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Bill Browder El hombre más odiado por Putin y sus oligarcas «Para ser el zar, tienes que ser el más brutal»

Este millonario ha logrado que Europa y Estados Unidos aprueben una ley que permite congelar los bienes de los oligarcas rusos en Occidente. Se llama la ley Magnitski y ha hecho que Putin pida su cabeza. ¿Cómo es que Bill Browder sigue vivo? Él mismo nos lo cuenta.

Sábado, 23 de Abril 2022

Tiempo de lectura: 7 min

Svetlana era una mujer impresionante. Cuando chocó con Bill Browder hace diez años, en la cola de un bufé, empezaron a hablar. Browder recuerda que esa belleza se mostraba muy interesada en él. Esa misma noche le envió un e-mail. Cuando llegó el segundo correo, Browder –un hombre de mediana edad y no muy atractivo– confirmó sus sospechas: Svetlana era un cebo. «Era un poco ridículo, la verdad», dice. «Solo la conocía desde hacía diez minutos. Pero así hacen ellos las cosas. Son burdos montando estas operaciones». «Ellos» en este caso, y durante toda la conversación, son «los rusos». Todavía no sabe cuáles eran las intenciones de Svetlana. «¿Envenenarme? ¿Chantajearme?...».

A Browder le pasan cosas así. A veces, cuando cruza una frontera, la de Madrid, por ejemplo, se entera de que está en una lista roja de la Interpol y es detenido. A veces, lo demandan en los tribunales de Londres. A veces, sus socios se caen desde un edificio... y mueren.

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Serguéi Magnitski. La ley Magnitski que hoy cerca el dinero de Putin honra a este prestigioso abogado, asesinado a sus 37 años —denuncia Browder— apaleado por ocho guardias tras descubrir un fraude del Gobierno ruso. |Cordon

Hace años, en 2018, mientras estaba de vacaciones en Estados Unidos, se enteró viendo la tele de que a Donald Trump no le parecía mal intercambiarlo a él, un ciudadano británico aunque nacido en Estados Unidos, por unos espías rusos. Se estaba celebrando en Helsinki una cumbre entre Estados Unidos y Rusia cuando un reportero le preguntó a Putin si iba a entregar a Estados Unidos los doce agentes rusos acusados ​​de interferir en las elecciones estadounidenses de 2016. Putin respondió que lo consideraría si Estados Unidos hacía lo mismo con Bill Browder. Trump respondió que era una «oferta magnífica». No hay mucha gente a la que Vladímir Putin declare abiertamente su enemigo. Y muchos menos que sigan vivos. Por ahora, Browder –antiguo banquero de inversiones de 57 años y fundador de la empresa rusa Hermitage Capital Management– está sin polonio en las venas.

La historia de Bill Browder empieza hace doce años en una pequeña celda a las afueras de Moscú. En el suelo yace Serguéi Magnitski, un prestigioso abogado y asesor fiscal de 37 años. Está muerto.

Si se cree la versión de Bill Browder –y a los Parlamentos de 34 países–, a Magnitski lo apalearon hasta la muerte ocho guardias. ¿El motivo? Había descubierto un fraude que implicaba al Gobierno ruso. Si se cree a los rusos, fue el propio Magnitski quien cometió el fraude y falleció de muerte natural. Bueno, esa fue la primera versión que lanzaron desde Rusia. La segunda fue que murió envenenado. ¿Por quién? Por Browder, que, además de jefe de Magnitski, aseguran, es el oscuro capo de una organización criminal.

«He sobrevivido diez años porque Putin ha tenido un pie en el mundo civilizado y otro en el criminal. Ahora ha metido los dos en el criminal. Mi nivel de riesgo se ha disparado»

«El asesinato de Magnitski cambió mi vida», dice hoy Browder. Desde entonces, este hombre de negocios se ha convertido en un agitador contra Putin. «Me sentía culpable. Magnitski no estaría muerto si no hubiera trabajado para mí. Eso ha pesado sobre mis hombros durante los últimos doce años».

Para explicar lo sucedido, puede valer el resumen que hace un lustro hizo del caso el senador republicano Chuck Grassley cuando Browder fue convocado en la Cámara Baja de Estados Unidos para hablar de la injerencia rusa en la política estadounidense: «En 2007, funcionarios del Gobierno ruso y miembros del crimen organizado robaron la identidad corporativa de tres empresas de Hermitage (el fondo de inversiones de Browder) y las usaron de forma fraudulenta, con lo que obtuvieron 230 millones de dólares. Hermitage lo denunció ante la Justicia rusa. En respuesta, el Ejecutivo asignó el caso a los propios funcionarios implicados en el delito que se denunciaba. Los delincuentes se convirtieron en sus propios investigadores. El abogado de Browder, Magnitski, descubrió el fraude, fue encarcelado y murió en circunstancias muy sospechosas».

Cuando Browder denunció el asesinato, creyó que se investigaría; al fin y al cabo, Magnitski era un respetado abogado y las evidencias de su tortura, abrumadoras. «Había tantas pruebas de las cosas terribles que le hicieron...», dice. «Me parecía inconcebible que el Gobierno ruso no actuara. Podían haber metido en la cárcel a varios de los tipos que lo torturaron y declarar el caso cerrado, tal como hicieron los saudíes tras matar a Yamal Jashogyi», explica.

