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Según una experta en seguridad de EE.UU.
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Según una experta en seguridad de EE.UU.
Viernes, 15 de Noviembre 2024, 12:10h
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Nada se le escapa al ojo volador. El satélite de vigilancia estadounidense SBIRS puede ver una cerilla encendida a 300 kilómetros de distancia. En una mañana de primavera, este detector hace sonar la alarma. Sus sensores captan la cola de fuego de un misil intercontinental lanzado desde Corea del Norte que se dirige a Estados Unidos. A partir de ese momento, solo quedan 72 minutos para el fin del mundo. Antes de que el Sol se ponga, la humanidad se habrá bombardeado hasta el retorno a la Edad de Piedra. La experta en seguridad estadounidense Annie Jacobsen describe en su nuevo libro, Guerra nuclear: un escenario, cómo la catástrofe nuclear puede desencadenarse en cualquier momento. Un escenario tan inquietante que el director canadiense Denis Villeneuve (Dune) ya ha anunciado su intención de filmarlo.
La detallada sucesión de acontecimientos que plantea Jacobsen está basada en entrevistas con militares de alto rango, científicos, asesores presidenciales y exministros de Defensa. Y todos están de acuerdo en una cosa: subestimamos el riesgo de una guerra nuclear. Las advertencias de William Perry, el que fuera secretario de Defensa del presidente Bill Clinton, suenan particularmente inquietantes. Después del colapso de la Unión Soviética, muchas personas creyeron que con el Muro caía también el peligro de una guerra nuclear. Sin embargo, para Perry no es así: «Estamos más cerca de una guerra nuclear que durante la Guerra Fría». Entonces, Corea del Norte, por ejemplo, aún no tenía armas nucleares. Y los líderes soviéticos eran más confiables que Vladímir Putin. Por todo ello, Perry considera que la posibilidad del desastre es realista. «Puede suceder –dice– y entonces la civilización llegará a su fin».
Una vez que Corea del Norte dispara el misil Hwasong-17, según el escenario ficticio, el proyectil vuela hacia Washington a más de 20.000 kilómetros por hora. A esta velocidad, el arma incineraría la capital estadounidense pasados 20 minutos. ¿Las consecuencias para el líder de Corea del Norte? Según los servicios de inteligencia estadounidenses, Kim Jong-un ha construido el sistema de búnkeres subterráneos más grande del mundo, donde contaría con suficiente comida, agua y medicamentos para atrincherarse bajo tierra durante años en caso de contraataque norteamericano.
En el escenario ficticio, no está claro por qué Corea del Norte lanza el misil. No se sabe si es un error o un ataque deliberado. Pyongyang guarda silencio, como ocurre en la realidad. Entre 2022 y 2023, Corea del Norte llevó a cabo cien pruebas de misiles. Algunos con un alcance tan largo como para llegar a Estados Unidos. El país no anunció ninguno de ellos.
Pero sea cual sea la causa del ataque, el resultado será el mismo. Pondrá en marcha el protocolo Launch on Warning ('Lanzamiento tras Advertencia'), que establece, en esencia, que Estados Unidos lanzará misiles nucleares tan pronto como sus sistemas de alerta temprana hagan sonar la alarma. No esperarán a que la supuesta arma nuclear borre Nueva York o Washington. Dispararán mientras el misil enemigo está en el aire. «Tan pronto como recibamos la advertencia de un ataque nuclear, prepararemos el contraataque», confirmó el exministro de Defensa Perry a la autora del libro. «Eso es así. No esperamos».
Incluso el expresidente George W. Bush encontró esta estrategia peligrosa. En la campaña de 2000 prometió desactivarla. Su sucesor, Barack Obama, también quiso abolir este automatismo porque «aumenta el riesgo de accidentes catastróficos o errores de juicio», dijo. Pero la estrategia Launch on Warning sigue funcionando.
