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La historia de Málaga también se escribe en granos de café. Más allá de la Catedral, la calle Larios o el Muelle Uno, la vida de la ciudad se cuenta a través de sus negocios más emblemáticos. Una historia que se queda huérfana por el ... cierre del Café Central, que este domingo bajaba la persiana de su centenario establecimiento arrancando un pedazo a la historia de Málaga.
«Nunca pensé que este día iba a llegar», confesaba ahogado Rafael Prado, su propietario, horas antes de desprenderse de parte de la que ha sido su vida. Arropado por toda su familia, admitía que lleva dos noches sin poder dormir. El sábado se despertó a las 3 de la mañana y ayer lo ha hecho con una contractura en la pierna. «Esto me está costando mucho trabajo: es como cuando te vas a trabajar al extranjero y tienes que separarte de tu familia», reconoce.
Junto a su mujer Trini y a su hijo Nacho atiende a SUR durante más de dos horas, aunque las interrupciones son constantes por la cantidad de amigos y clientes que se acercan a saludarlo, despedirse o incluso pedirle una foto. «Esta entrevista va a ser muy complicada», advierte su hijo en la primera parada. «Desde que publicaste la noticia -SUR la dio en exclusiva el pasado 26 de noviembre- las muestras de cariño no han parado; no era consciente de toda la gente que nos quería», confiesa Rafael.
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El Central, el negocio que enseñó la forma de pedir un café en la ciudad, bajará definitivamente la persiana esta noche, pero Rafael espera no estar ahí para verlo. «Yo no puedo hacerlo; esta tarde me iré a ver el fútbol con mi nieto y después volveré un rato, pero no estoy preparado para eso». Aunque peor será cuando tenga que entregar la llave del local, el próximo 15 de febrero.
-Me divorcio el día después de los enamorados.
-No digas eso, que parece que es de mí, le regaña Trini.
-Me divorcio del negocio, que es parte de mi vida.
La historia del Central es la de sus clientes y amigos, pero también la de sus cafés. En el establecimiento donde se inventó la forma de nombrar el café en Málaga, se sirven cada día unos 1.500. Entre los diez tipos que se anuncian en el magistral azulejo elaborado por Ruiz de Luna, el corto y el sombra son los que más salida tienen.
Hablando sobre el azulejo que hay en el interior del salón, y al que los clientes no paran de hacerle fotos, Rafael ya se lo ha ofrecido al Ayuntamiento para que lo exponga en algún punto de la ciudad. El hostelero, que es socio de honor de la asociación Mahos, no quiere que el próximo inquilino del local lo destruya y quiere donarlo a la ciudad. «Es parte de la historia de Málaga».
¿Por qué cierra el Central? Por un lado, porque Rafael ya tiene 67 años y cree que ha llegado el momento de jubilarse; por el otro, por problemas con la propiedad del edificio que, pese a ser familia, han impedido la continuidad del negocio tal y como era su deseo.
La historia del Café Central se remonta a principios de los años 20 del siglo pasado. Aunque los orígenes no están del todo claros, las primeras referencias son del año 1920, cuando el nombre del negocio aparece en la publicidad de una guía turística de la ciudad: Café El Central de Manuel Lucena. El establecimiento lo regenta la familia Prado desde el año 1954, cuando lo adquieren prácticamente abandonado.
Este domingo también está siendo muy duro para los 12 trabajadores fijos que se encargarán de cerrar el popular establecimiento. Antonio Martos es el cocinero del Central y lleva 30 años detrás de los fogones. «Hoy es un día muy duro porque aquí he conocido a mi mujer y he tenido a mis hijos». «Todo lo que soy se lo debo al Central», confiesa.
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También para Adrián García, que ha sido el encargado de poner los primeros cafés del último día de servicio. Los primeros (y a la vez los últimos) fueron para el propio personal, que desayuna en el local antes de abrir al público. «Hoy es un día en el que te tocan la fibra porque todo el mundo te anima. Es un orgullo haber servido los cafés más importantes de Málaga durante tantos años».
Durante la última jornada de trabajo, el Central también se ha convertido en una especie de tienda de souvenirs, con clientes comprando las últimas tazas e incluso pidiendo los cuadros que adornan la sala. «Lo siento pero esos me los he pedido yo», puntualiza Trini.
Pasadas las 12 horas, a Rafael no le quedan tazas y «las mesas ya están todas adjudicadas», pero los clientes insisten en llevarse un recuerdo. A ellos se les deriva al Café Central de La Malagueta, el negocio que dirige su hijo Nacho y que se quedará como un pequeño reducto de la historia local. Al menos allí se seguirán sirviendo los mejores cafés del Central.
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