Durante un par de jornadas los vasos comunicantes del turismo y la cultura salpicaron las mesas, presentaciones y simposios del foro CM Málaga-Culture & Museums. Y ayer, ese debate tomó forma en las conclusiones del Seminario del Consejo Internacional de Museos-ICOM, en las que se pidieron que el turismo sea sensible con la conservación de las instituciones expositivas y monumentos, lo que pasa por la asunción del coste financiero que supone el uso de estos «bienes culturales». La emergencia climática ya no es una teoría, sino una realidad, por lo que el vicepresidente de ICOM España, Luis Pérez Armiño, dejó claro que la «sostenibilidad no es una cuestión de futuro, sino de ahora mismo» y que «el derecho al disfrute de los turistas y el derecho a la conservación del patrimonio tienen que ser compatibles».
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Al coro de voces que analizaron la situación en el encuentro organizado por Palacio de Ferias y Congresos (FYCMA), con la colaboración de la Junta de Andalucía y Diario SUR, se unió ayer la Unesco, que tomó la palabra a través de su organización sectorial, ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios), que puso el acento en algunas de las contradicciones del sistema actual, como la medición del éxito contando exclusivamente visitantes y la responsabilidad de los gestores con respecto a la cultura. «Hay que exigir que la industria del turismo colabore en la protección del patrimonio que explota», aseguró la profesora de la Universidad de Granada, Celia Martínez, en su ponencia sobre la aplicación de la Carta Internacional de ICOMOS sobre turismo y monumentos.
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De esta forma, la gestión turística y la cultural no son dos actividades que caminan paralelas, sino que están interconectadas hasta el punto de que la primera tiene un impacto fundamental en la segunda. A lo que se une, el estado del planeta actualmente. «El cambio climático, las disrupciones y el turismo mal gestionado exigen un nuevo marco en el que se tengan en cuenta los derechos de las personas», sostuvo la experta, que llegó a hablar de algunos casos de «secuestro del patrimonio por parte del turismo» y de la resistencia de algunos agentes turísticos a participar en la gestión y financiación del patrimonio pese a formar parte de su propio beneficio.
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Por ello, Celia Martínez abogó por dejar de considerar los museos y monumentos como un «recurso» y volver a su concepto original de «bienes culturales». Un cambio de paradigma que supone observar «el turismo como una actividad con consecuencias históricas y sociales, más allá de destacar solo lo económico», criticó la experta, que pidió que se deje de «empaquetar para el consumo los lugares patrimoniales, desde los espacios exóticos a monumentos».
Pese a ese aprovechamiento, la coordinadora de la Carta Internacional de ICOMOS sobre turismo cultural 2022 denunció «la resistencia desde el ámbito de la empresa» a adoptar medidas para la gestión sostenible de los flujos de visitantes, con una «planificación sensata», «reservas anticipadas» y el «pago de tasas» por el acceso a las ciudades o espacios culturales. «El turismo es parte de la protección del patrimonio», insistió la experta que fue tajante al señalar que «hay un punto en el que el turismo, en vez de animar la economía local, la destruye».
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Precisamente, uno de los retos sostenibles del patrimonio y los museos es «volver la mirada» al ciudadano de proximidad. Frente a esos museos para turistas que los lugareños llegan a ver incluso como algo extraño, el experto Luis Pérez Armiño abordó en las conclusiones del Seminario Internacional ICOM la necesidad de atender «nuestras comunidades para que sepan que el museo es suyo y que lo disfruten». Esa mayor implicación en el tejido de la propia ciudad o espacio también pasa por que los usuarios en general no se sientan como simples visitantes. «El papel del público a la hora de conciliar la sostenibilidad y la conservación del patrimonio es fundamental», aseguró sobre la complicidad con los espectadores.
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El vicepresidente de ICOM España también hizo autocrítica y pidió revisar las propias políticas de los museos, que en muchos casos se encuentran en «edificios históricos que tienen que adaptarse y no son compatibles con las prácticas sostenibles», mientras que, en cuanto a las colecciones que exhiben, se toman «medidas para su salvaguarda» que tampoco cumplen con el medio ambiente. Las nuevas tecnologías son una herramienta necesaria y cada vez más presente para «hacer un museo inclusivo y accesible para disfrutar del patrimonio de maneras que nunca lo habíamos hecho», aunque los propios expertos constatan sus límites ya que «no podrán sustituir la visita presencial, sino ayudar». Los problemas están sobre la mesa y el momento actual de transformación del sector está cargado de incertidumbres, aunque Pérez Armiño se mostró «optimista» ante lo que está por venir, ya que «los museos tienen mucho que decir y pensar sobre nuestro futuro».
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