Nadie sabe lo que decidiría realmente un presidente estadounidense en caso de emergencia. Pero una cosa es cierta: no tendrá mucho tiempo para actuar. El expresidente Ronald Reagan confesó en sus memorias lo inhumana que sentía esa situación de presión. «Seis minutos para decidir cómo reaccionar ante un punto en una pantalla de radar; para decidir si se inicia el armagedón», escribió Reagan. «¿Cómo puede alguien reaccionar con la razón en un periodo de tiempo así?».
En el escenario ficticio, los militares estadounidenses primero intentan derribar el misil. Pero su defensa antimisiles no es fiable; en el pasado, una de cada dos pruebas de interceptación falló. Así ocurre también en el escenario de Jacobsen: unos diez minutos después de su lanzamiento, los misiles interceptores se precipitan hacia el cohete norcoreano, y todos silban.
Después de la defensa fallida, el presidente de Estados Unidos cede a la presión de los militares. Para evitar más ataques, ordena la «opción Charlie». Un total de 82 ojivas nucleares son enviadas hacia Corea del Norte para acabar con sus misiles nucleares y el liderazgo de Kim Jong-un. Con ese contraataque, los estadounidenses asumen un riesgo enorme. La trayectoria de los misiles intercontinentales Minuteman III, que despegan desde Wyoming hacia Corea del Norte, atraviesan territorio ruso. ¿Cómo reaccionará Moscú?
Un hecho nada tranquilizador es que los sistemas de alerta rusos son más imprecisos que los americanos. El experto en seguridad estadounidense Theodore Postol ya advirtió a los diputados de su país en 2015 que ese sistema poco fiable de Rusia es uno de los mayores peligros a los que se enfrentan y alertó sobre la posibilidad de «falsos positivos» en los que el sistema interprete erróneamente otros fenómenos (incluso eventos atmosféricos) como ataques de misiles. Eso, sumado a la doctrina de respuesta rápida de Rusia, podría desencadenar un ataque nuclear ante una amenaza falsa.
El Gobierno de Estados Unidos probablemente haría todo lo posible para advertir a los líderes rusos de sus buenas intenciones, pero esto no siempre es fácil, como muestra un incidente de la guerra de Ucrania. Cuando un misil golpeó una ciudad fronteriza polaca en noviembre de 2022, la OTAN temió que fuera un ataque ruso (en realidad era un misil de defensa ucraniano). Al día siguiente, el jefe del Estado Mayor de Estados Unidos tuvo que admitir que no había logrado que su homólogo ruso contestara el teléfono.
En el escenario ficticio, los estadounidenses no logran dejar claro a los rusos que los Minuteman se dirigen a Corea del Norte. El líder ruso pierde los nervios. Por temor a que los estadounidenses estén tratando de eliminar su arsenal nuclear, lanza cientos de misiles intercontinentales que llegan a sus objetivos en Estados Unidos en media hora. Antes de eso, los estadounidenses responden con un contraataque igualmente devastador (opción Alpha). Es la guerra nuclear máxima.
En caso de una guerra nuclear, cientos de grandes ciudades del hemisferio norte quedarían cubiertas por un mar de llamas. Los incendios podrían arrojar hasta 150 millones de toneladas de hollín a la atmósfera y el aire se enfriaría como nunca antes. Sería un shock frío como la humanidad jamás ha experimentado.
Utilizando modelos climáticos actuales, un equipo internacional dirigido por la investigadora atmosférica Lili Xia, de la Universidad de Rutgers, simuló las devastadoras hambrunas que un invierno nuclear causaría en todo el mundo. Después de una guerra nuclear, la temperatura media mundial descendería hasta ocho grados centígrados y en gran parte del hemisferio norte sería incluso 20 grados más fría que hoy. A modo de comparación: durante la última edad de hielo, hace 20.000 años, las temperaturas eran unos cinco grados más bajas que las actuales. Unos diez años después del final de una guerra nuclear, la Tierra seguiría siendo un planeta frío y oscuro. La agricultura se paralizaría, especialmente en las latitudes medias del norte, desde Estados Unidos hasta Europa y China.
