El presidente de Gazprombank Andrei Akimov El oscuro (y discreto) mago de las finanzas de Putin
Andrey Akimov preside el Gazprombank, pieza clave del Kremlin para sortear las sanciones e ingresar millones en divisas por la venta de gas. Discreto y eficaz, su figura es capital en la construcción y mantenimiento del entramado de poder del presidente ruso. Recorrer su trayectoria es un viaje oscuro a las cloacas del poder de Putin.
El día que invadió Ucrania, Vladímir Putin reunió en el Kremlin a 37 empresarios, los más poderosos de Rusia. Banca, energía, industria química, transporte, medios de comunicación... son la columna vertebral del entramado económico-mediático-estratégico que llevó a Putin al poder y lo sostiene desde hace 22 años. «Sin duda, nos pondrán sanciones –les dijo–, pero todos entendemos el mundo que nos ha tocado vivir».
Entre los presentes, uno lo entiende mejor que nadie: Andrey Akimov, de 69 años, el hombre a los mandos de Gazprombank, tercer banco ruso y brazo financiero del gigante gasístico Gazprom.
Akimov es el oligarca más discreto, siempre en las sombras, desde donde desempeñó un papel determinante en el asalto de Putin al poder. El mismo que sigue desempeñando para mantenerlo. Y por eso Putin confía tanto en él.
Obligando a pagar el gas en rublos a través del banco de Akimov, el Kremlin accede a fondos extranjeros, alimenta la reserva de divisas, fortalece su moneda y contiene la inflación
Hasta el punto de dejar en sus manos la canalización de los mil millones de euros que Rusia recibe a diario gracias al gas. Gazprombank es, al fin y al cabo, el único banco del país cuya actividad no ha sido vetada por la Unión Europea. Por la cuenta que le trae, ya que los 27 solo pueden comprar gas a Rusia a través de la entidad presidida por Akimov. Y desde el 31 de marzo, además, en rublos.
Es decir, antes de esa fecha el importador pagaba en euros y recibía el suministro. Ahora, el Kremlin lo obliga a abrir una cuenta en rublos y otra en euros en el Gazprombank. Los pagos siguen haciéndose en euros, pero no son efectivos hasta que el banco de Akimov los cambia a rublos en el Banco de Rusia. De este modo el Gobierno accede a esos ingresos, a pesar de la prohibición europea, alimenta las reservas de divisas, evita que su moneda se hunda y contiene la inflación.
Dicho de otro modo, el Gazprombank es la herramienta clave para salvar la divisa y economía rusas. Y detrás de todo: Akimov, sirviendo con eficacia a Putin una vez más. Es lo que lleva haciendo desde hace más de tres décadas. Y con extrema discreción.
Akimov, de hecho, es una especie de Guadiana en los libros e investigaciones publicados sobre Putin y sus oligarcas. No figura en las listas de los más influyentes y poderosos y apenas se lo menciona en los medios, pero lo cierto es que siempre ha estado ahí. Su presencia en segundo plano, por ejemplo, es constante en Los hombres de Putin: Cómo el KGB se apoderó de Rusia y se enfrentó a occidente (Península), libro de la excorresponsal del Financial Times en Moscú Catherine Belton y minuciosa investigación sobre las operaciones de Putin y los suyos para controlar su país.
Asalto al mercado negro
Natural de San Petersburgo, Akimov empezó a prepararse para ayudar a Putin (sin saberlo aún) en los setenta, siendo un joven economista del servicio exterior del KGB que viajaba por Europa para analizar las diferencias entre la economía soviética y la de libre mercado.
Desde esa posición de privilegio, él y sus colegas –«sectores progresistas del KGB» los llama Belton– detectaron antes que nadie que algo grave fallaba en su país, incapaz de generar riqueza y mantenerse al día de los avances tecnológicos. Al grupo de Akimov, de hecho, se le encomendaría parte del diseño de las reformas económicas de la perestroika.
