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Microrrelatos SUR III Premio Pablo Aranda: textos del 18 de agosto

Microrrelatos SUR III Premio Pablo Aranda: textos del 18 de agosto

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Viernes, 18 de agosto 2023, 00:06

  1. El pañuelito

Qué extraño que bajo aquella piedra, en vez de un alacrán u hormigas, encontrara un pañuelito cuidadosamente doblado que, en su día, debió ser blanco, pero ahora los pliegues estaban amarillentos, la tela –desgastada y húmeda– tenía las puntillas que la bordeaban deshilachada a trozos, impidiendo abrir sin esmero aquello que sería de alguien un recuerdo.

Busqué en mi mochila y encontré unas pinzas; con sumo cuidado separé lo que el tiempo había conservado. Hallé –primorosamente bordadas– dos iniciales que se entrelazaban abrazándose: F y M.

La 'F' dentro de la 'M'. El corazón se me desbocó.

Desde pequeño oí contar que mi bisabuelo Manuel había desaparecido en la Guerra Civil, y que mi bisabuela Fuensanta le había guardado luto toda su vida, recordando siempre el pañuelito que le bordó al separarse. Mi abuela no entendía porqué me eché en sus brazos llorando como un niño de pecho.

  1. Juan José Díaz Téllez

    El viajero

El viajero se introdujo de nuevo en la máquina de su invención y tiró hacia sí de la palanca, esta vez hasta el tope.

Sabía que no debía perder jamás de vista la regla de no intromisión: un error suyo en el pasado podía tener consecuencias apocalípticas en el futuro. Asustado a la vez que eufórico, había retrocedido solo unos años al principio. Luego, los años se convirtieron en décadas, estas en siglos, y los siglos en milenios.

Ahora, quería llegar al momento de la creación. Observar con sus propios ojos la nada, flotar rodeado de la inexistencia antes de volver.

No tuvo la oportunidad de ser consciente de lo que había hecho. Apenas la máquina apareció en el vacío infinito rompiendo el equilibrio, tanto ella misma como el viajero se comprimieron en un único punto de energía incalculable que explotó en un Big Bang dando origen al Universo.

  1. Jesús Artacho

    Hablar con propiedad

Al terminar la ejecución de desahucio, el hombre que acababa de perder su casa fue entrevistado por los reporteros de una televisión local. Apenas balbució unas frases inconexas y rompió a llorar: como si se tratara de un perverso chiste del destino, por mucho que lo intentara ya no conseguía hablar con propiedad.

  1. Angélica Esteban Arroyo

    Solo promesas

Una y otra vez le escuché decir que iba a velar por mi bien, que conocía mis necesidades e iba a procurarme una vida mejor. Me sentía comprendida, en sintonía con él ¡Han pasado seis meses y qué decepción! –Se decía–. Lo único que buscaba era su propio interés. Y mira que me avisaban: no te fíes, piénsalo detenidamente. Fui una ingenua. ¡Sólo buscaba mi voto!

  1. Pablo Calero García

    Corazón

Justo en el instante en que iba a unir la última arteria y concluir la operación una gotita de sudor asomó por debajo del gorro de tela azul que llevaba atado a la cabeza, se deslizó por el entrecejo y fue a esconderse en la nariz, detrás de las gafas. En el silencio del quirófano su suspiro sonó fuerte, por encima del interminable pitido de las máquinas. Tras una pausa, selló la arteria con diligencia. Luego ordenó desconectar al paciente. El corazón empezó a latir. Los rostros de sus compañeros se relajaron a un tiempo y al otro lado de la pantalla que retransmitía la intervención se oyó algún aplauso. Antes de finalizar, se detuvo un instante frente a aquel hombre y lo miró fijamente, con el gesto incómodo. Acababa de resucitar a un asesino.

  1. Alejandro del Ángel Toledo

    La última decisión

—Creo que es tiempo de dejarlos morir —dijo Dios a todos los ángeles.

  1. Agustín Jimeno

    Su plato favorito

Apenas faltan diez minutos para la hora de comer. Mientras ellos gritan cada vez más fuerte Rubén, aún en pijama, sale de su dormitorio. Lenta pero decididamente llega al comedor, lo atraviesa y ya en la cocina apaga la lumbre. Patatas a la riojana, su plato favorito. Mueve la cabeza de un lado a otro. Otra vez se han quemado las patatas.

Arrima la banqueta a la pared, se sube y tras abrir la portezuela de la alacena hurga con su manita derecha. Saca el insecticida y lo rocía dentro de la cazuela. A continuación, remueve doce veces, ni más ni menos. Lleva haciéndolo algún tiempo con la esperanza de comer su plato favorito en casa de la abuela María.

  1. Cecilia Rodríguez Bové

    ​​Aquella noche

Llegó a casa contrariado. Necesitaba un cambio, decía. No soportaba más reveses: la rutina, la crisis de los 40, los hijos que no pudieron tener, el divorcio, la familia que no le comprendía, los amigos que le ignoraban y hoy, para rematar, el despido del trabajo.

Fue entonces que vino hacia mí y apretándome fuertemente contra su pecho me confesó que solo conmigo se sentía libre. Conmigo podía ser él mismo, sin necesidad de imposturas y sin tener que fingir para agradar.

Mientras lo decía yo temblaba de gozo. Era tanta mi felicidad que no medí el alcance de sus palabras. Cerré los ojos conteniendo la emoción y pensé: «siempre estaremos juntos».

No me percaté que, en ese instante, mientras con una mano me acariciaba el hocico, la cabeza y el lomo, con la otra se apuntaba a la sien con la pistola y accionaba el gatillo.

  1. Cristina Vicente Domínguez-Palacios

    Ilegible

Quería abolir el uso de las comas por inútiles y por inservibles y por suponer una pausa distinta a las requeridas por la emoción o por la conmoción que produce comunicarse con otra persona y así se las pasaba escribiendo párrafos enteros ilegibles para su amante y olvidando cómo ella se dejaba hacer el amor obediente y sumisa y sin pensar que desconocía sus planteamientos y que le leía con total devoción y sometimiento y cada vez más ahogada por una polisíndeton que no la dejaba respirar y la ponía en una situación de hipoxia en la que cada palabra borrosa le parecía más y más precisa y la historia más y más sublime mientras se desvanecía al arrullo monocorde de las líneas sin censura.

  1. María del Mar Fernández Díaz

    Una palabra

Viajaba en su coche por una carretera sin arcén y mal pavimentada. El paisaje era precioso con tonalidades diferentes. Estaba deseando llegar a casa, pero iba sin prisa.

De repente, el coche empezó a girar atropelladamente, salió de la calzada, dando varias vueltas de campana.

Despertó en el hospital, no recordaba apenas lo que había ocurrido. El médico dijo que había tenido mucha suerte y en breve le darían el alta médica. Estaba desorientado, cuando escuchó a una enfermera comentar que era una tremenda irresponsabilidad pasar un cruce a tanta velocidad con la moto sin hacer el Stop.

La policía le tomó declaración sobre el accidente. Él insistía que no iba en ninguna moto. Llegó al control para firmar el alta y coincidió con la otra persona implicada en el accidente, llevaba un brazo escayolado y puntos de sutura en la cara.

En ese instante, un niño gritó: –¡Papá!

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