largo y oscuro desde que se convirtió en una parte esencial de la economía mundial. Una crisis sin precedentes provocada por el virus del Covid-19.
De un día para otro el panorama cambió radicalmente. La pandemia entró en la provincia de Málaga por la Costa del Sol. El jueves 27 de febrero, más de dos semanas antes de que se decretara el estado de alarma y se ordenara el confinamiento de la población, tres vecinos de Marbella fueron diagnosticados como positivos. En ese momento todavía seguían llegando turistas, pero 20 días después de aquellos primeros casos ya no quedaban hoteles abiertos.
Desde entonces comenzó a planear una incógnita inquietante: cuáles de los cambios provocados por la pandemia iban a ser provisionales, hasta que la situación económica mejorara, y cuáles se iban a tornar definitivos. Esa incertidumbre aún se mantiene.
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La primera y preocupante respuesta a aquella duda llegó al hotel Don Carlos, un hotel emblemático de la ciudad cuyos propietarios decidieron convertirlo en un establecimiento de temporada que a partir de ahora cerrará todos los inviernos. El hotel, uno de los cinco estrellas más señeros de Marbella, con medio siglo de historia y el de más capacidad, con 312 habitaciones y 708 plazas, pasó a ser al menos hasta 2023 un hotel a tiempo parcial.
Como contrapartida a esta situación, los proyectos de inversión en marcha no se detuvieron y aparecieron otros nuevos. La Junta de Andalucía anunció en diciembre la incorporación a su Unidad Aceleradora de Proyectos de tres planes para construir otros tantos resorts de lujo con una inversión total de 411 millones de euros. De estos tres proyectos, el Las Dunas Club, que promueve un grupo inversor con sede en Hong Kong, es el que se encuentra más avanzado, con una inversión prevista de 200 millones de euros y una creación de empleo estimada en 300 puestos durante la fase de construcción y 180 posteriores cuando entre en funcionamiento.
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El de Siete Revueltas, para el que ya se han aprobado los primeros trámites urbanísticos por parte del Ayuntamiento de Marbella y que promueve una sociedad con base e Baréin, supondrá una inversión de 77 millones de euros y 448 puestos de trabajo; y el de Puerto Banús, con una inversión de 134 millones, permitirá crear 745 puestos. La puesta en marcha de este último dará lugar a la construcción de un centro de exposiciones y al aterrizaje en Marbella de la cadena internacional Hyatt. En los tres casos, los complejos incluirán hoteles de cinco estrellas, con lo que Marbella, que ya cuenta con ocho establecimientos de esta categoría, consolidará su posición de liderazgo en el turismo de alta gama
Paralelamente y en medio de la crisis se inauguró la nueva versión del hotel Lima, un clásico del centro de la ciudad reconvertido en un hotel de cuatro estrellas. También en medio de la crisis, la inmobiliaria Berkshire Hathaway HomeServices, propiedad del magnate norteamericano Warren Buffet, aterrizó en Marbella con la compra de Value Added Property, una agencia asentada en la ciudad y dedicada al sector de inmuebles de alta gama. Berkshire llevaba apenas unos meses operando en España en el sector de las viviendas de lujo y la compra de VAP supuso la entrada con fuerza en el mercado de Marbella, uno de los más relevantes en ese segmento.
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La reacción municipal ante la pandemia se basó inicialmente en una campaña de test rápidos que se practicaron primero en las residencias de mayores, a personal municipal de servicios esenciales, oenegés o fuerzas y cuerpos de seguridad, y posteriormente se extendieron a otros colectivos.
Las primeras pruebas fueron adquiridas por el Ayuntamiento gracias a la donación de un empresario que pidió permanecer en el anonimato y para la segunda tanda, de 5.000 pruebas, se destinaron 160.000 euros de presupuesto municipal. Durante esa primera etapa se recibieron más donaciones. La más relevante fue la de Emiratos Árabes Unidos, cuyo gobierno entregó 18 toneladas de material sanitario, incluidos mascarillas, botes de hidrogel y otros elementos de protección y también material específico para uso hospitalario. Los históricos lazos entre la ciudad y el mundo árabe escribieron un nuevo capítulo en el momento más necesario.
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Una de las cuestiones más destacadas del año fue la aprobación por unanimidad el avance del nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU, que plantea cuatro posibles modelos de crecimiento sobre la base de una propuesta central consistente en densificar los núcleos de rango ciudad, es decir, apostar por el modelo de ciudad compacta, mantener sustancialmente el suelo no urbanizable del Plan vigente poniendo el acento en la regeneración de la ciudad ya consolidada y recomponiendo el actual y disperso modelo de ocupación territorial heredado de planes y actuaciones anteriores.
Uno de los últimos hechos relevantes del año fue la aprobación de los presupuestos municipales para el año próximo, que serán los más expansivos de la historia pese a que habrá un descenso en la recaudación como consecuencia de las reducciones fiscales y de la bajada en la actividad económica. En total, las cuentas con las que Marbella afrontará el próximo ejercicio ascienden a 312 millones de euros.
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