Pero eso sería mucho después. En los años setenta, ante el inminente desastre soviético, el primer gran paso de aquella camarilla fue hacerse con el control del mercado negro, un entramado industrial de fábricas clandestinas alimentado con los recursos del Estado.
Pertenecía a los 'progresistas' del KGB. Él y su camarilla se hicieron con el control del mercado negro antes del colapso de la Unión Soviética
Una posición dominante que se consolidó con el ascenso de Yuri Andrópov al liderazgo del politburó en 1982. En su breve mandato de quince meses –falleció por una enfermedad renal–, Andrópov se apoyó en este mercado negro para intentar revitalizar la economía. Y los 'progresistas' aprovecharon para enriquecerse y tomar posiciones. Con Akimov como figura emergente.
Tanto que, en 1987, con apenas 34 años, fue colocado al frente del Banco Soviético en Viena, una de las mayores puertas de salida de dinero del país hacia Occidente. El mandato era acelerar esa fuga de capitales a cuentas exteriores del KGB. Y Akimov cumplió con creces. El año anterior al colapso soviético creó IMAG, una financiera con la que, mano a mano con Aleksandr Medvédev, futuro delfín de Putin, impulsó las primeras adquisiciones en la industria de los hidrocarburos por parte de los futuros oligarcas.
Todo ello, al amparo de la ascensión de Putin al Gobierno de San Petersburgo, en mayo de 1990. Desde su cargo en la Comisión de Relaciones Externas, el futuro presidente empezó a controlar las relaciones internacionales, las inversiones extranjeras y numerosas operaciones comerciales para favorecer a los suyos, con Akimov prestando servicios financieros desde Viena. Putin llegó a vicepresidente del gobierno de San Petersburgo y, en 1996, se trasladó a Moscú para convertirse en el hombre fuerte de la Administración de Borís Yeltsin.
Un año después, Akimov recibió el encargo de gestionar la compra de la Empresa de Petróleos del Este, una de las últimas joyas por privatizar de la industria petrolera rusa. Lo tenía todo preparado para hacerse con ella, pero Mijaíl Jodorkovski, el gran oligarca de la era Yeltsin, se llevó la puja ante sus narices. Fue el principio del fin para el entonces «hombre más poderoso de Rusia».
Jodorkovski ignoraba el interés de Putin y los suyos por la empresa, pero, tras aquella humillación, Akimov se fijó la venganza como objetivo. Acumuló información comprometedora sobre sus negocios y, en cuanto Putin llegó a la presidencia, se lanzó a convencerlo de que el magnate era su gran enemigo y que ponía en peligro la existencia misma de su régimen. Arrancaba así el último sprint de Putin y Cía. para hacerse con la industria petrolera y, por extensión, del país.
La venganza de Akimov
Lejos de plegarse a la voluntad del Kremlin, Jodorkovski siguió a lo suyo pensando que nadie se atrevería a detenerlo. No los creyó capaces de arriesgar la precaria transición rusa hacia la economía de mercado. Se equivocaba.
Tras tres años de truculenta persecución, Akimov obtuvo su venganza en octubre de 2003, cuando Jodorkovski fue arrestado. Se congelaron los activos de Yukos, su gigante petrolero, y sus acciones se hundieron. Por un precio regalado, el gigante energético cayó en manos de Rosneft, empresa afín al Kremlin que, de la noche a la mañana, pasó de valer 6000 millones de dólares a convertirse en un titán de 30.000.
Derrotado Jodorkovski, y con él los oligarcas surgidos al amparo de Yeltsin, ya nadie impedía el asalto definitivo de los hombres de Putin al resto de la economía rusa. Por eso, poco después de la liquidación de Yukos, en 2004, se desató un frenesí de operaciones en la Bolsa moscovita donde activos del Estado eran vendidos de forma opaca a precio de saldo. Se desviaron así miles de millones en activos financieros, industriales y medios de comunicación a empresarios afines al Kremlin, iniciándose la formación a gran escala de un obschak ('caja común', en ruso mafioso) con el que, asegura Belton, se apuntaló el régimen de Putin.
