Ser vegetariano, en sus diferentes opciones, es uno de los estilos nutricionales más de moda en los últimos 20 años. Ya vemos que para ser una moda aguanta bien el tipo y eso es una buena noticia para sus seguidores.
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La nutrición es complejísima. La ... infinidad de interacciones que se producen no pueden ser intuidas de forma previa en laboratorio. En consecuencia es necesario estudiar durante un cierto tiempo a individuos que hayan adoptado dichas pautas alimentarias para poder comprobar sus consecuencias a medio y largo plazo desde el punto de vista fisiológico. Obviamente, hablamos de dietas sanas, sobre el papel, diseñadas con criterios científicos y no de ocurrencias pseudocientíficas tipo «la dieta de la piña». Estas últimas no necesitan ningún sesudo estudio para confirmar el disparate que suponen.
Desde un inicio no ha estado exenta de polémica. Su vinculación a movimientos culturales, políticos o, incluso, religiosos. Ha intoxicado el debate puramente técnico.
Desde el punto de vista estrictamente científico también ha generado importantes dudas. No podemos olvidar que somos animales omnívoros, es decir, oportunistas. Evolucionamos para poder comer de todo y esta ha sido una de las razones esenciales de nuestro éxito como especie.
Los principales recelos siempre han residido en la incertidumbre de poder completar de forma satisfactoria toda la amalgama de nutrientes que necesitamos. En especial con micronutrientes como la vitamina B12, el hierro y el calcio. Y macronutrientes como las proteínas donde no siempre estuvo claro que se pudiera completar un buen perfil de aminoácidos.
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La vitamina B12 debe ser suplementada en vegetarianos estrictos, aquí no hay mucho debate. Pero con el hierro y el calcio si se pueden hacer combinaciones de alimentos que completen los niveles necesarios. Es cierto que el hierro de origen vegetal «no hemo» se absorbe con más dificultad pero esto no ha redundado en una mayor tasa de anemia en las personas veganas que en el resto de la población, entre otras cosas porque el cuerpo se adapta y es capaz de mejorar la tasa de absorción. Con el calcio deberán tener especial cuidado los vegetarianos estrictos para que en su día a día no falten los frutos secos, las legumbres y crucíferas como el brócoli o la col.
En el caso de las proteínas hay pocas dudas de que las de origen animal tienen una gran combinación de aminoácidos, pero esto no quiere decir que con los alimentos de origen vegetal no se puedan conseguir. Todo dependerá de su mezcla para, por ejemplo, evitar la carencia de metionina en las legumbres o de lisina en los cereales, combinándolos a lo largo del día o en platos históricos como los garbanzos con arroz.
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Vemos que las dificultades son muy salvables pero se trata de una dieta que debe ser planificada por un especialista para evitar meteduras de pata metabólicas. A cambio esta opción puede tener numerosas ventajas desde el punto de vista fisiológico e incluso para el medio ambiente.
Los beneficios en nuestra salud asociados a esta dieta son notables y con un importante armazón de literatura científica sosteniendo dichas afirmaciones. Beneficios en nuestra salud cardiovascular, disminución del riesgo de padecer numerosos tipos de cáncer, reducción en la probabilidad de padecer diabetes tipo II o un mejor control de peso.
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En cuanto a su repercusión en el medio ambiente podemos decir que es uno de sus principales baluartes. No podemos olvidar que la ganadería es el 2º sector que más gases de efecto invernadero emite, aproximadamente el 18%, después del transporte (que representa un 22%). Lo que ponemos en el plato no le sale gratis a la naturaleza. Por ejemplo obtener un kilo de carne de ternera, cerdo o pollo conlleva propagar 27, 4,8 y 3,5 kg de CO2 respectivamente.
Una nueva investigación profundiza en las ventajas que puede tener este tipo de alimentación en nuestra microbiota.
Una persona adulta sana alberga 100 billones de bacterias, sobre todo en el colon, de unas 1000 especies diferentes. Si las pesáramos supondrían unos 2 kilos y de su buen comportamiento y composición depende, en gran medida, nuestra salud.
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La flora intestinal es responsable de funciones como la producción de factores de crecimiento y vitaminas, la Vitamina K (esencial para la coagulación) y algunas vitaminas del Grupo B.
También contribuye a la estimulación del sistema inmunológico, la inactivación de toxinas, la reducción de lípidos sanguíneos, el ahorro de energía y el efecto barrera frente a gérmenes patógenos. Muchos científicos consideran que el efecto barrera es vital, bloqueando hasta un 70% de posibles infecciones.
La influencia de la dieta en estos 100 billones de bacterias es fundamental. Recordemos que viven al final del tubo digestivo de forma que solo les llegará aquello que no hayamos absorbido en los tramos anteriores, es decir, fibra en gran medida.
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De forma que las dietas ricas en fibra serán las que favorezcan su salud y diversidad. Un reciente estudio liderado por la doctora Hana Kahleova, del (PCRM) en Washington, tenía por objeto evaluar el efecto de una dieta basada en plantas sobre la composición de la microbiota intestinal, el peso corporal, la composición corporal y la resistencia a la insulina en adultos con sobrepeso sin antecedentes de diabetes.
Las conclusiones parecen de lo más contundentes «hemos demostrado que una dieta de origen vegetal provocó cambios en los microorganismos intestinales que se asociaron con la pérdida de peso, la reducción de la masa grasa y el volumen de grasa visceral, y el aumento de la sensibilidad a la insulina «.
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El estudio también añade que «el cambio principal en la composición del microbioma intestinal se debió a un mayor contenido relativo de bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta que se alimentan de fibra. Por lo tanto, el alto contenido de fibra dietética parece ser esencial para los cambios observados en nuestro estudio.»
Sin duda queda mucho por profundizar y analizar pero las conclusiones, hasta ahora, no pueden ser más prometedoras.
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