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Málaga, hacia el sueño de la ciudad imbatible

La ciudad empezó a ganar el futuro hace 40 años a la cola de las grandes ciudades y las inversiones. La huella de tres alcaldes recorre el difícil camino hacia una ciudad de éxito

Domingo, 30 de diciembre 2018

Si se le pregunta por la transformación de Málaga en las últimas cuatro décadas, el arquitecto José Seguí se sube al tren para no darle muchas vueltas: «Cuando me fui a estudiar arquitectura a Madrid el que llamaban rápido tardaba doce horas, el expreso Costa del Sol hacía el viaje en diez y luego el Talgo en cuatro; ahora estamos a dos horas y media». El AVE que trae y lleva 2,5 millones de viajeros al año a la ciudad con más camas en pisos turísticos –21.000– que en hoteles lo cambió todo hace 11 años. La alta velocidad tardó en llegar sin embargo menos tiempo que el metro –la mayor inversión pública en Andalucía– que la mantiene patas arriba doce años después. Hace más de 40 años, hubo también una Costa del Sol que se transformó a partir de 1975 con el tren a Fuengirola, pero esa cuarta línea de cercanías en usuarios del país –10,5 millones al año– no ha servido casi medio siglo después para conectar el litoral después de que el tren y el cercanías hasta Manilva haya acarreado promesas de ministros, presidentes y consejeros de los últimos 20 años.

La reciente historia de éxito de Málaga deja atrás un largo tiempo de olvido en todo tipo de proyectos que estrangularon oportunidades de desarrollo, y que aún hoy los siguen frenando no sólo en materia ferroviaria. En los años 80, la ciudad asfixiada por un tráfico caótico no tenía autovías ni tirón turístico. Se quedó casi sin hoteles tras la segregación de Torremolinos y el Centro era una postal en decadencia sin retocar desde los años 60. Hasta que la carreteras de Las Pedrizas no se desdobló en el 92 y se convirtió en la segunda vía rápida de la provincia después de la antigua N-340 –la 'carretera de la muerte' para la prensa británica–, atravesar sin problemas la Alameda hacia la Costa era tan incierto como llegar a tiempo al tercer aeropuerto de la península. Para viajar hasta Córdoba por autovía hubo que esperar hasta 2009. Junto a Las Pedrizas, las variantes de Benalmádena y Rincón y la ronda este acabaron casi de golpe con los semáforos y los camiones por las calles entre Rincón y Fuengirola.

El océano de millones para la Expo tuvo un detalle con Málaga, que recibió una inversión desconocida hasta entonces por intensa y rápida: 60 kilómetros de autovías en apenas año y medio aunque muchos puentes y túneles batan ahora el récord nacional por falta de mantenimiento. El Gobierno de Felipe González apaciguaba así agravios intrarregionales. La Junta también hizo gestos para paliar el abismo entre Sevilla y el resto de capitales y el tramo final del Guadalmedina recibió un aguinaldo sin continuidad hasta la fecha. Sí lo tuvieron, y sonado, las dos primeras exposiciones con obra de Picasso, en las que fue clave el actual ministro de Cultura, José Guirao. Fue el primer contacto oficial con la familia del pintor y el que abrió la posibilidad de trabajar cara al futuro Museo Picasso. Abrió en 2003 como el arranque para la proyección internacional de la ciudad, un éxito por méritos propios acelerado por problemas de inestabilidad de otros destinos y en el que Málaga ha seguido avanzando incluso bajo la madre de todas las crisis como el destino urbano revelación en España.

El año 2018 supera los 3.200 millones de impacto en la economía local, donde casi el 90 por ciento del empleo depende del sector servicios, 14 puntos más que a comienzos de este siglo. En el I Plan Estratégico –la primera propuesta de consenso sobre el modelo de ciudad en 1996– la cultura no aparecía entre los objetivos. Lo que no vieron como oportunidad líderes y expertos locales bajo la fundación Ciedes tampoco lo logró la operación de capitalidad cultural para 2016. Fue sobre todo obra del rosario de museos –una apuesta personal de De la Torre– que daría el salto con el Centre Pompidou y el Museo Ruso –recompuso parte del costoso patinazo del Museo de las Gemas en Tabacalera– al precio de 15 millones anuales en la factura municipal, pero a cambio la ciudad ha escalado del puesto 19º al 5º en turismo cultural.

