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Fallos en el diseño del cuerpo humano

No somos la especie que mejor ve, ni la que más corre. Tampoco tenemos el oído más agudo, las temperaturas extremas no las llevamos bien y tenemos un olfato bastante mediocre

Lunes, 31 de enero 2022, 00:05

Desde nuestra posición de máximo depredador del planeta Tierra tendemos a venirnos arriba y pensar que cada célula, tejido u órgano que nos compone es la quinta esencia del mundo natural. Es cierto que somos la especie que más ha alterado el ecosistema global y ... reproductivamente todo un éxito, en términos numéricos, aunque desde el punto de vista del equilibrio medioambiental podríamos utilizar sustantivos como plaga. Pero si hacemos una comparativa con respecto a nuestras habilidades, la realidad nos empieza a poner en nuestro sitio. No somos la especie que mejor ve, ni la que más corre. Tampoco tenemos el oído más agudo, las temperaturas extremas no las llevamos bien y tenemos un olfato bastante mediocre.

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Un mal diseño

Admitámoslo, no estamos bien diseñados. Aunque utilizar el término diseño nos situaría en tesis creacionistas. Ya saben, Génesis 1-27: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó».

Nada más alejado de la ciencia y la realidad. Además, un Dios todopoderoso, que nos crea a su imagen y semejanza, no habría podido cometer los errores que manifestamos en nuestra estructura y metabolismo.

¿A quién le echamos la culpa? Sin duda, a la evolución. La evolución es como una manta corta: si la estiras para taparte los hombros, se te quedan fríos los pies.

Un ejemplo podría ser la capacidad de regular la temperatura de los mamíferos. Un gran salto evolutivo con respecto a reptiles. Esta nueva habilidad nos permitía colonizar nuevos ecosistemas y que nuestra actividad no dependiera de la temperatura ambiente, pero tenía un enorme gasto calórico y nos obligaba a comer diariamente varias veces. Recordemos que, por ejemplo, un cocodrilo puede estar meses sin comer.

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Fallos por todos lados

Somos el resultado de 3.800 millones de años de evolución. Cada uno de nuestros órganos es una auténtica maravilla. El hígado, por ejemplo, realiza más de 500 acciones metabólicas diferentes, muchas de ellas simplemente espectaculares desde el punto de vista químico. Pero eso no quita para que existan estructuras o tejidos que no lo hacen bien o simplemente no están dónde debieran o cómo debieran.

Ponerse de pie

Este es uno de los mayores hitos de la evolución humana. Nos permitió liberar las manos y poder manipular los objetos que nos rodean. Eso, en asociación con un cerebro hiperdesarrollado, ha cambiado el planeta.

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La bipedestación es de los mayores logros, pero también de los que más peajes se ha cobrado. Los eternos dolores de espalda que sufrimos la inmensa mayoría de nosotros es una muestra de que nuestra columna vertebral no termina de adaptarse a esta nueva posición. El estrechamiento de las caderas produjo la reducción del canal del parto, dando lugar a nacimientos muy dolorosos y a bebés prematuros completamente dependientes. La posición erguida tampoco le va bien a nuestras rodillas: los meniscos parece que no estén diseñados para durarnos toda la vida. Es raro la persona que alcanza la vejez con uno medianamente potable.

Respirar y comer

Compartir una misma estructura para respirar y comer supone un ahorro tisular, pero las posibilidades de que se produzcan errores no son pequeñas. La faringe tiene una labor complicada que en ocasiones es incapaz de realizar. Nos sorprendería la cantidad de muertes anuales que se producen por atragantamiento. Ya saben, uno no se puede reír mientras come.

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Nos gusta la variedad

Para comer nos gusta la variedad. Sí, somos unos animales que necesitan una dieta variada. Hay animales que prácticamente son carnívoros al 100% (el lobo) y otros que solo se alimentan de una planta (el oso panda con el bambú). Nosotros no nos podemos conformar con un único alimento, necesitamos un poco de todo, lo cual no es necesariamente malo. Somos más adaptables y oportunistas.

Aunque hay cosas que no se entienden. Casi todos los animales producen su propia vitamina C. Nosotros somos capaces de realizar todo el proceso excepto el último paso por carencia de un enzima. Recordemos los problemas que el escorbuto ha acarreado a lo largo de la historia. Que le pregunten a Magallanes y Elcano.

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Más propensos a determinadas enfermedades

La ubicación de nuestra cavidad nasal no nos proporciona un correcto drenaje, algo que se traduce en una proporción mucho mayor de resfriados que otros mamíferos superiores.

Las enfermedades autoinmunes también son fruto de una incorrección genética: las células atacan a su propio organismo. Por no hablar del cáncer, otra deriva genética de la división celular que todavía estamos tratando de entender.

Faltan y sobran dientes

Por un lado, tenemos un tercer molar (la muela del juicio) de nuestro pasado evolutivo que no tiene sitio en nuestra actual mandíbula, lo que genera molestias, caries y desplazamiento de otras piezas.

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Por el otro, solo reponemos nuestras piezas dentales una vez en la vida. Algo claramente insuficiente para una esperanza media de vida de 80 años. La evolución no ha sido capaz de corregir todavía este déficit y es que pesan demasiado los cientos de miles de años donde alcanzar la treintena era todo un logro.

Como vemos, los ajustes evolutivos no han terminado en la trepidante aventura evolutiva de transformar primates arborícolas en humanos modernos. Pero tampoco podemos decir que llegará un momento donde estas adaptaciones concluirán. La evolución es un proceso continuo donde el azar y la selección natural van moviendo sus fichas. Hace 3.800 millones de años que empezó la vida en la Tierra y al sol le queda todavía la mitad de su combustible. ¿Quién sabe hacia dónde nos dirigimos evolutivamente hablando?

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