Las transferencias de activos de Gazprom, por ejemplo, engordaron las cuentas del Banco Rossiya, una pequeña entidad de San Petersburgo, herramienta central en la red de Putin y su clan, cuyos activos se multiplicaron por 40 hasta alcanzar los 8900 millones de dólares en apenas ocho años.
Creó una financiera en Viena con la que impulsó las primeras adquisiciones en la industria de los hidrocarburos por parte de los futuros oligarcas
Fue entonces cuando Putin colocó a Akimov, repatriado desde Viena, al frente del Gazprombank. Su misión: pilotar el traspaso de la entidad, hasta entonces en manos de Gazprom, al Banco Rossiya. Gazprombank, tercer banco ruso, valorado en 8000 millones, pasó a manos del clan por 1800.
La operación incluyó, además, la adquisición de miles de millones en activos industriales, como el gigante petroquímico Sibur, y medios de comunicación como la influyente emisora NTV. Era el advenimiento definitivo de los oligarcas al servicio de Putin.
Para entonces, segunda temporada en el Kremlin, sus hombres ya lideraban la economía, el sistema judicial, el servicio fiscal, Aeroflot, los ferrocarriles, la industria de armamento, el banco para el comercio exterior, que Akimov dirigió, y una larga lista de medios con los que se dio forma al actual monopolio mediático-estratégico.
La conquista de París
Obtenido el control absoluto del Estado, Putin y los suyos se aplicaron entonces en mantenerlo a toda costa. Con la hormiguita Akimov y su habitual discreción, se inició el asalto a todo lo relativo al comercio del gas, montando intermediarias para el suministro a Europa y con más y más préstamos millonarios a empresarios afines.
Avalado por su eficacia, Akimov recibió entonces otro encargo: recuperar influencia internacional en Europa. Lo hizo, cómo no, con operaciones apoyadas en fondos opacos. Silvio Berlusconi apareció salpicado por una de ellas en un escándalo que destapó Wikileaks.
Akimov fue algo más discreto en Francia. Belton relata, por ejemplo, cómo ayudó a Gennady Timchenko –magnate de los hidrocarburos y fiel a Putin desde los días de San Petersburgo– a obtener jugosos contratos con Total, la gran energética gala; recibir la legión de honor, la más alta distinción de la República; y ser nombrado presidente de la Cámara de Comercio Franco-Rusa, entidad que no tardó en reunir a los industriales más relevantes de Francia con miembros destacados del capitalismo del KGB de Putin.
Putin le ha concedido cuatro medallas de Estado, «por su contribución al desarrollo de Rusia», a este hombre que ha creado ocho empresas 'offshore' valoradas en más de 500 millones
Entre aquellas maniobras, que buscaban contrarrestar la visión negativa sobre Rusia y poner fin al «monopolio occidental sobre la definición de los derechos humanos» y su observancia por parte de Putin, nació Rusia Today, la televisión global a las órdenes del Kremlin.
Nada muestra mejor el aprecio de Putin por Akimov que las cuatro medallas de Estado que le ha concedido «por su contribución al desarrollo de Rusia». Premio más sustancioso ha sido, sin duda, el incremento de su fortuna.
En 2016 poseía al menos ocho empresas offshore: 360 millones de dólares en activos tenía una; 94,4, otra; 80, otra más... Dos estaban a nombre de su pareja, la pintora Marianna Chaykina, con la cual Akimov ha sido fotografiado en Cannes o Moscú. Es información extraída de los papeles de Panamá, convertidos en prueba definitiva de que la mayoría de los oligarcas que rodearon a Putin el día que invadió Ucrania llevaba años sacando dinero fuera del país.
Las sanciones les han cerrado ahora el acceso a esos fondos, pero personajes como Akimov ya deben de estar maquinando nuevas formas de evitar que el poder de Putin y su círculo entre en decadencia.
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