El Málaga alcanza el objetivo de la permanencia sin ninguna gloria y con bronca final (0-1)

Triste colofón en casa en el peor momento posible. Aunque pasó ya el peligro. Se acabó la angustia, porque el Málaga se garantiza la permanencia tras una temporada caótica, con tres entrenadores y lejos de los objetivos marcados (al menos, mejorar la anterior clasificación, que fue la duodécima). Cayó ante un rival sin nada en juego en la mayor exhibición de su afición en los últimos años. Pero ahora aparecen más que nunca las preguntas, las incógnitas y, sobre todo, las dudas.

Con los deberes hechos, aunque sea por el 'demérito' de los rivales, la mirada no debe estar puesta sólo en la futura temporada y su planificación, sino en el análisis de lo que ha ocurrido esta campaña para tomar las decisiones que sean necesarias. Aunque no haya un proyecto, el plan a seguir sí tiene que ser claro, acertado y con cierta ambición. La fórmula de la supervivencia debe dejar paso a otra etapa menos lesiva para entidad, pese a que se mantenga intervenida y con un administrador judicial al frente (José María Muñoz).

En el mal partido del cierre, Guede mantuvo el plan de los últimos encuentros, apostando por un once que se ha ido renovando con el paso de las jornadas. El objetivo estaba claro: ganar a toda costa, sin mirar otros partidos. Pero en esta ocasión el arranque fue menos intenso, intentando no precipitarse. El dominio, sin embargo, era para los blanquiazules, pese a la incomodidad de la presión arriba del rival. El ritmo de los locales, abrumados al comienzo por unos graderíos casi repletos, era más bajo, con ciertos nervios en algunos jugadores.

Pese a todo, en el primer cuarto de hora el Málaga dejó claro que iba a por el partido en dos contraataques espectaculares. En el primero se quedó solo Vadillo, pero falló en el 'mano a mano' con el portero y tampoco acertó en el pase atrás para una segunda jugada. Y tres minutos después marcó Chavarría tras un gran pase de Luis Muñoz, pero el árbitro lo anuló por fuera de juego y el VAR lo confirmó, pero por poco. Luego se sucedieron otras acciones que pudieron convertirse en oportunidades frente a un Burgos sin nada en juego.

El Málaga, aunque se la jugaba, fue a menos y se alejó cada vez más del ataque, mientras que el Burgos, sin apretar en exceso, comenzaba a aproximarse con cierto peligro. De ahí que llegara una primera ocasión al estrellar el balón en un poste y poco después se adelantó en el marcador ante la frustración de un estadio casi lleno: Miguel Rubio recogió un pase dentro del área y batí a Dani Martín de un golpeo raso. Esta situación no estaba en el guión blanquiazul, pese a que en ese momento le valía cualquier resultado porque iban perdiendo también el Amorebieta y la Real B.

Era previsible que el Málaga cambiara el ritmo y su mentalidad tras el paso por el vestuario, pero no fue así. Con un juego cansino, atenazado por la responsabilidad y con pocas ideas, al equipo de Guede le costaba reaccionar. El cuadro visitante seguía a lo suyo y llegaba con cierto peligro. Los nervios, de hecho, se trasladaron también a la grada, donde comenzaron algunos pitos. El técnico argentino reaccionó pronto (ya había dado entrada a Víctor Gómez por Ismael) intentando refrescar el equipo y manteniendo la misma fórmula. Entraron Ramón, Roberto y después Sekou.

El cambio de rumbo no llegaba de ninguna forma. El Málaga dominaba, controlaba e intentaba profundizar, pero hacía menos daño del previsto. Con el filial Loren ya en el campo, los hombres de Guede buscaba a la desesperada ese gol que le abriera el camino de la remontada (la Real B estaba ya empatando en Huesca). Y llegaban algunas oportunidades para los locales, pero sin gran convicción y con escaso acierto. La angustia se mantuvo hasta el final, con un ojo puesto en Huesca, para confirmar una permanencia sin ninguna gloria y con una gran bronca final ante más de 25.000 malaguistas que pintaron a los suyos intensamente tras una nueva derrota (seis meses sin ganar en casa).