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Los jugadores del Amorebieta celebran el primer gol en La Rosaleda. mariano pozo

El Málaga, sin rumbo, también naufraga en La Rosaleda (1-2)

Sorprendido en la primera parte por el Amorebieta, repitió las malas vibraciones habituales a domicilio, sin ideas y con graves errores defensivos

Domingo, 5 de diciembre 2021, 18:17

El 'fantasma del Reus' se apareció en La Rosaleda transformado en el Amorebieta, un modesto equipo que desnudó todas las carencias del Málaga y dejó al descubierto tanto la falta de reacción de su entrenador (no hizo cambios al descanso con un 0-2 en ... el marcador) como la condición de sobrevalorados de un buen puñado de futbolistas. El conjunto blanquiazul fue un calco de lo habitual a domicilio (sin ideas, con poca capacidad creativa y asociativa, y con graves errores defensivos) y comienza a exhibir una preocupante falta de rumbo. El crédito de La Rosaleda también se ha agotado.

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Y no será porque no se había avisado del riesgo de menospreciar al adversario (un grupo de aficionados hasta jaleó los errores de los visitantes en los remates durante el calentamiento). Encima, el Amorebieta comenzó a ganar el partido en el sorteo de campos. Parece un detalle menor, pero el Málaga se vio privado de atacar ante la Grada de Animación –que suele ser un factor de extraordinaria motivación para los jugadores en la primera parte– y además tuvo el viento en contra. No es ni mucho menos casualidad que el cuadro vasco fabricara tres oportunidades idénticas en la primera mitad, con un envío en largo para que la pelota corriera más que los centrales blanquiazules (Lombán y Peybernes, que no son precisamente un dechado de velocidad) y el delantero de turno se plantara solo ante Dani Martín. En dos ocasiones el 'correcaminos' fue Guruzeta, que no perdonó, y entre medias Obieta mandó la pelota fuera.

Dio la sensación de que el Málaga salió acobardado por el viento y su empeño en tocar raso y, sobre todo, en corto acabó por ser un despropósito. Primero, porque los apoyos no eran decididos (como suele ocurrir habitualmente a domicilio); segundo, porque ante tanta horizontalidad era imposible superar líneas, y tercero, porque los futbolistas del Amorebieta ejecutaban la presión con convicción y orden. El cuadro vasco no necesitó más que situarse cerca de la frontal, juntar las líneas y esperar el fallo para buscar un envío en largo a alguno de sus dos puntas. Y así llegó el primero. Y el que pudo ser el segundo. Y el que al filo del descanso sí supuso el 0-2.

Del Málaga apenas hubo noticias, más allá de las protestas (justificadas) a un árbitro tan desconcertante como Trujillo Suárez. Si los centrales quedaron en evidencia, los laterales fueron el mejor ejemplo de la falta de convicción (especialmente Víctor Gómez, porque Cufré volvió a exhibir numerosas limitaciones). En la medular Escassi fue un constante quiero y no puedo mientras que Genaro está muy lejos de ser un organizador. Brandon, situado en la izquierda, ratificó sus lagunas técnicas en conducción y desborde (le sobra tanto amago) y Paulino, acompañante de Sekou, nunca estuvo a gusto. El ariete sigue sin tener la más mínima presencia, como se comprobó en su oportunidad al comienzo de la segunda mitad, en tanto que Jairo, la gran novedad, fue el único que hizo daño cuando arrancó.

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Al final el 0-2 al descanso fue un mal menor. Contra todo pronóstico, José Alberto no introdujo variaciones en el descanso (es decir, desperdició una ventana para cambios), aunque a los cinco minutos hizo llamar a Kevin. Su entrada reactivó ligeramente al equipo, aunque al canterano le sobró conducción. El Amorebieta acumulaba hombres en el área mientras en realidad la única referencia blanquiazul al remate era Sekou (Roberto no llegó a jugar y Chavarría sólo está para un papel testimonial).

El siguiente intento del técnico pasó por retrasar a Escassi (se marchó Peybernes) y situar al juvenil Dani Lorenzo de organizador. Fue a continuación de que se anulara un gol a Víctor Gómez por la participación de Peybernes. Tampoco surtió efecto la reestructuración. La grada ya no cantaba el «échale huevos» porque al menos se veía amor propio. Pero otra cuestión era el juego. El Málaga atacó una y otra vez sólo por inercia, sin rumbo ni ideas, en acciones previsibles y casi siempre con un toque o un regate de más. La expulsión de Genaro (tras intervención del VAR) fue otro obstáculo más, y el gol en propia puerta del central visitante Luengo, una anécdota. El Amorebieta dejó al equipo blanquiazul en evidencia.

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