Atrapada por el 'revolving': «Pedía nuevas tarjetas para pagar la deuda de las que ya tenía»

Es tan evidente el paralelismo con la droga que hasta parece innecesario señalarlo. Carmen (nombre ficticio) no necesitaba financiación. Tenía (y tiene) un trabajo fijo, al igual que su esposo; sus sueldos no eran altos pero les daban para pagar la hipoteca y llegar a fin de mes. Un día llegó una comercial de Wizink a su trabajo ofreciendo tarjetas de crédito. Corría el año 2008. «Decidimos sacárnosla por aquello de que siempre viene bien tener una tarjeta de crédito. Además, nos regalaban un 'trolley'». Eran tarjetas 'revolving', pero eso sólo se advertía en la letra pequeña.

No sólo contrataron una: ella cogió dos y su marido, otra. Cada una tenía un límite de crédito de 6.000 euros. «Me aconsejaron que pusiera cuotas fijas mensuales pequeñas, para que fuera más fácil pagar. No te explican que el capital nunca decrece porque con la cuota tan baja, sólo pagas intereses. Yo la usaba como una tarjeta normal: me pagaba los desayunos, la compra del súper... Claro, se acabó el límite en seguida, y yo tenía que devolver todavía todo el dinero», cuenta esta malagueña.

Tras las Wizink vinieron otras tarjetas 'revolving'. La de Carrefour, la de Ikea, una de Cetelem con la que se financió un tratamiento odontológico... «Iba jugando con todas: pagaba la cuota de una, me generaba un poco de saldo y lo aprovechaba para sacar dinero para pagar otra… Hacía trasvases. Hasta que llegó un momento en que ya no podía pagar las cuotas. Y entonces, desesperada, empecé a sacar préstamos rápidos de esos que anuncian por la noche en la tele», cuenta.

Si seguimos con la analogía de las drogas, estos préstamos son como pasarse a la heroína: tienen intereses tan altos y cuotas tan bajas que nunca se terminan de pagar. Llegó un momento en que las cuotas de todos los préstamos y tarjetas que acumuló Carmen (más de una decena) sumaban 3.000 euros mensuales. «Ni con dos sueldos hubiera podido pagarlo».

Y así empezó el asedio de llamadas y correos electrónicos para apremiarle el pago. «Me telefoneaban a todas horas: '¿Cuándo vas a pagar?' '¿Cómo vas a conseguir el dinero?'. Llegaron a llamarme al trabajo, no sé cómo consiguieron el teléfono, ¡qué vergüenza pasé!».

La espiral de deudas y de llamadas sumió a Carmen en un estado de angustia que–ahora se da cuenta– la llevaba a tomar malas decisiones. «No podía dormir, siempre estaba agobiada pensando de dónde sacar el dinero para pagar las deudas, siempre buscando por Internet otra tarjeta más, otro préstamo más para salir del paso...», recuerda.

Han pasado 17 años y Carmen aún no ha conseguido salir del túnel de endeudamiento, aunque ya atisba la luz. «Pedí a mi banco un préstamo de 30.000 euros para liquidar la mayoría de tarjetas y los préstamos. Sigo pagándolo y me quedan algunos flecos», afirma. Cuando se enteró de la posibilidad de demandar a las entidades emisoras de sus tarjetas 'revolving', no tuvo duda. «A mí no me explicaron en ningún momento lo que estaba contratando», afirma. También ha interpuesto demandas por los intereses abusivos de varios préstamos rápidos. Ahora está a la espera de juicio; la representa el abogado Antonio Castillo, especializado en derecho bancario.

El mensaje que lanza esta víctima de las tarjetas 'revolving' es claro: «Si te las ofrecen, di 'No, gracias'. Las carga el diablo. Es muy fácil conseguirlas, pero muy difícil pagarlas. Y, sobre todo, que no tomen la misma mala decisión que yo tomé, de contratar un crédito para pagar otro», concluye. Ahora, dice, tiene aprendida la lección: todo lo que puede, lo paga en efectivo.

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