Secciones
Servicios
Destacamos
El Homo Sapiens siempre se ha hecho preguntas, quizás sea la característica que más nos humaniza. Pero la forma de responder a esas preguntas es lo que nos ha permitido, históricamente, avanzar o retroceder. Monopolizar las respuestas siempre fue codiciado por los más poderosos ... y nada mejor que dar soluciones mágicas a aquello que no se puede explicar de forma evidente. Inventar todo tipo de deidades y generar una clase sacerdotal que controle el diálogo con el dios de turno ha sido consustancial a nuestra historia evolutiva. La razón es clara: no hay mejor forma de conjugar el deseo de saber con el control de la población.
Desde los tiempos de Galileo esto empezó a cambiar. Aparecieron una serie de inconformistas que no aceptaban, sin más, las respuestas mágicas. Estas debían de ser contrastadas a través de la experimentación y publicitadas para que otros pudieran corroborar la validez de dichas afirmaciones. Era el nacimiento del método científico. Si el cuestionamiento de los misterios de la vida es lo que nos define como humanos, el método científico es lo que nos permite avanzar como sociedad.
La diferencia entre el Medievo y la actualidad solo puede entenderse a través de un proceso, aparentemente simple, donde la hipótesis planteada, tras la observación de un determinado fenómeno, debe demostrarse por medio de la comprobación empírica y su publicación para que dicha demostración pueda ser fiscalizada por la comunidad internacional. Una vez obtenida una determinada certeza científica esta nunca se considera un dogma puesto que siempre es susceptible de revisarse ante la aparición de nuevas evidencias.
Este proceso mejoraba de forma evidente el método anterior. Este sistema compartía los dos primeros pasos: observación de un hecho y planteamiento de la correspondiente hipótesis. Aunque la hipótesis era en realidad la verdad oficial inmutable dictada por alguien desde un púlpito de poder. Cuestionar aquella respuesta era, en el mejor de los casos, imprudente y a falta de argumentos sólidos para su aceptación esta debía ser sustentada por un brumoso concepto, la fe.
Obviamente no hay color entre un método y otro, lo sorprendente es que en pleno siglo XXI justo cuando más se están vaciando las iglesias la fe no para de escalar posiciones.
Hoy en día el método científico está más perfeccionado que nunca. La globalización permite que la comunidad científica este continuamente conectada, de modo que la afirmación de un laboratorio en Canadá puede ser comprobada, en días, por una universidad de China. Las certezas científicas, en la actualidad, son sostenidas por centenares o miles de estudios que llegan a las mismas conclusiones. Renovándose o reformulándose puntualmente con nuevos descubrimientos o aportaciones. Se trata, sin duda, del mejor sistema de certificación de la realidad que ha existido nunca en nuestra historia y de los pocos refugios donde la humanidad puede cobijar su confianza.
Pero, paradójicamente, vivimos tiempos donde la ciencia se encuentra constantemente cuestionada y atacada. Podríamos pensar que quien se atreve a ir contra uno de los mayores logros de todos los tiempos lo hará con un procedimiento superior, pero nada de eso. Se trata del viejo sistema donde alguien con cierto poder mediático plantea una hipótesis como verdad absoluta y no solo no aporta ninguna prueba, sino que contradice las existentes por muy abrumadoras que estas sean. Cabe preguntarse cuál es el sofisticado método utilizado para rebatir la verdad científica avalada por miles de especialistas. Pues una especie de saco sin fondo al que le cabe todo: la conspiración.
Todavía chirrían las imágenes del centro de Madrid con cientos de individuos negando la existencia de un virus que ha segado la vida de infinidad de personas. Estos seres que consiguen mantener la bipedestación confían en las afirmaciones que esputan ciertos famosetes o youtubers, con la misma solvencia intelectual de un paramecio, pero niegan las conclusiones de miles de microbiólogos de todo el mundo porque, sin duda, estos estarán conspirando para controlar la humanidad.
El cambio climático es otro campo abonado para los negacionistas sin sustento científico. Da igual los miles de estudios aportados para las instituciones científicas más solventes del mundo. Que sea uno de los temas que más consenso genera en toda la comunidad científica y que las pruebas sean abrumadoras. Todo esto consigue ser cuestionado, para miles de personas, con el argumento de una conspiración mundial a favor de determinados núcleos de poder. Eso es suficiente para echar por tierra uno de los esfuerzos intelectuales más formidables que han existido.
La nutrición es otra disciplina científica donde las medias verdades y las ocurrencias encuentran un ecosistema favorable. Aquí nos encontramos con multitud de afirmaciones avaladas por sesudos personajes ataviados con bata blanca que sentencian según qué idea contrastada por sus propias observaciones o estudios que nunca han publicado y que, sorprendentemente, generan miles de acólitos que ignoran la existencia de verdaderos estudios científicos que apuntan en sentido contrario.
- Los lácteos no se pueden tomar después del destete puesto que nuestro cuerpo no los metaboliza bien: la idea puede tener algo de lógica, pero los estudios científicos han demostrado que no es así. Sin embargo miles de personas no consumen este tipo de productos aceptando la bobería de que esos estudios (cientos a nivel internacional) están manipulados por la potente industria láctea. Tampoco existen estudios que avalen su comportamiento alimenticio pero eso es una menudencia sin importancia.
- Los zumos verdes son depurativos: en este caso no es necesario ningún estudio científico, tan solo tener claro los conceptos fisiológicos que se dan en 3º de la ESO. Lo que depura nuestro organismo son órganos como el hígado o el riñón a través de complejas rutas bioquímicas. No hay problema, unos cuantos se están haciendo de oro vendiendo licuados de espinacas con apio a los que, además, les otorgan propiedades oxigenantes, ¡toma ya!
- El gluten es malo siempre: Da igual que la celiaquía sea una enfermedad profusamente estudiada, un indocumentado con buena labia es suficiente para poner boca abajo el consumo de esta proteína.
- Alimentos milagro: Sale gratis otorgar todo tipo de propiedades cuasi mágicas, eso sí, el producto en cuestión es conveniente que tenga un origen foráneo y exótico nombre. Lo de menos es que no existan estudios científicos que avalen su hagiografía.
Estos son solo unos ejemplos del marasmo en el que nos movemos donde afirmaciones sin el más mínimo respaldo científico compiten de igual a igual con certezas que solo se han alcanzado tras seguir el método que nos consiguió sacar del barbarismo y las tinieblas. Umberto Eco ya lo denunció hace años «las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.