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Microrrelatos SUR III Premio Pablo Aranda: textos del 23 de julio

Microrrelatos SUR III Premio Pablo Aranda: textos del 23 de julio

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Domingo, 23 de julio 2023, 00:15

  1. María Eugenia Aguilar

    Paisaje con sol jugando entre nubes

Un gato medio aplastado. El viajero lo esquiva. Llega a la ciudad. Abandona el vehículo y recorre las calles abiertas en canal. Le muestran sus entrañas.

Como los cadáveres despanzurrados secándose al sol. Porque, inexplicablemente, hoy también ha amanecido y el sol ilumina implacable cada rincón, se cuela entre los huecos de los edificios desbaratados. El viajero salta para evitar cascotes, basuras, cuerpos desmembrados que se amontonan a las orillas, donde deberían estar las aceras. No queda nada, no queda nadie.

Renace el recuerdo del gato. Sus ojos inocentes, aterrorizados lo persiguen.

Quizá solo las patas traseras rotas lo han retenido en la carretera ¿cuántos días? Regresa a buscarlo. Allí sigue, aún vivo. El calor ha fundido el alquitrán con sus cuatro patas. El viajero levanta una piedra con las manos. La deja caer para no ver más los ojos suplicantes. Llora. El sol se esconde entre nubes naranjas.

  1. Manuel González Seoane

    Naufragios

Lo primero en aparecer fue el teclado. Después, advirtieron que la resaca había ido abandonando en otras zonas de la playa diferentes piezas del piano.

Cuando creyeron haber rescatado todos los trozos, lo ensamblaron como buenamente pudieron y tomaron la decisión de instalarlo en la taberna.

Como nadie sabía tocarlo, al principio, durante aquellas noches interminables de alcohol y nostalgia, se contentaban con evocar sin más las melodías que habían significado algo importante en sus vidas. Por fortuna, la marea no tardó en depositar sobre la arena el cuerpo del que, sin duda, era el pianista. De inmediato fue trasladado también a la taberna. Esa misma noche pudieron escuchar, por primera vez, la música que los acompañaría ya para siempre.

  1. Ramón Muñoz-Chápuli Oriol

    No era yo

Ha sido la peor experiencia de mi vida.

Acababa de salir del jacuzzi. En el espejo empañado del cuarto de baño sorprendí la mirada de un desconocido. Me giré, derribé el taburete, cubrí instintivamente mi desnudez. No había nadie detrás de mí. Mi corazón latía con violencia. Me volví hacia el espejo tratando de convencerme de que había sido una sombra, distorsionada por el vaho. Pero no, allí seguía. Un extraño, semicubierto por un albornoz idéntico al mío. Pensé en correr hacia el dormitorio y despertar a mi mujer, pero temí asustarla y que sus gritos alertaran al servicio. Finalmente, algo más calmado, levanté un poco la mano derecha. El desconocido imitó el gesto. Pero no, aquel individuo hastiado y triste del espejo no era yo, no podía ser yo, aquel yo de los antiguos ideales, la vocación postergada, el altruismo olvidado, los sueños, los sueños, los sueños siempre aplazados...

  1. Federico Romero

    La aventura de ese día

Desperté ese día con mentalidad de propietario de mi tiempo. Aparecí en la sala del cercano Colegio con la papeleta preparada. Y antes de depositar mi voto en una urna vacía, fui invitado a ocupar una de las sillas del otro lado de la mesa. ¿Invitado o conminado? Da igual. Las ausencias de los obligados, habían convertido mi jornada en una prestación social forzosa, bajo el ineludible dominio de la ley. Y entonces descubrí que debía transformarme en un explorador de semblantes. Que debía ser un aventurero dentro de un castillo kafkiano de calor agobiante. Al salir, el fresco de la tarde acudió en mi auxilio. Un niño observaba las hormigas de un seto. Aprendí la lección. Al día siguiente debería emprender mi nueva aventura.

