Los hongos pertenecen a un reino diferente al de las plantas o los animales. Y es así por méritos propios. Los más conocidos se pueden confundir con las plantas. Están fijos al terreno y parecen crecer de una forma similar. Pero nada de eso, de ... hecho son más cercanos a los animales por dos razones incuestionables: su forma de alimentarse y una de las proteínas más importantes que generan. Por un lado necesitan sustancias orgánicas como los animales, ya que no son capaces de generarlas como hacen las plantas con la fotosíntesis. Por el otro, hablamos de la quitina, una proteína estructural que es la misma que utilizan los artrópodos para formar sus exoesqueletos, muy alejada del polisacárido utilizado por la planta: la celulosa.
Publicidad
Estos seres vivos llevan en nuestro planeta más de 1.500 millones de años. Esto los convierte en un anciano venerable que se las sabe todas. Algo que descubrió Alexander Fleming con la penicilina. Tenía lógica que después de cientos de millones de años pegándose con las bacterias hubieran desarrollado armas formidables, los antibióticos.
Pero su conjunto de trucos no acaba ahí. Muchos de ellos son saprófitos, de forma que reciclan los componentes orgánicos en inorgánicos para que puedan volver a ser utilizados por las plantas. Son los protagonistas de los procesos fermentativos más famosos de la alimentación (vino, cerveza, quesos…). Pueden actuar de forma simbionte con las plantas para, por ejemplo, fijar el nitrógeno atmosférico. De hecho esta relación con las plantas va mucho más allá llegando a condicionar la existencia de muchas de ellas.
Sí, lo sé. También hay hongos parásitos que nos fastidian el jamón de york o las uñas de los pies. Es lo que tiene estar tantos años en el planeta, que acabas diversificando las tareas.
Existen unas mil especies de setas comestibles aunque todas son importantes. La razón es que este tipo de hongos se dedica a reciclar la materia muerta del bosque, una labor fundamental para lo que ahora llaman economía circular y que los seres vivos llevan practicando cientos de millones de años.
Publicidad
Lo primero que habría que recordar es que la seta no es el ser vivo, es solo su fructificación necesaria para expandir sus esporas. El verdadero ser vivo está bajo tierra y es un entramado verdaderamente complejo de filamentos llamado micelio. Esta es la razón de por qué no debemos arrancar las setas, sino cortarlas con cuidado para dejar intacto el micelio. Vemos que el ser vivo es un pequeño grupo de filamentos, así que los aficionados a las setas se pueden llevar una decepción. Realmente no tiene porqué. De hecho, el organismo más grande del mundo conocido hasta ahora es un hongo de miel (Armillaria ostoyae) hallado en un bosque en las Montañas Azules de Oregón (EE UU) que cubre una superficie de 8,9 kilómetros cuadrados, con un peso de unas 650 toneladas y una antigüedad calculada en 2.400 años.
Las setas no tienen grasas y apenas hidratos de carbono, por lo que su contenido calórico es casi insignificante. El nivel del macronutriente que nos falta sí es destacable. El contenido en proteínas puede ser interesante por su perfil de aminoácidos, pero donde realmente destacan las setas es en los nutrientes no calóricos: minerales (fósforo, hierro, potasio, yodo, magnesio o selenio) y vitaminas (B, C y D), sin olvidar (polisacáridos, polifenoles y carotenoides). Todo esto las hace más que interesantes en una dieta sana con actividades antiinflamatorias y antioxidantes nada desdeñables.
Publicidad
Cuando escuchamos hablar de estas propiedades es normal preguntarse si esto se cristaliza en alguna consecuencia beneficiosa mesurable y si hablamos de propiedades antiinflamatorias el cáncer es un objetivo prioritario a investigar y lo cierto es que sí se ha estudiado. Nada menos que desde 1966 en 17 estudios hasta el año 2020 y con casi 20.000 pacientes controlados. Recientemente se ha publicado un metanálisis que compila los resultados. Uno de los autores afirma: «En general, estos hallazgos proporcionan evidencia importante de los efectos protectores de los hongos contra la enfermedad». De hecho, llegan a establecer hasta reducciones del 45% en el riesgo de padecer cáncer dependiendo de su consumo.
La cosa no acaba aquí. Recientes investigaciones anticipan importantes contribuciones en la protección de nuestra microbiota, la reducción de la muerte súbita, la disminución del deterioro cognitivo o la mengua de los síntomas de la depresión.
Publicidad
Este espectacular ramillete de virtudes solo parece el comienzo de una prometedora cartera de valores. Así que pocas cosas mejores que invertir en estos frutos del otoño cuyas propiedades organolépticas parecen menores al lado de las relatadas, pero que pueden ser pura delicia cocinadas con un mínimo criterio.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.