En general, el estudio publicado en Nature Food encontró que «la producción global de cultivos disminuiría en un 90 por ciento tres o cuatro años después de la guerra nuclear». La escasez de alimentos se cobraría más víctimas que el infierno nuclear: en una guerra nuclear de una semana de duración entre Rusia y Estados Unidos, se estima que 360 millones de personas serían quemadas, despedazadas o irradiadas. Bastante horrible. Pero más de cinco mil millones morirían de hambre durante un invierno nuclear.
«Los responsables de tomar decisiones a menudo creen que tienen más control sobre una situación del que realmente tienen», advierte la experta en seguridad Sharon Weiner, de la Universidad de Princeton, que trabajó en el laboratorio de armas nucleares de Los Álamos. «Pocos parecen darse cuenta de la facilidad con la que un conflicto puede escalar».
«Nadie quiere iniciar una guerra nuclear sin motivo», afirma Moritz Kütt, físico y experto en armas nucleares del Instituto de Investigación para la Paz de la Universidad de Hamburgo. «Pero en la actual situación mundial pueden surgir malentendidos que desencadenen un efecto dominó imparable. En un día cualquiera, los sensores de radar y los sistemas de vigilancia pueden identificar erróneamente objetos inofensivos como amenazas. La historia nos dice que ha habido cientos de errores de este tipo y quizá muchos más que son secretos». Y no olvidemos que, al final, el destino del mundo está en manos de ancianos como el dictador del Kremlin, Putin (72), el jefe de Estado de China, Xi (71), o el presidente electo de Estados Unidos, Trump (78). «Estos jefes de Estado son los únicos que deciden sobre el uso de armas nucleares –afirma Kütt–. Y nadie puede predecir en qué estado mental se encontrarán mañana o pasado».
Máxima tensión entre las potencias atómicas
TODOS LOS ESCENARIOS QUE PUEDEN DESENCADENAR EL ARMAGEDÓN NUCLEAR
El peligro de guerra nuclear es ahora mayor que nunca desde 1962, cuando se produjo la crisis de los misiles cubanos, según Matthew Bunn, profesor de Política de Seguridad en la Universidad de Harvard. La carrera armamentista, argumenta, involucra ahora a más países. Estos son los escenarios que podrían desencadenar la catástrofe.
Corea del Norte, que no tenía armas nucleares durante la Guerra Fría, ahora cuenta con al menos 50 artefactos explosivos nucleares. A principios de septiembre, el dictador Kim Jong-un anunció que ampliaría «exponencialmente» su arsenal nuclear, y hace apenas unos días su Ejército lanzó su primer misil balístico intercontinental. Por su parte, los servicios secretos surcoreanos temen que Corea del Norte esté preparando una prueba con armas nucleares. En respuesta a esto, Corea del Sur está considerando la posibilidad de fabricar sus propias bombas atómicas, con el aplauso de la población. Hasta Japón, donde todavía hoy sigue muriendo gente a consecuencia de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, se ve amenazado por Corea del Norte y tiene suficientes reservas de plutonio para construir sus propias armas nucleares.
Las tensiones siguen siendo altas entre estas dos potencias nucleares, que han más que duplicado su arsenal en los últimos 15 años: tienen más de 170 armas nucleares cada uno y están desarrollando nuevos misiles terrestres. Disponen, además, de cohetes y misiles de crucero que pueden lanzarse desde submarinos. Si la India y Pakistán usaran armas nucleares, la guerra se extendería a la región de Cachemira reclamada por ambos estados y que China ocupa en un 15 por ciento.