  1. Public

    Público

Nuestros mundos opuestos de yo, hijo de jornalero y tú, Cayetano de colegio privado con piscina; sólo se encontraban en el club de fútbol de la ciudad, donde tú y tus amigos os burlabais de mi dislexia mediante bullyng, hasta hacerme caer en una depresión que perdura hasta hoy.

Tres décadas más tarde, nos hemos encontrado en la sala de espera de psiquiatría esperando consulta.

- Te voy a suicidar, amigo…

Sonríes como aquel huraño y engreído adolescente de antaño, con los dientes carcomidos por sustancias ácidas que te han hecho venir a este hospital público por drogodependencia.

- Hombre! Todavía «copos» es «pocos»? Y «certero» es «tercero»?

Y mientras mi corpulento cuerpo se lanza sobre tu enclenque envase carnal, me da tiempo a gritar:

- Ya no tengo dislexia! Lo público funciona!

  1. Antonia Fortes Muñoz

    Sentimientos por una semilla

Solo tengo que preparar la tierra, mojarla bien, hago un agujerito y te meto en él, te cubro ligeramente y espero muchos, pero muchos días sin dejar de vigilar la humedad y ¿sabes lo que siento cuando veo emerger la plantita de tus entrañas? mucha Satisfacción y Orgullo.

  1. Esther Schwarzmann

    El ciber encuentro

Encendió su portátil y allí estaban esperándola impacientes todas esas palabras románticas en negrita y fuente gótica, perfectamente alineadas.

Conocía cada lunar visible en la fotografía y ese mechón rubio despeinado a propósito, cayendo sobre la ceja izquierda dándole ese toque viril que la volvía loca.

Hoy era el día..por fin lo vería en cámara tras seis meses de chateo intenso y sensual que cada noche desde ese día 3 de Marzo excitaba sus noches manteniéndola despierta.

Se había acicalado minuciosamente para el virtual encuentro, había ensayado mil veces que postura poner para mostrarle su mejor perfil y de qué manera exageraría el tono de voz para hacerla más ronca y sexy.

Estás preparada cariño mío?… preguntaron las palabras escritas brillando radiantes en el monitor.

Claro corazón! escribió sonrojándose ella..

Entonces al otro lado de la pantalla apareció la cara sonriente….de una bellísima mujer.

  1. Loreto Perera García

    Mi secreto

Estoy esperando el micro azul del colegio. Mi madre ha juntado los pies para que me siente sobre sus empeines y no ensucie el uniforme. Tengo cuatro años y dos gruesas trenzas marrones. Ella treinta y siete y una cara muy desgastada. Me entretengo observando los zapatos habladores de los transeúntes, ¡cuántas historias! De pronto, escucho a la vecina que sale, se acerca, me saluda con voz de quícara jabada y me aprieta los mofletes. Me estampa un beso y su bigote me pica, siempre pica. Llega el micro y me despido de mi madre con una congoja impertinente. No quiero dejarla, deseo rescatarla de su resignada vida, pero me empuja hacia el interior del transporte y vuelve a casa. Me siento junto a la ventana mientras imagino que la abrazo y le susurro que he descubierto cómo enseñarle a columpiarse sobre su triste vida.

  1. Alejandro González de la Osa

    Puta Cana

Hoy he viajado a Puta Cana. Frente a mi espejo, a primera hora de la mañana, en vuelo directo. Ha sido un autorregalo, un pequeño capricho corporal por mi treinta cumpleaños.

Al contemplar aquella fina línea blanca, una playa de arena virgen en mi sien, he vuelto a conectar con la naturaleza, la vida y el tiempo. Un todo incluido vital que ha pasado por mis ojos a gran velocidad, recorriendo los grandes hitos de mi existencia.

Se puede decir que el viaje me ha cambiado por completo. Mañana mismo hago las maletas y pongo rumbo a la peluquería.

  1. Marta Aparicio Rodríguez

    El Monstruo

El día de la tormenta me escondí en el armario. Antes de que papá encendiera la luz, el monstruo me dijo que los papás no existen.

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