Medio millón

A la capital llegaba muy poco turismo en los años 80, cuando alcanzó el medio millón de habitantes, una cifra doble que veinte años atrás. La economía de la provincia empezó a virar desde el campo hacia los servicios, la construcción y la industria y el éxodo rural llevó a un crecimiento sin control ni equipamientos en los barrios, Torremolinos incluido. Una minoría especulaba y el resto del censo no pensaba entonces en la ciudad del futuro porque bastante tenían con el día a día y esa renta familiar que en 2015 era de 25.922 y que se ha mantenido históricamente en torno al 80 por ciento del indicador nacional. Una de las primeras órdenes de Pedro Aparicio a la Policía Local como alcalde en 1979 fue la de perseguir el absentismo escolar, el día a día en los numerosos núcleos chabolistas heredados de los años 50 y del que 250 familias de Los Asperones siguen como un penoso epílogo que ha sobrevivido a tres alcaldes.

1998-2017

Calle Larios

El gran cambio. De un Centro decadente hasta mediados de los 90, la obra de calle Larios en 2002 marcó la recuperación de grandes espacios peatonales. SUR

Y es que la historia de éxito de la sexta ciudad española –la única de más de medio millón de habitantes que no es capital autonómica y la última de ellas que se ha subido al metro– es la de una transformación radical que también convive con una mochila de indicadores difíciles de quebrar, como el elevado paro –por primera vez en una década baja del 20 por ciento–, una lista de espera para vivienda con más de 2.000 peticiones de familias sin recursos o las más de 11.000 que acuden a Cáritas. Bajo la ebullición de los servicios y la hostelería como base del mercado de trabajo, el sueldo medio bruto del trabajador malagueño está en el undécimo lugar nacional por la cola: 15.651 euros en 2017 frente a los 16.269 de 2008, en el arranque de la crisis, un deterioro del que tampoco escapa la pensión media en Málaga. Del nivel de pobreza y riesgo de exclusión habla ese 29,5 por ciento de rentas por hogar inferiores a 6.000 euros, según datos de la Agencia Tributaria.

El dinero municipal para gasto social ha pasado de 70,8 euros por vecino a 90,7 en los últimos años. En el campo sanitario, la demanda de un tercer hospital redobla cada año su urgencia si se tiene en cuenta que el Clínico y el Materno son una foto detenida en el tiempo desde hace 30 años y que la espera media en la lista de espera quirúrgica –que en Andalucía son 66 días– en Málaga llega a 73,3.

Pero esas y otras carencias hace 40 años disparaban cualquier indicador, como el de un analfabetismo que llegaba al 28 por ciento, pero sobre todo estaba el hambre atrasada de democracia que recorría a toda la sociedad española. Las primeras elecciones municipales después de Franco llevaron a los vecinos de grandes ciudades a aspirar a mejoras. En Málaga se fantaseaba con aceras, farolas o alcantarillado. El poder local ejecutó grandes obras menores y también empezó a pensar en la primera cirugía para remendar el desorden urbanístico heredado. El arquitecto José Seguí dibujó junto a Damián Quero y Salvador Moreno Peralta una nueva Málaga en el Plan General del 83, que procuró coser barrios y miró al litoral oeste y a Teatinos para crecer. El descampado que acogió desde los 80 la 'feria del sur de Europa' ya dejaba ver bajo los farolillos la nueva trama urbana donde hoy –tras el letargo de la crisis– se levanta un bosque de grúas y oficinas de ventas. «Nos tuvieron que poner policía en la puerta», señala Seguí la apuesta casi subversiva del encargo de Aparicio a los tres melenudos, cuando el urbanismo en la ciudad, tras la anulación por el Tribunal Supremo del Plan vigente hasta los años 60, se reducía a una ordenanza que no reparaba en alturas ni densidades y lo hacía no sólo en la periferia estricta, como han dejado para la historia La Malagueta y Torremolinos.

