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¿Qué hace a un buen líder? A contestar esta pregunta se ha dedicado el actor, director y empresario malagueño Antonio Banderas en su intervención en el Congreso de Directivos CEDE, que se celebra hoy en Málaga con más de 1.400 asistentes. Lo ha hecho con humor, sinceridad y humildad en un discurso que ha despertado carcajadas y aplausos a partes iguales en un auditorio formado por la flor y nata del empresariado español. «Un líder moderno no es quien trata de imponer un criterio, una ideología, un sistema, una forma de pensar; no es alguien con carisma, encanto y gracia para atraer a otros como si se tratase del flautista de Hamelín; no es un héroe o un iluminado que lucha contra molinos de viento; un líder de verdad es un ser con la capacidad, simple y compleja a la vez, para hacer que aquellos que le rodean saquen lo mejor de ellos mismos», ha concluido.
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Y hablando de liderazgo, el intérprete ha destacado el que está ejerciendo su ciudad. «Hace mucho tiempo que Málaga se piensa a sí misma en grande, pero en los últimos años se ha pasado del pensamiento a la acción y esta ciudad se ve preparada ya para liderar. Cometeremos errores, sufriremos tropiezos, nos costará salvar algún obstáculo, pero esta Málaga sólo mirará atrás para coger el impulso necesario que nos catapulte hasta el futuro»; un futuro que muchos malagueños, entre los que se incluye, sueñan «esperanzador y, por qué no, brillante».
El intérprete ha prologado su discurso narrando con humor y fingida autocompasión la «vorágine» en la que está metido entre los festivales y promociones de 'Dolor y gloria' y los ensayos y trámites relacionados con la próxima apertura de su teatro en Málaga. «Lo del Óscar no lo sé, pero que tengo una nominación para entrar en el libro Guinness World Records, seguro», ha ironizado, confesando que tanto estrés le pasó recientemente la factura de un ojo «a la virulé» por una infección que le ha obligado a llevar gafas oscuras en actos públicos porque parecía «el fantasma de la ópera».
Banderas se ha psicoanalizado ante el auditorio, confesando que en su caso, el liderazgo tiene mucho que ver con los sueños y la locura. «Tras cada líder se esconde un soñador», ha apuntado. Y aunque es consciente de que para hacer realidad esos sueños es «importante que al final del camino veamos molinos, no gigantes», el actor malagueño ha reconocido que Don Quijote «ha sido, es y será uno de mis más amados héroes». Prueba de ello es que en un «alarde de esa locura soñadora» ha asumido «la quijotada de levantar una empresa teatral contra todas las voces que me aconsejaban no hacerlo y con la perspectiva financiera, no sólo de no ganar dinero, sino de perderlo». «Hasta ahora en esto último estoy triunfando plenamente», ha bromeado.
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El artista malagueño ha tenido palabras de reconocimiento para los «empresarios de verdad», ésos que miden su éxito «en el número de familias que contribuyen a mantener y no en los euros que ganan». En este punto, ha confesado que se emocionó recientemente en una comida con empresarios malagueños: «Son gente honesta y trabajadora que defiende la idea de que ser empresario es un privilegio que requiere integridad, ética y vergüenza», ha calificado, criticando que a los empresarios y emprendedores se les sitúe «en un espacio dedicado al vilipendio y la infamia».
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Banderas ha abundado en el fenómeno de los 'influencers' en las redes sociales'. «La mayoría de ellos son jóvenes y la mayor parte de esos mensajes, no todos, no están basados en valores sólidos, complejos y profundos, más bien juguetean sobre las superficie resbaladiza y cambiante de la apariencia exterior, de los cánones de belleza física y de las relaciones frívolas», ha recalcado. A su juicio, parte de este nuevo fenómeno «es la consecuencia clara de la falta de visión de nuestra generación por no haber sabido leer las necesidades de este universo nuevo en el que flotamos más bien perdidos, por no haber sabido comunicar valores basados en la capacidad de sacrificio, constancia y búsqueda de la excelencia».
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«En ese contexto, el líder tiene los días contados», ha afirmado rompiendo el tono optimista de su discurso, ya que «cualquiera que adquiera un espacio de poder sobre los demás ganado a través de años de trabajo y constancia se convierten en una amenaza para los que han adquirido el poder por la vía rápida y se manejan de maravilla en los poderosos foros de la picaresca cibernética». «Crear confusión es, además, un arma de destrucción masiva que al explotar termina manchando a todos por igual y permitiendo a los impostores ocupar el espacio de los genuinos, de los legítimos líderes. Todo afecta de forma dramática a los verdaderos políticos, empresarios, banqueros, artistas de verdad, etcétera», ha concluido. «Cuando el problema al que nos enfrentamos es la falta de credibilidad, el resurgimiento de un líder de verdad se hace complicado», ha afirmado, precisando que «quizá el problema es que nos hemos perdido en las palabras y hemos dejado atrás las acciones».
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