La escritora norteamericana Susan Sontag publicó en 1977 'La enfermedad y sus metáforas' y lo cierto es que algo sabía. Estuvo enferma unos 40 años de su vida y transitó por lúgubres escenarios como el cáncer de mama, el sarcoma uterino y la leucemia que ... finalmente la mató con 71 años. Esta lúcida pensadora reflexionó sobre cómo se enfrenta la sociedad en su conjunto a la enfermedad, los estigmas y obligaciones que contraen los pacientes por el simple hecho de serlo así como las raíces históricas y sociológicas de dicha manera de comportarse.
Publicidad
Nuestra tradición judeo-cristiana ha otorgado, casi siempre, una intencionalidad a la enfermedad. Las grandes pandemias y pestes eran mensajes divinos sobre la incorrección de nuestros actos. De hecho, lo mejor que se podía hacer para combatir el contagio era juntarse con el resto de feligreses en el templo de turno para rezar. Algo que le vino estupendamente a Yersinia pestis cuando asomó los bigotes por la península itálica en 1347. En tres años mató entre un 30 y un 50% de la población europea.
No todas las enfermedades parecen haber tenido esa connotación de penitencia, alguna ha abrigado cierto elitismo social. La tuberculosis en el siglo XIX llegó a ser un sinónimo de sofisticación y prestigio intelectual. Los tísicos desprendían un aire melancólico de doliente respetabilidad. Un traje a medida para que, el romanticismo de la época, se envolviera de refinamiento y sensibilidad.
Como vemos ha habido excepciones a la norma pero esta no ha desaparecido. La enfermedad como un castigo a una vida alejada de la virtud regresó al imaginario colectivo con el SIDA. El VIH castigaba las vidas libidinosas rodeadas de vicio con una doble cruz. Ciertos púlpitos agradecieron la infalibilidad divina para identificar a las ovejas descarriadas.
Sontang indaga sobre esta socorrida adjetivación. Los virus o bacterias invaden, atacan y libran batallas. Hay que contraatacar con un buen arsenal farmacológico y bombardear al paciente con radiación... En la contienda hay que ser valerosos y animados.
Publicidad
Toda esta asociación de ideas no parece la más acertada ni la que mejor contribuye a la serenidad psicológica del paciente. Nuestra sociedad empodera al aguerrido enfermo que lucha, trasmite mensajes de ánimo por las redes sociales y además mantiene el buen humor. Por el contrario parece que se debe esconder al que vive su enfermedad con pesadumbre y tristeza. Para todo la actitud es importante pero es necesario reivindicar el derecho que tiene todo paciente a sentirse mal emocionalmente y poder expresarlo. La doble condena de la sociedad es demasiado habitual. Reclamamos entereza y un comportamiento ejemplar, pero en demasiadas ocasiones nos olvidamos que lo éticamente aceptable con el enfermo es compadecerlo y no juzgarlo.
La humanidad está sumida en un encierro sin precedentes. No hay nada en la historia comparable. Sí claro, hubo pandemias mucho peores pero nunca se afrontaron desde el conocimiento ni con medidas draconianas que afectan a tantos millones de personas. Las consecuencias serán notables aunque todavía se sabe en qué sentido. Vivencialmente nos marcará de por vida, psicológicamente tendrá diferentes vertientes (imagino que alguna de ellas especialmente siniestra) y socialmente será un punto de inflexión hacia, vete tú a saber, qué dirección.
Publicidad
La alimentación no es ajena y aquí es importante diferenciar entre alimentación y nutrición. La FAO señala que la alimentación es el proceso consciente y voluntario que consiste en el acto de ingerir alimentos. Por contra la nutrición es el proceso involuntario y autónomo, de la utilización de los nutrientes en el organismo para convertirse en energía y cumplir sus funciones vitales.
Así que nuestra capacidad de decisión se limita al primer proceso y parece que la estamos ejerciendo durante esta crisis. Según los datos, en la última semana ha aumentado considerablemente la compra de aceitunas (+93,82%), patatas fritas (+87,13%), chocolate (+79,04%), helado (+76,19%) y anchoas (+60%). Tiene lógica, el confinamiento está suponiendo una presión en todos los sentidos y el cuerpo pide algún tipo de compensación. Las bebidas tampoco son ajenas a este incremento: La cerveza (+77,65%), el vino (+62,27%) y los destilados (+36,58). Parece que una vez cubiertas las necesidades básicas con las primeras compras compulsivas, en las segundas y terceras domina la lírica. Psicológicamente los premios son necesarios y romper con el tedio diario parece obligado. De hecho nos atrevemos a experimentar, el consumo de harina se ha disparado un 196%.
Publicidad
Dada la situación todo debe ser tenido en cuenta y la estabilidad del ánimo no es un asunto menor, en especial cuando sabemos que tomar una cerveza por videoconferencia con los amigos puede actuar como potente psicoterapia.
Nadie lo sabe, pero está claro que esto tendrá consecuencias a diferentes niveles. Hay quienes vaticinan un baby boom tras la cuarentena. Jean Delumeau en su libro 'El miedo en occidente' nos informa que lo que se disparaba después de las pandemias eran las bodas. La verdad es que ni idea pero puestos a elucubrar me decanto por el optimismo que según Churchill «no parece muy útil ser otra cosa». Creo que una de las consecuencias será que por primera vez la actual sociedad occidental se está sintiendo vulnerable y puede empezar a tomarse en serio amenazas, incluso mayores que el coronavirus, como es el cambio climático. Nuestra fragilidad se está evidenciando y la actualidad nos sacude los hombros recordándonos que es la salud lo que realmente importa. Así que igual sería un buen momento para replantearnos nuestra forma de alimentarnos y redescubrir una de las mejores herencias que nuestros antepasados nos legaron, la Dieta Mediterránea, la cual no impide sino que además alienta a tomar un vino entre amigos aunque estén en una pantalla.
Publicidad
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.