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Lleva 18 años en la mina. Jugándose la vida a diario a 700 metros de profundidad. Es su forma de vida, y no la cambiaría «por nada del mundo». Prefiere no decir su nombre, porque quiere que todo el protagonismo sea de la Brigada de Salvamento Minero. Un equipo con ocho integrantes de este grupo de élite acometerá la galería que llevará hasta el pequeño atrapado en el interior de un pozo a más de 70 metros de profundidad en lasierra de Totalán. Él lo tiene claro: «Los de la brigada nunca dejaron a nadie en la mina y harán lo mismo con Julen».
Explica que ahí, bajo tierra, en las minas asturianas, están siguiendo muy de cerca el rescate del menor: «Cada vez que alguien llega a trabajar, lo primero que hace es preguntar cómo evolucionan los trabajos y si alguien tiene alguna novedad sobre lo que ha ocurrido en las últimas horas». Celso González, de 58 años, también sigue de cerca todas las noticias que se van publicando sobre el caso de Julen. Jubilado desde 2005, perteneció durante 13 años a la brigada, donde era el responsable de mantenimiento de los equipos: «Si hay alguien capaz de sacar al niño de ahí, son ellos».
Celso entró con 22 años a trabajar en el pozo Fondón (una emblemática explotación minera situada en el entorno Del Río Nalón), dedicado a las labores de arranque (extracción) del carbón. Diez años más tarde, tras el incendio del pozo Mosquitera (enero de 1990), donde murieron cuatro mineros, Celso se incorporó a una brigada de salvamento que, justo en ese momento, tras el accidente, empezaba a modernizarse. «Yo tenía formación en electricidad y buscaban a alguien que se encargara del mantenimiento de los equipos», explica el rescatador.
En el ADN de los mineros está el compañerismo. «Por su formación, el minero puro, si tiene que rescatar a un compañero, lo va a rescatar él mismo por orgullo. La brigada entra en acción cuando el ambiente es irrespirable o la zona, inaccesible. Tras el incendio del pozo Mosquitera, se dieron cuenta de que había cierta necesidad de equipamiento. Vinieron equipos nuevos. Yo entré justo ahí, así que he vivido la modernización. Hacemos cursos de escalada, de buceo…».
Dice Celso que en los rescatadores compaginan un mes de trabajo en el pozo y otro en la brigada, donde siguen una rutina de cursos, entrenamiento y convivencia. «No se pueden permitir el lujo de dudar a la hora de usar la maquinaria, de ahí que ese mes sea todo de aprendizaje». Celso era el encargado de preparar todas las herramientas y equipamiento que usan sus compañeros. «Nosotros usamos circuitos de aire cerrado, que permiten una mayor autonomía (cuatro horas) que los abiertos, que son los que usan los bomberos», aclara. El circuito cerrado les permite reutilizar el mismo aire, que pasa por un «cartucho» que retiene en anídrido carbónico y deja pasar el oxígeno, por lo que los compañeros pueden seguir trabajando más tiempo en condiciones de altos niveles de toxicidad.
Celso, que conoce bien el carácter de los rescatadores, asegura: «Tienen que estar deseando entrar, estoy seguro. Deseando». Aunque jamás han tenido una intervención de estas características, afirma que para la brigada esta actuación entra dentro de lo habitual: «Si hay alguien capaz de llevar a cabo un rescate así, son ellos». En la mina, los efectivos de esta brigada son «héroes», los «ángeles de la guarda» de todos aquellos que se juegan la vida a diario. En Totalán, también.
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