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El tercer ojo de Antonio Serradilla. «En el más alto nivel, a nadie le importa tu hándicap»

El balonmanista español que logró lo imposible

El tercer ojo de Antonio Serradilla. «En el más alto nivel, a nadie le importa tu hándicap»

Solo tiene un ojo. Le extirparon el derecho por un tumor. Los médicos creían que jamás volvería a jugar al balonmano. Sin embargo, lo ha conseguido gracias a su capacidad de anticipación y de registrar mentalmente las jugadas. Hoy destaca en uno de los mejores clubes de Europa, el Alemán SC Magdeburg, y en la selección española. Una historia de superación con un plus de 'milagro' en las navidades de 2024... Él mismo nos lo cuenta.

Viernes, 21 de Febrero 2025, 11:20h

Tiempo de lectura: 11 min

Antonio Serradilla es una persona extremadamente educada. Esto hace que sea aún más embarazoso para él tener que disculparse de forma constante, hasta diez veces al día. Ese, ha calculado, es el número de ocasiones que choca con otros transeúntes porque no los ha visto. «Me pasó justo cuando venía hacia aquí», dice durante nuestra conversación en un café de Magdeburgo (Alemania). Si de repente alguien viene desde la derecha, lo nota demasiado tarde. «Ahora puedo verlo todo tan bien como antes, pero tras mi cirugía ha disminuido mi visión periférica». Serradilla coloca sus manos a la izquierda de su cabeza y luego mueve su mano derecha hacia delante y hacia atrás frente a su cara. «Por lo general –explica– tienes un ángulo de visión de 180 grados; para mí es de 90 a 100 grados».

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Sin miedo. Nació en Sevilla en 1999 y a sus 21 años —en pleno ascenso en su carrera deportiva— recibió un diagnóstico demoledor: un tumor ocular que lo enfrentó a una de sus decisiones más cruciales. En la cancha usa gafas especiales para proteger su ojo sano. Cualquier accidente podría, si no, dejarlo ciego. En la imagen, en 2023, cuando aún jugaba en el Logroño.

Serradilla, de 26 años, es un jugador de balonmano profesional que juega como lateral izquierdo en el SC Magdeburg de la Liga alemana. Desde que le extirparon el ojo derecho, lleva una prótesis. Si te sientas frente a él, la diferencia con el ojo sano no se nota. Solo cuando cambia la mirada te das cuenta de que se mueve mucho más lentamente. En el campo utiliza unas gafas especiales para proteger su ojo izquierdo, que está sano. De lo contrario, ante cualquier accidente podría quedarse ciego.

«Sé honesta conmigo cuando esto termine»

En la primavera de 2021 ya había pasado en su club, el BM Logroño La Rioja, todas las pruebas médicas rutinarias del deporte de élite. No había antecedentes de enfermedades oculares en su familia. Pero en abril de ese mismo año, nos cuenta hoy, se despertó después de una siesta y notó una gran raya gris en su ojo derecho. Esa tarde jugaba y tras el encuentro fue a ver al médico del club. No podía ver nada con claridad ni centrar la mirada.

A Serradilla lo llevan entonces a una clínica cercana para realizarle pruebas. Tres días después, al ver la cara del médico, se dio cuenta de que algo iba mal. «Es un tumor», le oye decir. Serradilla se siente estremecer. A sus 22 años ya había jugado 14 partidos con la selección española. Tenía ante sí una gran carrera. Pero el diagnóstico era demoledor: desprendimiento de retina, melanoma coroideo. Tenía un tumor entre la retina y la esclerótica, la cubierta exterior del globo ocular. El tumor estaba localizado junto al nervio óptico.

Le plantearon conservar el ojo afectado tras un año de radioterapia y con el riesgo de perder gran parte de visión, o extirparlo. «Elegí esta segunda opción. Quería volver a jugar rápido»

«Los médicos me mostraron dos opciones –cuenta–. La primera: de nueve a doce meses de radioterapia y conservación del ojo, pero con el riesgo de ver solo el 20 por ciento; es decir, únicamente los contornos. Además de todo el sufrimiento que implicaba estar en el hospital». Y del riesgo de sufrir posibles enfermedades secundarias.