China también se está preparando para usar armas nucleares en un posible conflicto por Taiwán. El país ha acumulado más energía nuclear que cualquier otro en los últimos años, y lo ha hecho más rápido de lo que esperaban las agencias de inteligencia estadounidenses. Se estima que tiene 500 ojivas nucleares y el número podría duplicarse a 1000 al final de la década. El número de armas nucleares es difícil de contar desde el exterior, pero imágenes satelitales recientes muestran que ya se han excavado cientos de nuevos silos para el lanzamiento de misiles intercontinentales. El año pasado, Estados Unidos y China hablaron de cómo evitar una guerra nuclear desencadenada accidentalmente. Esto implicaba, entre otras cosas, anunciar las pruebas de misiles o crear líneas directas para una comunicación rápida en caso de crisis, lo que durante la Guerra Fría se conocía como el ‘teléfono rojo’. Pero China interrumpió las negociaciones después de que Estados Unidos volviera a entregar armas a Taiwán. Pekín ha rechazado una invitación de los estadounidenses para conversar sobre un tratado de control de armas.
Rusia y Estados Unidos, las dos superpotencias nucleares de la Guerra Fría, todavía tienen casi el 90 por ciento del arsenal de armas nucleares del mundo. Cada uno cuenta con más de 5000 bombas atómicas, cuyo poder destructivo combinado equivale a más de 50.000 bombas de Hiroshima. Sin embargo, todavía desguazan docenas de armas nucleares cada año. El Tratado New Start, que Rusia y Estados Unidos acordaron en 2010, solo permite a ambas naciones colocar un máximo de 1550 dispositivos explosivos nucleares en misiles intercontinentales, submarinos y bombarderos de largo alcance. Pero el único acuerdo de desarme entre Estados Unidos y Rusia expira en febrero de 2026. Y a principios del año pasado Putin anunció que suspendía el contrato. Desde entonces no ha habido inspecciones mutuas. Debido a su gasto militar en la guerra de Ucrania, es poco probable que Rusia pueda producir rápidamente muchas bombas nuevas. Pero más de 1000 de sus ojivas que habían sido desmanteladas podrían rearmarse y montarse en misiles balísticos intercontinentales existentes. De esta manera, el número de armas nucleares operativas podría duplicarse.
Hace tiempo que los Estados Unidos comenzaron a modernizar sus armas nucleares. Los misiles balísticos intercontinentales existentes serán reemplazados por 400 nuevos llamados Sentinel; también se construyen nuevos submarinos y aviones nucleares. El programa podría costar hasta dos billones de dólares. Su sistema de defensa —el escudo que derriba los misiles balísticos intercontinentales enemigos antes de que alcancen su objetivo— no ofrece una protección completa. En el mejor de los casos podría repeler un ataque limitado a unas pocas docenas de misiles, por ejemplo, de Corea del Norte. Si embargo, si Rusia disparara su arsenal concentrado de misiles balísticos intercontinentales contra Estados Unidos, la defensa antimisiles difícilmente podría hacer nada. El presidente Putin está desarrollando, además, armas nucleares especiales para burlar los sistemas de defensa estadounidenses. El 9M730 Burevestnik (‘Petrel’) puede permanecer en el aire hasta que encuentra un hueco en el sistema de defensa aérea. También se están construyendo nuevos misiles balísticos intercontinentales del tipo Sarmat, que podrían lanzar 15 ojivas al mismo tiempo y contra el mismo objetivo, lo que también abrumaría el sistema de defensa. Las llamadas ‘minibombas atómicas’, con menor poder explosivo, también son muy peligrosas. Los estadounidenses ya han instalado armas nucleares más pequeñas, W76-2, en submarinos. Rusia también tiene ese tipo de armas nucleares tácticas. Debido a su poder destructivo limitado y su mayor precisión, las miniarmas nucleares pueden usarse en combates convencionales sin iniciar la Tercera Guerra Mundial, lo que podría aumentar la tentación de detonarlas. Pero este es un juego de póker muy muy arriesgado.