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Es la excusa perfecta para una excursión a Casarabonela o a Carratraca. Un buen plan para un domingo cualquiera de invierno de esos en los que se busca romper la monotonía sin necesidad de hacer demasiados kilómetros en la carretera. Tan solo media hora separa la capital de la Antigua Venta de San Antonio. Uno de esos sitios escondidos que te conquista cuando lo descubres y al que luego ansías volver. La presa ibérica de bellota a la sal de carbón es una de sus especialidades que no deja indiferente. No solo por la jugosidad de la carne que se logra con esta técnica. También por el punto de las verduras (y patatas fritas) que acompañan al plato de guarnición logrando que sea un bocado redondo. Todo un ejemplo de que una buena materia prima no necesita artificios.
La historia de este cortijo se remonta, según sus registros, al siglo XVI. Por entonces era una Casa de Postas y se dice que el propio Miguel de Cervantes hacía noche en ella en su ruta a Málaga cuando era recaudador de impuestos. Y es que antes de alumbrar El Quijote, el polifacético escritor hizo casi de todo. Desde servir como soldado a atender a cardenales en Roma o prestar servicios en la Hacienda Real de Felipe II. Y fue este trabajo el que, dicen, le traía a Andalucía (y a Málaga) allá por 1587 cuando consiguió un puesto de recaudador en Sevilla.
Levantada a los pies de la Sierra de las Nieves (carretera Málaga-Campillos, km. 32,5), la Antigua Venta San Antonio conserva intactos esos ecos de antaño. Desde la entrada de carruajes, al abrevadero o el patio de caballerizas. A día de hoy es un hotel rural con encanto, pero también un magnífico restaurante donde se puede ir simplemente a disfrutar de una buena comida tradicional sin artificios. A destacar su carta, con productos de temporada de kilómetro cero donde no hay trampa ni cartón, el foco se pone en la materia prima. Recomendable probar el guiso del día y saborearlo junto a la gran chimenea que preside su salón principal de paredes encaladas y techos de viga al más puro estilo cortijo andaluz.
Su cocina tiene el aval de estar gerenciada por el mismo equipo que dirige el afamado Restaurante Casa Paco de Coín. Platos típicos de la gastronomía andaluza y malagueña que se combinan con acierto con toques modernos y una cuidada puesta en escena en el emplatado. Muy recomendables también sus alcachofas o sus platos de cuchara del día. Una buena carta de vinos con referencias autóctonas pone la guinda.
El restaurante cuenta con opciones infantiles (algo que se agradece mucho cuando se va con niños) un salón privado, ideal para comidas y cenas de grupos reducidos, y un bonito patio tradicional andaluz que conserva elementos históricos originales del cortijo como un antiguo pozo central.
Para completar la excursión y que el día sea redondo, un buen plan previo pasa por visitar el casco antiguo de Carratraca (a 8 minutos en coche del cortijo) y, en caso de disfrutar del turismo activo, hacer la ruta de senderismo Ermita-Llanos de Arenalejos (se puede hacer con niños sin grandes dificultades). ¿Un plus? Visitar al inicio del sendero el Ayuntamiento de Carratraca, una singular edificación que fue residencia de Trinidad Grund.
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