Las palabras convulsión, conmoción o revolución son las que mejor definen el último año del Málaga. A los graves problemas ocasionados por la pandemia, en el club de Martiricos se acumularon otros de gran magnitud, en algunos casos históricos, en una entidad que venía ... ya azotada por una gestión calamitosa que había llevado a LaLiga a prohibirle que hiciera más fichajes por encima de los dieciocho básicos. El jaque a los Al-Thani, sin duda, sobresale por encima de otros asuntos muy relevantes y con consecuencias que seguirán estando presentes en el futuro. El Málaga recibió en este periodo un obligado golpe definitivo para convertirlo en un equipo temporalmente modesto, el más austero del fútbol profesional. Se resistió a adaptarse a su nueva realidad tras el descenso a Segunda y los cambios tuvieron que llegar de una forma inesperada y 'por la fuerza'.
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En un 2020 para olvidar hubo muchos protagonistas en Martiricos, sobre todo en las oficinas. Cuando el jeque Abdullah Al-Thani iba a cumplir una década al frente del Málaga (lo hacía en junio pasado), llegó una denuncia de la Asociación de Pequeños Accionistas (APA) que derivó en que la jueza María de los Ángeles Ruiz apartara del club a Abdullah Al-Thani y a sus tres hijos consejeros por entonces (Nasser, Rakan y Nayef). Nombró una administración judicial, con José María Muñoz al frente, que fue la clave para que llegara un plan de viabilidad serio y estricto que permitiera a la sociedad salir adelante cumpliendo con la normativa y sin olvidar el apartado deportivo, clave para garantizar la solvencia cara al futuro.
De la convulsión inicial se pasó a la revolución general en un Málaga que necesitaba ahorrarse dinero a toda costa. La reducción de gastos, la venta inmediata de Antoñín al Granada o la renegociación de algunos contratos permitieron a la entidad salvar un 'match-ball' que parecía seguro. Y todo ello en el centro de una vorágine judicial sin precedentes en la entidad. Muñoz reestructuró el club y comenzó a ofrecer credibilidad tanto a los aficionados como a las instituciones y al resto de los organismos futbolísticos. Los Al-Thani perdieron por completo el control del club para investigar los delitos que se apuntaban en la querella criminal que dio origen al proceso. Desde el juzgado, además, observaron indicios de los presuntos delitos de administración desleal o apropiación indebida.
Aunque el año comenzó con otro asunto también convulso: el vídeo íntimo del entonces entrenador del primer equipo, Víctor Sánchez del Amo, y su posterior destitución. El club, todavía dirigido por los Al-Thani y su director general, Richard Shaheen, prescindieron del madrileño, que se fue a los tribunales (posteriormente hubo un acuerdo instantes antes del juicio), y apostaron por el entrenador del filial, Sergio Pellicer, que se convirtió poco a poco en uno de los hombres clave para que la nave blanquiazul pudiera salir adelante de una forma ordenada en plena tempestad y con decisiones que afectaban de una forma directa al siempre sensible plano deportivo, como los ERE...
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Reparto de la propiedad
Pero el pésimo año de coronavirus, que obligó a parar la competición en marzo y a reanudarla en junio, tuvo más noticias negativas para los Al-Thani. Otra que llegó pronto fue la ejecución de sentencia, en este caso por la vía civil, que obliga al jeque a compartir la propiedad del club con BlueBay. Esta novedad aportaba más incertidumbre en plena intervención de la entidad, si bien el administrador también controla las sociedades que representan a los propietarios, por lo que la situación se mantuvo en calma a la espera de que el juzgado de lo penal siga investigando. También sufrió otro duro revés judicial Al-Thani al embargarle la jueza sus bienes provisionalmente por no hacer frente a la fianza impuesta. En el caso de persistir en el impago podría perder sus acciones en el Málaga.
A la espera de nuevos avances en los juzgados (aún está previsto que los Al-Thani declaren ante la jueza), en La Rosaleda han conseguido que el fútbol vuelva a pasar al primer plano al fin. El rendimiento por encima de lo esperado de una plantilla prácticamente nueva ha devuelto la ilusión alrededor del club. El cambio de aires en el vestuario, con hasta quince fichajes nuevos y cada vez más canteranos, ha resultado clave para recuperar un ambiente de trabajo sano, humilde y transparente. Este mérito se lo reparten desde la dirección deportiva, con Manolo Gaspar, hasta el entrenador, Sergio Pellicer. Dos perfiles de la casa y que han llegado desde abajo a los más altos escalafones del equipo sin perder el foco y entendiendo las necesidades de una entidad obligada a empezar casi de cero. Como a Pellicer le gusta explicar, se encontraron en mitad de la tormenta y lograron salir y disfrutar del sol.
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Los primeros rayos de luz se vieron con la consecución de la permanencia en Segunda, que significó más que una salvación deportiva. Ocurrió en pleno confinamiento por la pandemia y la afición tuvo que sufrir por primera vez fuera de La Rosaleda. El Málaga se lo jugaba todo, a solas. Y logró salvar una situación límite, un hito fundamental para continuar en la élite y propiciar un punto de inflexión en la historia del club. Acabó una etapa y comenzó otra en un verano de lo más intenso. Desde las oficinas se apuraron para conseguir dar salida a jugadores con sueldos que alcanzaban los 15 millones de euros anuales. Unas cantidades de otros tiempos. Y en la entidad malaguista consiguieron anticiparse a otros rivales para formar un equipo compuesto por jugadores libres y múltiples cedidos (hasta ocho).
En total, 15 fichajes que comparten un mismo denominador común: un equilibrio entre humildad, hambre y ambición. La fórmula de Pellicer para conseguir el máximo rendimiento a una plantilla limitada por las escasas fichas de profesionales. Y así, el Málaga cierra el año con media permanencia en su haber, que es más de lo que se esperaba de un equipo creado desde la necesidad y condicionado por su situación institucional. Esto favoreció que los jugadores que llegaron fueron sólo los convencidos en el proyecto. Otros no quisieron arriesgar.
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Son los días en los que el Málaga estuvo sin jugar por el Covid-19. Jugó el 8 de marzo ante el Zaragoza y no volvió a hacerlo hasta recibir al Huesca el 12 de junio.
«El Málaga es el mejor club para ser canterano». Es la reflexión que ofreció el joven malaguista Ismael Casas en SUR hace unos meses. Una frase que sintetiza el relevante papel que ha alcanzado la cantera en la entidad. Los del filial o el juvenil llenan las sesiones de entrenamiento del primer equipo y son fundamentales para llegar donde no lo hacen 'los mayores' por la limitación de fichas profesionales. Ahora son también el mayor patrimonio del club, que está blindando los contratos de los más prometedores poco a poco. Otros, como Luis Muñoz o Juande, ya son parte del primer equipo.
Han pasado tantas cosas que parece que fue mucho más atrás en el tiempo, pero la venta de Antoñín ha sido la más elevada del Málaga este año, y fue trascendental para salvar los problemas de tesorería en su momento. Los 1,5 millones de su traspaso al Granada permitieron que el club siguiera compitiendo.
La llegada del administrador judicial obligó a revisar todos los gastos y a estudiar los rendimientos económicos del club. Fue el primer paso para la elaboración de un plan de viabilidad radical y de pura supervivencia. El equipo dejó de alquilar el estadio de atletismo, su cuartel general, y despidió a medio centenar de empleados.
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