Seguí, que sigue en primera línea de la transformación urbana 40 años después, es el autor de proyectos recientes como la recuperación del hotel Miramar o el de la torre-hotel en el dique de Levante. No tiene dudas de que «Málaga es la capital española que más ha cambiado en el último medio siglo», sentencia más allá del boom turístico y aliado con la estrategia municipal hacia un turismo de más poder adquisitivo.

La expansión

El paseo de Poniente, pensado en los 80 como zona de crecimiento, tardó una década en empezar a dejar de ser uno los grandes espacios vírgenes del mediterráneo español, un hito urbanístico a escala local como también lo fue la presión vecinal que logró rebajar de once plantas a siete la altura de los bloques de viviendas. Era el segundo eje en veinte años que abría la ciudad más allá de las huertas y fincas que se extendían al oeste del puente de Tetuán. La Prolongación trajo el desembarco de los primeros edificios con sello de autor y una modernidad también de hábitos. El Corte Inglés barajó el Centro como primera opción, pero el rechazo del comercio local se impuso. Se inauguró en abril de 1979, solo cuatro años después de que los malagueños fuesen los primeros andaluces en subirse al carrito del súper en el Pryca Los Patios.

1980-2017

El Puerto

Un nuevo 'Centro'. La ciudad tuvo que esperar desde finales de los 80 hasta 2011 para poder disfrutar de los muelles más próximos al Centro. SUR

Teatinos, la otra gran zona de crecimiento dibujada en los 80 tardaría en coger el ritmo del campus, a falta hoy de un semáforo que abra la barrera que corta el bulevar hacia la ampliación, donde el paso en superficie del metro subleva al exrector Martín Delgado:«Se ha condenando para siempre ese amplio bulevar que hubiera sido un gran espacio para la convivencia ciudadana». Hoy Teatinos es junto al paseo de Poniente el escenario del mayor desarrollo inmobiliario. Miles de metros de frente litoral en muelle de Heredia y en la zona de San Andrés aguardan de espaldas a la ciudad una oportunidad acorde con la marca turística de la ciudad. En el mundo hotelero, el Centro es el objeto de deseo, con varios proyectos en marcha entre ellos La Equitativa, que saldrá de un letargo de años frente a una Alameda semipeatonal.

En 1979, hacía poco que Málaga se había desprendido del penoso título de la única ciudad europea de más de 300.000 habitantes sin universidad. Era el mantra que en 1972 alentaba las manifestaciones encabezadas por las élites del momento para pedirla. Francisco De la Torre ya hacía historia en la pancarta de cabeza como presidente de la Diputación. No dudó en coger el testigo de su padre, Francisco de la Torre Acosta, el ingeniero jefe municipal fallecido tres años antes y alma de la Asociación de Amigos de la Universidad, donde empezó todo.

La ciudad que vivió en el 79 huelgas de gran impacto como la de dos meses en Portillo o las primeras en las aulas, también se había movilizado un año antes para poder ver por la segunda de TVE el mundial de Argentina 78. La calle definitivamente volvía a ser de la gente por muchos motivos, a veces con tragedia. La reivindicación de autonomía para Andalucía convirtió la gran manifestación festiva en un trágico 4 de diciembre de 1977 con la muerte de Manuel José García Caparrós por disparos de la policía. Faltaba un año para el referéndum de la Constitución, que tuvo más del 90 por ciento de síes.

La primavera siguiente Pedro Aparicio comenzaba a gobernar apoyado por comunistas y andalucistas. El PSOE había reclutado a un joven profesor de medicina que apenas conocía Málaga de sus caminatas para dar clase hasta Teatinos, donde el Clínico –siete años cerrado tras el fin de obras– compartía descampado con Medicina, la facultad que estrenó el nuevo campus. «Fui un médico que estuvo en la política 25 años», se presentaba para la historia el alcalde que preparó a la ciudad para salir de la periferia y jugar a gran ciudad más allá del padrón.