La segunda opción era extirpar completamente el ojo derecho. Una decisión drástica. Pero Serradilla quería regresar al balonmano lo más rápido posible. «Tenía muchas ganas de volver a jugar y por eso elegí la segunda opción. Quitar el ojo me pareció lo más fácil o, mejor dicho, lo menos horroroso», afirma.

Antonio tiene suerte: ninguna otra parte de su cuerpo, tampoco el cerebro, está afectada por el cáncer. Describe, de hecho, la operación con tanta naturalidad como si se tratara de una intervención de rodilla. Los médicos extirparon los músculos y cortaron los nervios detrás del ojo, «como un cable». Cuando recuerda esos días, solo se emociona al hablar de su novia, a quien conoció en la universidad dos años antes de la operación. Tenía miedo de que ella no lo encontrara atractivo después de la cirugía. «Le dije: 'Sé honesta conmigo cuando esto termine' –hace una pausa–. Pero, cuando ella me lavó el ojo, supe cuánto me amaba».

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El sueño cumplido. Antonio Serradilla tras la operación en la que se le extirpó el ojo derecho en 2021 en el Hospital Universitario de Sevilla. Al mirarse al espejo por primera vez después de la operación y ver su cara hinchada y la prótesis rosada, lloró. A la izquierda: jugando en la actualidad en el SC Magdeburg, de Alemania. No volver a jugar nunca fue una opción para él.

Al mirarse al espejo por primera vez después de la intervención y ver su cara hinchada y la prótesis rosada, lloró, recuerda. Para quienes no han sufrido una intervención similar es difícil entender su situación. «Si te pones la mano delante del ojo, ves negro, pero yo no veo nada». Poco tiempo después de la operación, al servir agua de una botella en un vaso, no acertaba a hacerlo. Erraba por unos veinte centímetros. Pero el mayor dolor para él fue el proceso de dar con la prótesis adecuada, recuerda. Son necesarias muchas pruebas y mediciones; el fabricante debe comprobar si la geometría, el equilibrio, el volumen y la movilidad son los correctos. Serradilla estuvo introduciéndose constantemente nuevos modelos: unos eran demasiado pequeños, otros demasiado grandes. Tanto que no podía ni parpadear ni cerrar los párpados.

Cuando llegó el verano de 2021, el balonmanista ya se estaba acostumbrando a su nueva situación. Empezó a aprender a estimar distancias y almacenarlas en su cerebro. Aunque los médicos le dijeron que ya no podría volver a jugar al balonmano, él estaba decidido a luchar por su futuro. De hecho, apenas unas semanas después de la operación, en mayo, él y su hermano se sentaron frente a una mesa de ping-pong y empezaron a golpear más y más pelotas. Poco a poco empieza a percibir mejor la profundidad de la bola y alcanza cada vez mayor velocidad en sus movimientos. En agosto de 2021 se sumará a la preparación de su equipo para la temporada de balonmano. Entre la operación y su regreso a las canchas transcurrieron apenas tres meses.

«Llevo jugando al balonmano desde que tengo uso de razón», afirma Serradilla. Para muchos, los goles son la parte fundamental del juego, pero a Serradilla lo que lo mueve son los duelos mentales. Calcular lo que va a hacer un oponente, anticiparte, engañarlo, similar a lo que hace un jugador de ajedrez.

«No reduzco a Antonio a lo que le ha pasado», dice su entrenador. «Lo veo como un jugador de pleno derecho. Nos impresionó. Tiene un talento natural»

Después de la operación, el deportista sevillano se dedica a ver partidos y partidos de balonmano, a estudiar los vídeos mucho más concienzudamente que la mayoría de sus compañeros. Para mantener la orientación en el campo, necesita sobre todo del tacto y el lenguaje. A veces, sus entrenadores y compañeros de equipo le preguntaban por qué tocaba tanto a sus oponentes. Él respondió que tenía que sentir con las manos cómo eran las distancias y cómo se movían aquellos que no eran visibles para él. Y, por supuesto, que necesita las órdenes de sus compañeros.