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El talón de Putin... Browder lo tiene claro: «En Rusia –dice—, no puedes ser un oligarca a menos que Putin decida que tienes derecho a serlo para guardar su dinero. Por eso, sancionar a los oligarcas de Occidente es tan importante». |GETTY IMAGES

¿Por qué no lo hicieron? Cuanto más se acercaba Browder a dónde habían ido a parar los 230 millones de dólares, más claro estaba que este 'pequeño' fraude no era un caso aislado. Los 230 millones solo eran parte de un gran río de dinero corrupto –cientos de miles de millones– que fluye desde Rusia hacia Occidente. Una enorme cantidad de dinero propiedad de los oligarcas, pero sobre todo, según Browder, del propio Putin a través de testaferros. Así que la investigación de Magnitski era la puerta de algo más grande. «Era el hilo del que, si se tiraba, se podía desenredar todo el sistema».

Sigue al dinero

Browder pronto se dio cuenta de que la clave era seguir el dinero. Tal vez nunca pudiera castigar a los implicados en la muerte de Magnitski, pero si la recompensa por su asesinato era una casa en Kensington o un yate en Biarritz bien podía evitar que consiguiesen su premio.

Esta fue la idea detrás de lo que hoy se conoce como la 'ley Magnitski' y que permite que los bienes fuera de Rusia de rusos vinculados a la corrupción o la violación de los derechos humanos puedan ser embargados. Una ley que gracias a la presión de Browder se ha promulgado en 34 países, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea. La ley Magnitski fue promulgada en 2012 y ha sido clave para aplicar sanciones a los oligarcas rusos por la invasión de Ucrania. No es raro que la gente, cuando conoce a Browder, le pregunte cómo es que sigue vivo...

Para él, la primera razón por la que ha sobrevivido es obvia. No es ruso y nadie puede asesinarle sin consecuencias. Además, asegura, «he sobrevivido estos últimos diez años porque Putin tenía un pie en el mundo civilizado y otro en el criminal. Ahora ha metido los dos pies en el criminal y mi nivel de riesgo se ha disparado», afirma.

Browder ha escrito ahora un libro, Freezing order, sobre su lucha por la ley Magnitski. Nos encontramos con él en un estudio en el centro de Londres. No lleva guardaespaldas. «Los guardaespaldas son mercenarios –explica Browder–. Puedo contratarlos hoy, pero mañana podría contratarlos otro para averiguar dónde estoy. Toda la industria de la seguridad está llena de mercenarios».

Sobre la guerra de Ucrania, no tiene duda. «Putin es un criminal. Participa financieramente en crímenes, ordena asesinatos, miente y crea narrativas falsas. Todo lo que nos pasó a mí y a Serguéi es un calco de lo que está ocurriendo ahora, pero a una escala mucho mayor». Y añade: «Hace diez años, cuando se aprobó la ley Magnitski, él ya sabía que iba a hacer algo horrible y que esa ley se iba a convertir en la herramienta para ir a por su dinero. Por eso, la odiaba tanto».

«Putin es la persona más rica de Rusia. Los oligarcas son sus testaferros. En Rusia o eres el que jode o el jodido, y Putin quiere ser el que más jode de todos»

Conviene aclarar que Bill Browder no siempre fue un cruzado por la Justicia. Tras estudiar Economía en la Universidad de Chicago, decidió ganar dinero a lo grande. Y, en los años noventa, el lugar más emocionante para eso era Rusia: las joyas de la corona del país se vendían a precio de saldo. «En Rusia daban dinero gratis», resume en el libro. También cuenta sin pudor como se enriqueció de forma cuestionable. Según él, la inmensa riqueza del país se repartió entre unas pocas personas lo suficientemente astutas o brutales como para conseguirla a precio de saldo. Browder, luego, se instaló en Londres, se convirtió en ciudadano británico, se divorció de su primera esposa y se casó con Elena, de nacionalidad rusa.

La segunda mitad del libro se centra en su lucha fallida para salvar a Serguéi Magnitski. En este punto, Browder habla en términos casi mesiánicos. «Me han encomendado una misión justa. Luchar por la justicia es infinitamente más satisfactorio que luchar por el dinero». Si Putin es el villano del libro de Browder, los abogados occidentales son su brazo armado. En repetidas ocasiones, Browder se ha visto perseguido por rusos dispuestos a gastar enormes cantidades de dinero en equipos de letrados occidentales para presionar a los políticos y lanzar minas legales en su camino. Eso le indigna. «Los tribunales se convierten en una avanzadilla para que el Gobierno ruso persiga a sus víctimas. Hay un grupo de abogados mercenarios que trabajan para el Estado ruso para aterrorizar, atacar y agotar los recursos de sus víctimas».

El poder de la ley Magnitski, según Browder, radica en que apuntó al dinero de Putin. «En Rusia, no puedes ser un oligarca a menos que Putin decida que tienes derecho a serlo. Si no quiere que seas un oligarca, te meterá en la cárcel o te matará». La función principal de los oligarcas, cuenta Browder, es «actuar como testaferros de Putin, guardar su dinero. Por eso, sancionarlos es tan importante».

¿Pero, si la tesis de Browder es correcta, para qué necesita Putin tantísimo dinero?

«No entendemos la naturaleza medieval de Rusia. No se puede ser la persona más poderosa de Rusia y no ser la persona más brutal y más rica de Rusia. Para ser el zar, no puedes estar subordinado a nadie. En Rusia o eres el que jode o el jodido, y Putin tiene que ser el que más jode de todos».


© The Times Magazine


Etiquetas: Putin
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