Los mandatos siguientes, con mayoría absoluta, siguió la tarea de borrado de estampas del XIX en un Ayuntamiento que cobraba impuestos con recaudadores privados o gestionaba el 'carné de pobre' en el Noble. Aparicio modernizó servicios básicos, desde los autobuses –el aire acondicionado es cosa de 1986–, el servicio de agua, el vertedero o sustituir con ayuda del Gobierno un saturado mercado de mayoristas –el actual CAC– por Mercamálaga.

Los avatares del primer aparcamiento público en la plaza de la Marina –la Junta le expedientó por rebajar unos restos arqueológicos– fueron uno de sus tres peores momentos. La segregación de Torremolinos y las inundaciones un año después completaron las grandes decepciones de 16 años de alcalde. La peor riada sobre la ciudad dejó una cruz –ocho fallecidos– pero también la cara de inversiones desconocidas (270 millones de euros). Las hidráulicas –incluida con gran retraso la desembocadura del Guadalhorce– ayudaron a poner la primera gran barrera contra nuevas inundaciones, pero ninguna tan útil en términos de felicidad ciudadana como la playa de La Malagueta, seis millones de euros al cambio invertidos en el trabajo de una incansable draga holandesa que gestionó el entonces jefe de Costas Luis López Peláez.

La arena no se la había llevado el temporal, sino el desarrollismo y el ladrillo, pero el relato burocrático facilitó la primera gran playa urbana, que se sumaba a las de El Palo y Pedregalejo, regeneradas en 1985, y al acceso libre y gratuito a las de Baños del Carmen. Aparicio, poco amigo de multitudes, creó el formato de la nueva feria pero también tuvo que dotar a la ciudad de cementerio. Su nombre no figura en la placa inaugural, que sólo aparece en dos edificios de la ciudad –Archivo Municipal y Jardín Botánico– «por indicación protocolaria de la Casa Real», defendía su peculiar pudor político. Fueron dos empeños hacia la Málaga culta que acariciaba y cuyas grandes apuestas iban por la recuperación de la figura de Picasso con la Casa Natal, la Orquesta Ciudad de Málaga y la compra del Cervantes –125 millones de pesetas–, un enredo jurídico que ocupó durante meses de trabajo a Federico Romero, porque «aparte de los propietarios principales Sánchez Ramade, había otros con derechos vitalicios heredados desde el siglo XIX a tener butaca y hubo que llegar a acuerdos», rememora quien ha sido secretario municipal con los últimos tres alcaldes.

Rechazos

La apuesta cultural de Aparicio, como la no tan lejana y ahora reactivada del Auditorio que la crisis hibernó, encontró críticas en una ciudad donde la relación entre cultura y negocio turístico no ha tenido hasta tiempo reciente un holgado consenso social e incluso político. Pero no fue la única. Le pasó también con su empeño en el Parque Tecnológico, una idea que algunos denostaron como 'polígono de lujo' pero que acabó sacando a la calle a colectivos de todo tipo para exigir igual trato fiscal que Cartuja 93.

Su pretensión de que la UMA levantara allí sus nuevos centros de ingeniería abrió un brecha definitiva con el rector José María Martín Delgado. Recelos a lo grande también levantó su proclama transformadora en octubre de 1988: «Málaga debe de dejar de ser el puerto petrolero de Puertollano». El oleoducto que desde los 60 llevaba el crudo descargado en el pantalán de la bahía hasta la refinería manchega tenía los años contados. El fin de los petroleros abría la oportunidad turística para la ciudad. Campsa y Repsol, en la Ronda Intermedia –gasolina y crudo– eran dos polvorines en los barrios más poblados, y en noviembre de 1989 el incendio de un depósito de Repsol aceleró el compromiso de desmantelamiento, que también se propagó a Gas Butano.

El crudo liberó el suelo, que tres décadas después se debate entre rascacielos y zonas verdes, convenio mediante con la Sareb. El sueño del puerto tardaría más de veinte en hacer realidad la integración urbana de los muelles 1y 2, con aquel fiasco que Frank Gehry se llevó de Málaga en 2001.