Antonio Serradilla busca siempre retos y la intervención no lo ha cambiado en este sentido. Primero se marchó al club noruego Elverum, aunque hablaba mal inglés. En 2024 fichó por el Magdeburg, aunque no entiende ni una palabra de alemán. En los tiempos muertos, en los que se planifican las jugadas y donde cada palabra importa, entender el idioma es fundamental. «Todo esto lo ha superado», afirma con admiración su actual entrenador, Bennet Wiegert.

Daniel Müller trabaja como entrenador asistente en el SC Magdeburg y también es un experto en entrenamiento de movimiento basado en el sistema neurológico. Supervisa a Serradilla en ejercicios individuales y describe así su desafío: «La visión en 3D no es técnicamente posible para él porque los dos ojos deben trabajar como dos cámaras conectadas al mismo tiempo. Pero Antonio lo compensa increíblemente bien». Lo hace trabajando la memoria y la anticipación; tiene que adivinar las escenas del juego. «Almacena en la cabeza situaciones de partidos pasados a las que puede recurrir –afirma Müller–. Además, el estudio en vídeo es un elemento fundamental para él».

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El atentado: vivo de milagro. El 20 de diciembre de 2024, un vehículo arrolló a una multitud en un mercado navideño de la localidad alemana de Magdeburgo y provocó cinco muertos y casi 300 heridos. Serradilla y su novia estaban allí y sobrevivieron por apenas dos metros.  

En la cancha, en medio de un partido, es donde se constata lo que quiere decir Müller. Serradilla fija a su rival, un jugador de 2,15 metros de altura. Gira la cabeza hacia la derecha, luego hacia la izquierda, escanea el ataque del oponente. Se mantiene de puntillas y mueve la cabeza constantemente. En algún momento dos jugadores rivales se cruzan. El hombre de 2,15 metros pasa el balón a un compañero, Serradilla tiene que vigilar a ambos y considerar cada paso. Se desplaza hacia el centro, salta y atrapa el balón en el aire.

Una escena como esta no dura más de ocho segundos, pero, con su historial, todo en ella resulta extraordinario. De hecho, Serradilla juega en el SC Magdeburg, uno de los mejores clubes del mundo.

«Sorprende su adaptación al balonmano profesional a este nivel, porque es un deporte con unas exigencias muy altas de coordinación visoespacial», comenta Antonio Manuel Garrido, del Hospital Universitario de Sevilla, donde Serradilla fue intervenido. El balonmano es uno de los deportes de balón más dinámicos. Los jugadores tienen que tomar decisiones en fracciones de segundo y estudiar cuidadosamente cada movimiento de su oponente.

«Mi novia y yo pasamos días sin poder decir ni una palabra. Incluso hoy, las imágenes del ataque reaparecen en mi cabeza por las noches»

«La visión periférica es un elemento muy importante en nuestro deporte», afirma el entrenador del Magdeburg. Por eso, a la hora de fichar a Serradilla, el club discutió mucho sus restricciones. «Pero durante las pruebas nos impresionó cómo es capaz de compensar su limitación –dice Wiegert–. Antonio tiene un talento natural en este aspecto».

La memoria de Serradilla repasa jugadas del pasado como un libro de imágenes y los proyecta a lo que encuentra en el presente. Y así rellena los huecos. También mueve la cabeza en todas direcciones; los expertos lo llaman 'preorientación'. Durante su estancia en el Arsenal, el entrenador de fútbol Arsène Wenger hizo medir la frecuencia con la que los buenos jugadores movían la cabeza antes de recibir el balón para comprobar de forma preventiva su entorno. Según Wenger, los grandes jugadores absorben de seis a ocho piezas importantes de información en los diez segundos antes de recibir el balón. Para Serradilla, esa anticipación es inmensamente importante. Su cuello se ve sometido a más tensión por los constantes giros de la cabeza, lo que puede provocar que las compensaciones se extiendan a la pelvis o a los pies, explica su preparador físico.

