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Viernes, 28 de julio 2023, 00:16
Cuando nadie nos cuenta, los números reales deambulamos alborozados por un universo irracional, ignorando nuestro verdadero destino.
El más atrevido es el cero, que siempre se sitúa a la derecha de todos a fin de recuperar su autoestima. Los números negativos se dedican a la meditación para no abatirse en el pesimismo. El trece se invierte y se consuela del odio de los supersticiosos. El seis se gira de un brinco y marcha junto al nueve, burlándose de aquellos que son incapaces de diferenciarlos, luego gozan siendo un sesenta y nueve, sin más.
Los más jubilosos son los números primos en sus profusas reuniones familiares, orgullosos de sus cualidades, y seguros porque nadie podrá dividirlos. Y todos, sin excepción, quedan fascinados con los números mágicos y sus asombrosos trucos matemáticos.
Yo, me limito a observarlos sin perturbarme, eso sí, tumbado, para sentir que puedo prolongar mi existencia hasta el infinito.
Steve siente uno de esos brotes de cólera que poco a poco le han ido dejado sin amigos. Está nervioso porque tiene algo grande entre manos. El diseño de la computadora está terminado y solo se le resiste el maldito nombre. Quiere algo sencillo, imperfecto; un logo rompedor que todo el mundo pueda recordar.
Abre la puerta del garaje de su casa de Silicon Valley porque necesita ver el sol después de dos días trabajando non-stop. Su compañero Wozniak está sentado en la acera con una manzana en la mano. El tío está de foto. Tiene una resaca importante. Wozniak le da un mordisco a la manzana y, tras percatarse de la presencia de Steve, se la ofrece en plan Edén. Steve sale corriendo hacia el garaje sin mediar palabra. Wozniak, confuso por la situación, devuelve en la acera. Su estómago no está preparado todavía para algo sólido.
Desayunó sin ganas. Ingirió los alimentos a la fuerza. Se sentía débil, le dolía horrores la garganta…
-Tendré Covid-. Pensó.- O acaso sea la desidia acumulada de años sin alegría-
Repasó la convivencia con Paco: ausencias, maltratos psicológicos, afrentas delante de extraños, poca o nada colaboración en casa…
Se pintó sus carnosos labios. – Aún soy hermosa- Dijo para sí.
Corrió escaleras abajo y se subió a toda prisa en el coche.
- ¡Llego tarde! No puedo creer que en estas fechas me vaya a poner enferma.-
A las ocho entró en el banco. Su corazón se serenó y comenzó a repasar los papeles del día.
Miró su reloj ¡Las diez!
Le dolía la cabeza, la garganta era papel de lija.
De vuelta a casa a media mañana, se sentía vulnerable, infeliz. Subió las escaleras, mimosa, desalmada. Llegó al dormitorio. Jadeos, olor a sexo.
-¡Maravilloso regalo de Navidad!-
Con tanto tedio como esfuerzo, subí por la escalera los muebles que pudieron salvarse.
Estaban despiezados con la sabiduría del carnicero; él, que tan bien sabe cómo sacar el máximo provecho a un cuerpo inerte. No menos extenuante fue trasladar una a una las cajas, repletas de libros pesadísimos. Historias ajenas, nunca releídas. Inútiles. Le siguieron las cacerolas, algún plato no roto del todo, la batidora y un puñado de cuchillos, además del par de copas frágiles con las que brindábamos. A todo busqué su sitio en el nuevo hogar. Postizo. Al terminar, agotado, repasé las fotos del móvil en un gesto de melancolía. Me topé con sonrisas y felicidad. Levedad. En su reverso, escondida al primer vistazo, personal y privada, la triste dedicatoria con cada razón que día a día me alejó de ti.
Aún respira, aunque envuelta en niebla. Recuerda a su difunto, siempre hecho un pincel, siempre cariñoso. Deja caer los párpados sobre sus ojos amarillos, exhala un postrer vaho, de almendras dulces. Y sencillamente, muere.
Treinta y nueve segundos después vuelve a abrirlos, ahora tan azules como lo fueron siempre. Gira la cabeza y su difunto, sentado en la cama junto a ella con un clavel intemporal en el ojal, le acaricia la mano.
- No sabía que la muerte te devolvía tanta felicidad – le dice.
- El amor bien vale una muerte. – responde él.
¡Acaban de darme la mejor noticia de mi vida! El zoo que dirijo va a recibir dos ejemplares de la especie en extinción más increíble que existe, la cual dábamos ya por desaparecida.
¡No sabría explicar la emoción que siento! Después de años buscándolos, por fin dimos con una hembra y un macho de esta especie. Hallaremos la manera de reproducirlos y los educaremos para que no lleguen de nuevo al borde de la autoextinción. ¡Debo contactar con ANDRO204L, para hacerle saber que hemos encontrado humanos!
Le abandoné en el ocaso de un brillante día de verano, sin mediar explicación.
Es cierto que aún le quería, por eso me faltó el coraje para decirle que había sido por su madre.
Mi suegra se interpuso entre nosotros dinamitando nuestra relación.
Tenía que verla, no esperaría más, quedamos en su casa, abrió la puerta y me abalancé con fuerza sobre ella ...
Destapamos nuestra oculta pasión recreándonos en nuestro amor.
Con los primeros rayos de luz, salí de la casa a hurtadillas, no pude evitar sentir cierto amargor.
Tal vez, no me invitarían más a una celebración familiar.
Estimado Sr. Cruz:
Por la presente le comunicamos que la dirección ha decidido extinguir la relación laboral que manteníamos con usted mediante despido, en virtud de lo establecido en el artículo 41.C del V Acuerdo Laboral de ámbito estatal para el sector de la hostelería, en concordancia con lo establecido en el artículo 40.3 de este acuerdo.
La razón que motiva el despido ha sido «hacer desaparecer, inutilizar o causar desperfectos en materiales, útiles, herramientas, [...] de la empresa.»
Como usted bien sabe, concretamente el pasado día 31.12.2021, sin conocimiento ni permiso de la empresa, hizo desaparecer un cuchillo modelo Santoku entre las costillas del, hasta ayer, encargado de sala, hecho que perjudica gravemente la estabilidad económica de esta empresa.
En vista de lo cual a partir del día 7 de julio de 2022 dejará de prestar sus servicios en esta empresa.
Sin otro particular, le saluda atentamente,
Marco Murcia.
Lee los microrrelatos del día 16 de julio
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