Aparicio dejó el poder en el turbulento tiempo de descuento de Felipe González, y lo hizo bajo una crisis económica municipal sin precedentes. El Ayuntamiento había dejado de pagar préstamos para afrontar nóminas y acumulaba el equivalente a 180 millones en deudas con proveedores que ya no le servían y teléfonos cortados. Con Celia Villalobos, vencedora en precario de la 'batalla de Málaga', quedaba atrás el estilo visionario, culto y distante –también con el PSOE– del europeísta Aparicio y entraban en la Casona modos y determinaciones de maruja practicante y confesa que formaban, junto a su enorme capacidad de influir en el Gobierno y en el PP, un cóctel de eficacia y resolución con buenos resultados. El pragmatismo y la persistencia hicieron posible obras de alto coste en el lustro en el que Francisco de la Torre, a su lado como concejal de Urbanismo, resultaría fundamental. Si el Palacio de Ferias que encargó al arquitecto Ángel Asenjo se reveló un acierto, el palacio de los Deportes tardaría en serlo. Requirió de grandes sobrecostes para consolidar sus problemas de cimentación y de una ampliación de aforo sólo diez años después.

El órdago del AVE

El túnel de la Alcazaba cambió de forma radical la movilidad en el Centro aunque al precio de arramblar con La Coracha, de la que sólo una casa en pie –'La Odisea'– da cuenta de la cruda batalla resuelta en el Supremo. Pero donde Villalobos se la jugó fue con el AVE, hasta el punto de poner su segunda candidatura sobre la mesa bajo los calores de la feria de 1999 si Aznar no consignaba la primera partida en los Presupuestos para la alta velocidad Málaga-Córdoba.

El gigantesco proyecto recibiría un impulso decisivo por parte de la ministra Magdalena Álvarez, que durante su labor en la etapa de Rodríguez Zapatero (2004-2009) aprobó para Málaga presupuestos históricos que impulsaron la nueva terminal y la segunda pista del aeropuerto, que lo ampliaron para varias décadas. El Plan Guadalmedina de Villalobos se quedaría en los cajones con su propuesta para meter incluso el metro por el cauce. «Lo hubiera conseguido si Aznar en el 2000 no me llama para ser ministra Sanidad», ha defendido la exalcaldesa. De la Torre, conocedor de cada entresijo de la ciudad y activo miembro de Aesdima (Asociación para el Desarrollo Integral de Málaga) durante su único descanso de la política activa, iniciaba ese año sus 18 años de alcalde. Ahora intenta enlazar contra viento y marea –y su propia familia– un quinto mandato al frente de la 'aldea gala' del PPen un caso de longevidad política municipal inédito en España.

Estación

1998-2007

AVE. La estación se amplió cinco veces respecto a la antigua. SUR

Llegó a la Alcaldía con un conocimiento exhaustivo de la ciudad, a la que mejoró el agua del grifo con una desalobradora única en España. De sus maneras de concejal ha pulido un perfil de político díscolo en su partido, siempre en tensión con la Junta e indiscutible agente promocional de su ciudad premiado hasta por Putin. Infatigable y arriesgado –su apuesta por el Centro Pompidou se la planteó en 2008 a un atónito embajador francés Bruno Delaye en el palco de la Rosaleda y para el Museo Ruso se buscó aliados en Marbella– la energía que despliega lo aleja de sus antecesores, a los que le une también la voluntad de no demostrar ganas de juego sucesorio al frente del tercer gran ayuntamiento de España más endeudado: 843 euros por vecino aunque los ha rebajado en 106 en una década.

