El fallecimiento de Pau Donés y Carlos Ruiz Zafón, tras padecer durante años el temible cáncer de colon, ha causado un profundo impacto en la sociedad española. Ambos obituarios han trascendido el círculo más cercano de los difuntos por la relevancia de los mismos, ... pero también por su juventud. Los que por desgracia conocemos el terrible pesar que supone la pérdida de un familiar cercano con apenas los 50 años cumplidos a causa del cáncer podemos dimensionar la transcendencia de semejante tragedia.
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El cáncer es traicionero y taimado; básicamente, es un problema celular al que, en muchas ocasiones, solo podemos dar una respuesta tisular (a nivel de tejidos). La etiología del cáncer, es decir, las causas de su origen son variadas. El condicionamiento genético juega su papel, pero también elementos como los factores ambientales o las revisiones médicas y aquí es donde la huella emocional que dejan este tipo de decesos puede tener su lado positivo si nos sentimos interpelados y revisamos nuestra forma de vida.
El cáncer de colon supone el desarrollo de células cancerosas en el tramo final del tubo digestivo. Los factores de riesgos son variados: antecedentes familiares, raza, afecciones intestinales inflamatorias… Es cierto que existen agentes sobre los que no podemos actuar, pero también son condicionantes muy significativos el tabaco, el alcohol o la obesidad, sobre los que sí tenemos margen de maniobra. Y tratándose del cáncer de colon un protagonista adquiere especial relevancia: la fibra.
Nuestro tracto digestivo es una espectacular cadena de desmontaje perfeccionada durante millones de años de evolución. Su labor es descomponer los alimentos en elementos que sean absorbibles por nuestro tejido intestinal. Así que, básicamente, se trata de ir separando en partes cada vez más pequeñas utilizando todo tipo de estrategias que podemos clasificar en actuaciones físicas o químicas. Dentro de las primeras pueden estar el triturado de los dientes o los enérgicos movimientos del estómago y en el apartado químico todo tipo de enzimas y algún ácido como el clorhídrico. A pesar de este impresionante arsenal, hay partes de los alimentos vegetales que salen relativamente indemnes y no pueden ser absorbidos. Esto podría parecer un fallo del sistema, pero no lo es en absoluto. A estos restos indigeribles es a lo que llamamos fibra.
La fibra soluble se disuelve en agua para formar un material gelatinoso que ralentiza la digestión, de forma que los azucares se digieren de forma más racional y muchas moléculas de grasa son atrapadas sin llegar a absorberse. Las consecuencias son que puede ayudar a reducir los niveles de colesterol y glucosa en sangre. La fibra soluble se encuentra en alimentos como la avena, los guisantes, las manzanas, los cítricos, las zanahorias, la cebada…
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La fibra insoluble promueve el movimiento del material a través del aparato digestivo y aumenta el volumen de las heces, por lo que es una gran ayuda contra el estreñimiento o la evacuación irregular. Esta se encuentra en los granos integrales, legumbres y en la mayoría de las verduras.
Ambos tipos de fibra contribuyen a que nos sintamos saciados por lo que son aliados naturales contra el sobrepeso.
El cáncer colorrectal es el tercer cáncer más común en todo el mundo. Alrededor de 1,4 millones de casos nuevos se registraron en 2018 a nivel mundial y se espera que en los próximos 15 años aumenten un 60%. Se trata de un problema de primera magnitud del que se saben muchas cosas y una de las evidencias es que existen pruebas sólidas de que el consumo de fibra dietética y granos enteros disminuye el riesgo de padecer cáncer colorrectal como así afirma la World Cancer Research Foundation en sus informes periódicos.
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Esencial
Un reciente metaanálisis publicado en The Lancet ha dejado claro el papel esencial de la fibra dietética y la importancia de cumplir con los requerimientos de 25 gramos diarios que recomiendan entidades como la FDA. La publicación ha revisado 243 estudios y llega a conclusiones difícilmente cuestionables: disminución del peso, la presión arterial, el azúcar y el colesterol en sangre. Notable reducción del riesgo de desarrollar (o morir de) diabetes, enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y cáncer de mama o colon.
El curriculum de la fibra es intachable y parece difícilmente superable pero lo cierto es que no queda ahí. Una de las implicaciones más importantes es la relacionada con la flora intestinal. Estos 100.000 millones de microorganismos de unas 400 especies diferentes se alimentan, precisamente, de fibra dietética y sus implicaciones en nuestra salud e incluso nuestro estado de ánimo son casi mágicas.
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