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Nadie quiere llegar hasta este extremo. Traer agua en barco es la constatación final de que la sequía adquiere tintes superlativos, una solución producto de la dejadez inversora durante décadas en materia hidráulicas y de ciclos secos que cada vez son más pertinaces. ¿Cuál ... es la historia de los barcos cisterna con agua en España?, ¿y la primera vez que se planteó su uso en Málaga?
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SUR ha contactado con el que fuera gerente de Emasa durante la última sequía, la de 2005, José Luis Rodríguez. En aquel entonces, la empresa había incluido en sus planes traer agua en barco si la cosa se terminaba de poner fea. Así constaba en el Plan de Actuación en Situación de Emergencia (PAES) redactado por este organismo. Pero sólo sería si se llegaba a un umbral de agua para menos de 6 meses de margen. No ocurrió, pero se había estudiado todo: desde la capacidad (50.000 metros cúbicos por barco) hasta el coste del atraque, que resultaba ser lo más caro del proceso. Sería agua en bruto, sin tratar.
Rodríguez recuerda que el Gobierno central pagó la tubería desde el Puerto para conectar con la de la Viñuela, que está en el entorno del embalse del Limonero. Esta red, que también llega al Atabal y a la zona de bombeo de Rojas (Churriana) es la base que se utilizará en los próximos meses si llega a ser necesario traer agua en barco. Sólo faltaría rematarla hasta el muelle 9, que es la zona portuaria con calado suficiente para la operativa de estos grandes barcos. Y por supuesto revisar las instalaciones. Las previsiones que maneja la Junta cifran el volumen de los aportes en 100.000 metros cúbicos de agua bruta (hay que tratarla) o 40.000, si está ya potabilizada.
La anécdota no queda ahí. Rodríguez, que es ingeniero industrial y que se jubiló de Emasa en 2016, recuerda contactos con la entonces alcaldesa Celia Villalobos cuando él todavía trabajaba en una empresa privada, la hispanobelga SEDMA, que operaba el agua en la Axarquía. «Mantuvimos reuniones para proponer barcos desde Noruega. Recuerdo que el precio entonces era un dólar el metro cúbico. El proceso estaba muy avanzado y se descargaría en el Puerto de Málaga, pero, afortunadamente, empezó a llover», explica.
Rodríguez ve «una pena» haber llegado a esta situación y considera que las soluciones hubieran sido abordar el Plan Hidrológico Nacional, que tenía 9 obras previstas para la provincia, de las que sólo se acometió la desalobradora del Atabal y las conducciones desde el Campo de Gibraltar y embalse de La Concepción a Málaga. «Es una pena que se puede evitar porque agua sobra y está mal distribuida», apostilla.
En Andalucía, ya hay experiencia de trasvases de agua en barco. En la sequía del 95, fue la provincia de Huelva la que suministró a Cádiz con el buque Lemon Creek y el Casablanca, de procedencia neoyorquina. La Bahía de Cádiz, el Campo de Gibraltar y Ceuta fueron los beneficiados de la valiosa agua del onubense embalse del Chanza, que, lógicamente, presentaba mucho mejor volumen de llenado que en estos momentos. Cada uno de aquellos barcos tenía una eslora de 116 metros de eslora y 14.000 metros cúbicos de capacidad de almacenaje cada uno. Hubo que acometer obras en el muelle de Tharsis onubense. Cada travesía duraría 2 días. Los viajes y el suministro en barco se prolongaron durante cuatro meses.
En Benidorm, la carestía de agua era tan grave en 1978 que hubo que abastecer al municipio y su comarca con buques tanque.
Otro caso lo encontramos en Barcelona. El Sichem Defender, con capacidad para 19.000 metros cúbicos de agua llegó a la Ciudad Condal en mayo del 2008. Fue el primero de los dos barcos que acudieron en auxilio de una comunidad en serios aprietos. Las reservas procedían de acuíferos de la provincia de Tarragona y cada descarga tenía lugar durante 17 horas.
Puede parecer una paradoja, pero otra de las provincias que ha utilizado barcos para hacer frente a la sequía es Vizcaya. En este caso, la solidaridad era intraprovincial porque se trataba de llevar agua desde Santurce a Bermeo para los 16 municipios de la comarca de Urdiaibai. Fue un proceso nada fácil en el que llegó a reventar la tubería de conexión con el depósito. Era el año 2022 y el barco, el Dutch Spirit. En 2023, la operación volvió a salir a concurso por un coste de 1,2 millones.
Los últimos en recibir agua procedente de un buque fueron los habitantes de La Palma, durante el trágico episodio de la erupción volcánica. En este caso, el Tomasso S, cedido por el Gobierno central, tenía una capacidad para 7.500 metros cúbicos. Junto con las desaladoras portátiles, fue un balón de oxígeno para los riegos agrícolas (especialmente plataneras) y el suministro a la población.
Los barcos tanque pueden destinarse a químicos y otros graneles líquidos. Normalmente tienen una capacidad de unos 40.000 metros cúbicos si es agua potable y de unos 100.000 si se trata de agua en bruto. La razón de la diferencia de tamaño radica en que en el caso de agua limpia son necesarias muchas más instalaciones a bordo para mantener la calidad de la carga.
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