El exrector Martín Delgado ve a De la Torre más como gestor que como líder: «Málaga ha sido 'gestionada' desde el Ayuntamiento, pero no ha sido 'liderada'. Creo que ha habido más administración que políticas transformadoras», que atribuye sobre todo al peso de otras administraciones. Admite que la labor municipal ha contribuido a «una cierta reactivación económica, a un mayor orden en determinados crecimientos urbanos y también a una política museística cercana a la franquicia que han beneficiado a la ciudad. La actividad gerencial debe ser reconocida pero, en algunos aspectos, Málaga corre el riesgo de morir de éxito como consecuencia de las políticas efectistas y populistas». Para Martín Delgado, «no pocas veces decisiones públicas se han tomado relegando los intereses generales para favorecer los particulares, como la proliferación de apartamentos turísticos; y es que la colonización del centro de la ciudad por establecimientos hosteleros y convertido en un gran parque de atracciones pone la ciudad al servicio del visitante en detrimento de los vecinos».

En una línea similar, Pedro Marín Cots, el economista de origen valenciano que dirige el Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU), un técnico de la primera hornada de la Gerencia de Urbanismo, huye también de la complacencia por un éxito del que es una pieza clave. No deja de asombrarle que ni en el tiempo más boyante para la construcción, el paro –ahora por primera vez en una década por debajo del 20 por ciento– no bajara del 10. Le preocupa el mosaico social de la ciudad tanto como los proyectos de recuperación que empezaron con la peatonalización de la calle Larios y próximamente de Carretería y Álamos.

El responsable de la unidad municipal de programas europeos y uno de los supervivientes de alto nivel a los tres alcaldes, es también un pepito grillo en el organigrama por sus críticas a una deriva hostelera del Centro en la que atisba rasgos de «parque temático». Clama sin éxito hasta ahora por restricciones urbanísticas y/o acústicas desde el OMAU porque ve peligrar el resultado del trabajo que ha convertido en peatonales ocho hectáreas de las 44 que tiene la ciudad antigua, que ha recibido la mayor parte de los 200 millones de fondos europeos desde 1994. También contribuyeron a resolver problemas como el de las primeras –y únicas, por ahora– depuradoras de aguas residuales en el Guadalhorce (1999) y Peñón del Cuervo (2000).

Una ciudad atractiva

La Málaga que se creció como destino de moda con dos artículos de 'The New York Times' se consolida como elección para trabajar de nuevos profesionales. El pasado noviembre el 'Süddeutsche Zeitung', cabecera líder en Munich, se refería a la ciudad como un activo centro tecnológico donde 5.000 extranjeros llevan el día a día de 60 empresas internacionales establecidas por el clima y mano de obra cualificada, además de por las 140 conexiones aéreas. Firmas como Oracle –en el PTAtiene su segundo centro europeo después de la matriz en Dublín–, Dekra, IBM o Fujitsu apuestan por Málaga. La multinacional japonesa lo hizo en 1977, cuando el INI buscaba conocimiento japonés para que España no se quedara atrás en la industria informática.

Fujitsu, que se reinventó tras ser arrasada por la riada del 89, tuvo mucho que ver en la apuesta tecnológica que ya representaban en Málaga Siemens y Citesa, de forma que en los 80 las nuevas tecnologías en la tierra del pescaíto frito ya eran una sólida rareza andaluza aunque sin proyección apenas. Mucho antes de que 'Málaga Valley' entrase en escena como marca y cuando el PTA sólo era un boceto sin lugar en el mapa, un centenar de ingenieros ya integraban en Málaga la tercera 'colonia' de telecos tras Madrid y Barcelona, todo un terreno abonado para la estrategia futura que arrancó con Aparicio y que ahora mira a la ampliación prevista en los próximos veinte años en los que los 18.750 trabajadores se triplicarán.

La renta familiar se mantiene en el 80 por ciento de la media española los últimos 40 años

Las inversiones tras la riada de 1989 hicieron posible entre otras cosas las playas de La Malagueta

Málaga ha recibido desde 1994 unos 200 millones de fondos Feder para mejoras urbanas

Para entonces la tecnópolis –pendiente de resolver el atasco en sus accesos– ya habrá sido cuna de más ideas disruptivas capaces de crear grandes empresas globales. Es la esperanza de Felipe Romera, director del PTA. La ciudad tiene peso propio por las 625 empresas instaladas allí con una facturación de 1.900 millones y también por el éxito de un ramillete de campeones digitales como Virustotal (comprada por Google en 2012) o Freepik, líder en recursos gráficos para el diseño web, que triunfan sin salir de la ciudad en la que también han crecido y estudiado los creadores de Tuenti, de Jobandtalent o de Spotahome.