El sevillano tiene que trabajar más duro que otros, pero su esfuerzo tiene recompensa. En diciembre, por ejemplo, detuvo durante un partido en Berlín al mejor jugador de balonmano del mundo, el danés Mathias Gidsel.

Roba más balones que nadie en la liga alemana

Serradilla acompaña hábilmente el juego de sus compañeros, estrecha los espacios, bloquea los caminos. Su especialización en esas fases de partido también se convierte en un problema porque se lo percibe principalmente como un defensor. Cuando el equipo ataca, corre de regreso al banquillo y sus colegas toman el control. Serradilla se sienta allí y se seca las gafas para la siguiente acción defensiva.

Sin embargo, a los entrenadores les gusta cambiar lo menos posible en la transición del ataque a la defensa, y viceversa: el balonmano profesional se ha vuelto demasiado rápido para eso. «No voy a mentir –dice su entrenador, Wiegert–: podría acabar siendo una solución de un año para él, que es lo que acordamos desde el principio». Serradilla sabe también cómo funciona el negocio profesional. «En el nivel más alto, a nadie le importa tu hándicap. O puedes seguir el ritmo o encontrarán a otra persona. Así es». Y el propio Wiegert no se muestra tampoco especialmente indulgente: «No quiero reducir a Antonio a esta historia, sino verlo como un jugador de balonmano de pleno derecho».

Serradilla ya ha conseguido robar ocho balones esta temporada. Por su media de minutos en pista, es uno de los mejores de la Liga en este aspecto. No puede ver tan bien como los demás, pero predice mejor que nadie lo que va a pasar.

Solo con esto su historia ya sería sorprendente. Pero hay más. 

Cuatro días antes de Nochebuena, seis personas murieron y casi 300 resultaron heridas en un atentado en el mercado navideño de Magdeburgo. Serradilla estaba a dos metros de distancia cuando el atacante atravesó la multitud a toda velocidad con su coche. Era la primera vez que su novia, española, lo visitaba en Magdeburgo. Esa noche del 20 de diciembre, ambos paseaban por el mercado navideño hasta que decidieron acercarse a un puesto menos concurrido en el que se podían pescar patitos de plástico. Una decisión azarosa que acaso les salvó la vida. De haber ido a un puesto más concurrido, el terrorista podría haberlos atropellado. De repente, dice Serradilla, oyeron gritos y ruido de motores. «Vi este coche a toda velocidad entre la multitud a dos metros de mí, y a toda la gente atropellada».

Cada uno, dice, tiene imágenes diferentes de esos momentos aterradores en su cabeza. A su novia se le quedó grabada la imagen de un hombre mayor con grandes fragmentos de vidrio clavados en la cabeza. «Yo nunca olvidaré la imagen de un padre con una pierna rota sosteniendo a su hijo en brazos –dice Antonio–. El pequeño estaba cubierto de sangre».

Él y su novia se escondieron de inmediato porque temían que estallara una bomba o que otro atacante pudiera estar esperando en algún lugar. Solo después de varios minutos interminables, dice el balonmanista, corrieron hacia su coche. «Mi novia y yo no pudimos decir ni una palabra durante los primeros días. Incluso hoy, esas imágenes siguen apareciendo en mi cabeza por las noches».

Tras el ataque, el SC Magdeburg canceló los dos partidos siguientes y Serradilla voló a su casa en España. Sin embargo, después de las vacaciones de invierno regresó a Magdeburgo porque quería participar en el entrenamiento. Antonio Serradilla ha superado el tumor y ha sobrevivido también al atentado en el mercado de Navidad. Él no se pelea con el destino, al contrario: ve la felicidad de poder seguir siendo profesional del deporte que ama contra viento y marea.

Cuando se le pregunta si le resultó difícil regresar a Magdeburgo tras el ataque, responde lo que dijo después de perder el ojo derecho: «Solo quiero regresar y volver a jugar al balonmano».


© Der Spiegel