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El Málaga logró la permanencia mientras arreciaba una bronca de época, como no se recuerda, y cánticos contra los jugadores. El equipo fue incapaz de conseguir un mísero empate ante un Burgos que apenas ofreció más intensidad que contener y que encima recibió un gol ... de regalo. Sólo las derrotas de la Real B en Huesca (3-2) y el Amorebieta en Cartagena (5-0) permitieron asegurar la continuidad en Segunda en otra tarde para olvidar en La Rosaleda, donde se han sucedido hasta 12 encuentros seguidos sin vencer.
Agarrotado por los nervios, el Málaga fue incapaz de hilvanar juego en toda la primera parte frente a un rival sin intensidad y, lo que es peor, se dejó marcar un gol en un descuido impropio de profesionales, en una falta lateral sacada a ras de césped a la frontal del área pequeña sin la más mínima respuesta. Entre la falta de un director de juego y la incapacidad para sortear la presión del Burgos (que pasó de un 5-4-1 a un 3-4-3) comenzaron a aparecer los regalos en la salida de la pelota y las indecisiones por las bandas. El juego ofensivo era un cuello de botella, sin abrir el campo, que se antojaba excesivamente previsible.
Sólo los envíos en largo rescataron al Málaga, demasiado poco para un rival que apuntaló la zaga con tres centrales en previsión de un sistema con dos puntas (Chavarría y Vadillo). Precisamente ambos quebraron la línea muy pronto. El primero anduvo torpe en la resolución; el segundo, no, pero estaba en fuera de juego. Y casi sin quererlo, como por pura inercia, el Burgos comenzó a tener profundidad. Por fortuna, desde el minuto 18 la Real B y el Amorebieta ya perdían –encajaron los goles al mismo tiempo– y al filo del descanso recibieron un 2-0 más que tranquilizador para el malaguismo.
Guede no sólo no varió el sistema tras el descanso, sino que sus cuatro primeros cambios fueron de una pieza por otra. Empecinados en entrar por dentro, con Febas en funciones de extremo izquierdo que no le van, los jugadores malaguistas no encontraban la brújula. Mientras el Amorebieta y la Real B no ganaran en Cartagena y Huesca, hasta la derrota valía para lograr la permanencia. El primero se desplomó en Cartagonova en la segunda parte y recibió hasta tres goles más en otra tarde mágica del incombustible Rubén Castro. Uno menos en la pelea. Pero en El Alcoraz el filial donostiarra recortó distancias en el minuto 53 y con el 2-1 pasó a necesitar dos goles para mantener opciones y obligar al Málaga al triunfo.
La pausa de hidratación a un cuarto de hora del final hizo que La Rosaleda estallara en el ya habitual «¡Échale huevos!» mientras Guede, a la fuerza ahorcan, recurrió a Loren, ese futbolista ninguneado toda la temporada pese a la desesperante falta de gol y en la órbita del Madrid para su filial. De abrir el campo con extremos, nada. Mientras, la Real B apretaba con el empate a dos en el minuto 79 y embotellaba al Huesca... Los balones a la olla en La Rosaleda no encontraron más rematador que Sekou, ese espectro vestido de blanquiazul. La agonía comenzaba a ser insoportable. ¡Siete minutos de prolongación en El Alcoraz! La única celebración llegó tras el 3-2 del Huesca. El epílogo fue el rosario de cánticos en contra de un puñado de futbolistas que han hecho el ridículo. Fue la típica 'petardá' del Málaga, pero con una bronca histórica.
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