Empresas globales

Romera se puso al mando del PTA hace 26 años después de que Fujitsu cerrara el centro de I+D de Fujitsu. Tenía que elegir entre cambiar de ciudad o embarcarse en el proyecto que pensó el expresidente Rodríguez de la Borbolla después de visitar Silicon Valley y lideró el alcalde Aparicio. Aplicando ahora su análisis sobre la historia de la innovación local, sería la quinta ola desde finales del XIX y la segunda desde el PTA, reinventado desde aquella apuesta inicial por multinacionales de empleo intensivo, una pantalla del pasado. Las oportunidades laborales y de negocio atraen cada vez más presencia extranjera. También el 'Rayo Verde' –el espacio que PTA y UMA tienen en el Campus para acercar ideas e inversión–, o el Polo Digital de Tabacalera –un espacio de conocimiento sobre videocreación único en España– atrapan a profesionales de cualquier parte.

2000-2003

Museo Picasso

Transformación. El Palacio de Buenavista y su entorno fue el lugar elegido por la familia del pintor para que la Junta creara el Museo Picasso. SUR

Fijos o nómadas digitales, MalagaMakers –un modelo de hacer comunidad con el inglés por bandera que nació en ciudades asiáticas– tiene en la ciudad su gran réplica al sur de Madrid. Son más de 2.000 miembros, que reclaman «más impulso público a nuevos espacios de 'coworking', más inglés en las ventanillas y menos burocracia para atender sus demandas cotidianas», asegura a este periódico su fundador Leo Lara, un informático nacido en el barrio de La Victoria y que habla de Lisboa como modelo a seguir.

Un relato

Más allá de planes y estrategias, entre algunos de los partícipes de la transformación desde hace 40 años hay carencias de otro tipo. «Quizás Málaga es también la única gran ciudad que no ha construido todavía un relato de su gran cambio y que incluya el reconocimiento a otros protagonistas, de dentro y fuera de las instituciones y que no han aparecido en primera línea», se lamenta el arquitecto José Seguí de un déficit que le trae personalmente sin cuidado pero que «sería algo importante para reforzar la autoestima local».

El historiador Juan Antonio Lacomba, igualmente valenciano y también abducido en su día por Málaga, iba más allá y sostenía que la ciudad «no tiene memoria del pasado ni de las cosas del pasado». El catedrático de Geografía, Alfredo Rubio, un alavés que ha hecho su vida en Málaga, trae a colación la cita a propósito de lo que considera «un olvido enfermizo del pasado» que en su opinión es parte de la forma malagueña de estar en el mundo con el borrado de huellas en el patrimonio local a todos los niveles. «Se habla de barrios como si aún existieran como Trinidad y Perchel... porque en Málaga se comete el error de confundir identidad con elementos del paisaje de discutible valor, como la Mundial, al fin y al cabo una obra menor de Guerrero Strachan», apunta Rubio sobre el entorno – el de Hoyo de Esparteros– donde se proyecta desde hace años el hotel de Moneo.

1988-2012

Paseo de Poniente

Del plomo al urbanismo. Los antiguos terrenos de la fundición Los Guindos dieron paso en los 90 a proyectos residenciales de calidad. S. M. Peralt

El recuerdo de las protestas cuando se retiró la marquesina de la estación Renfe, aún hoy en los almacenes municipales, le reafirma: «Pasamos con pasmosa facilidad del olvido a una actitud talibán más allá del valor real de determinados elementos». Experto del paisaje malagueño, colaboró en los estudios para el Plan del 83. De aquel trabajo libreta en mano, conserva moldes y latas de Metalgráfica, una de las grandes industrias del Huelin del XIX. El amor juvenil que bautizó como 'La Mónica' la chimenea de Los Guindos es la forma malagueña de que el viejo esplendor siga vivo bajo el inmediato presente.

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