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Los verdaderos planes de Trump en 2024 Su biógrafa Maggie Haberman habla claro «El objetivo de Donald Trump es vengarse»

El expresidente norteamericano ha anunciado su candidatura para las elecciones presidenciales de 2024. Pocas personas han conseguido acercarse tanto a él como la periodista Maggie Haberman. La autora de su última biografía cree que Donald Trump tiene un lado oscuro y que ahora es aún más peligroso. Nos lo cuenta.

Viernes, 18 de Noviembre 2022

Tiempo de lectura: 7 min

Donald Trump odia a los medios de comunicación, y en especial a The New York Times, periódico para el que trabaja Maggie Haberman. Sin embargo, a pocas personas les ha permitido estar tan cerca de él como a esta reportera. Donald Trump siempre ha jugado a insultar a los periodistas, pero también a adularlos. Durante su estancia en la Casa Blanca, difamó a Maggie Haberman llamándola el «lacayo torcido de Hillary» e intentó piratear su teléfono para descubrir las fuentes de sus revelaciones sobre él en The New York Times. Sin embargo, aunque Trump sabía que ella estaba escribiendo un libro sobre su conducta a menudo demente como presidente, la recibió en su club de campo de Florida y durante su última entrevista comentó a sus ayudantes: «Me encanta estar con ella, es como mi psiquiatra». De hecho, en el libro la periodista oficia de psiquiatra de Trump y revisa los primeros años de su vida. Negociando con matones de la mafia y políticos durante sus años como promotor inmobiliario en Nueva York, Trump ideó los trucos que le han servido desde entonces: decir mentiras descaradas, mostrar una ira sobreactuada y elaborar tramas caóticas que logran enfrentar a sus rivales. Estas tácticas exponen su habilidad para el juego, ya que el poder para él significa un juego sin trabas ni reglas sostenido por faroles dobles y triples. El libro de Haberman narra el ascenso de Trump desde su infancia en Nueva York, la misma ciudad donde ha tenido lugar esta conversación.

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La periodista y el magnate. Maggie Haberman posa en el despacho oval con el entonces presidente Donald Trump. El sorprendente acceso que tuvo a él es la base de su libro Confidence man.

XLSemanal. Lleva años escribiendo sobre Trump y ha pasado horas con él. ¿Le cae bien?

Maggie Haberman. Puede ser encantador. Pero lo que me interesa es su capacidad para atraer a tantas personas. Cómo consigue que su entorno le sea fiel por algo que debería darse por descontado...

XL. ¿A qué se refiere?

M.H. A que ayuda a la gente cuando tiene problemas, y eso hace que luego esas personas justifiquen su lealtad. Muchos lo hacen a pesar de que conocen su lado oscuro.

«A Trump lo que mejor se le da es reinventarse cuando está al borde de la catástrofe»

XL. Tras una de sus charlas en Mar-a-Lago dijo que era usted su «psiquiatra». Suena casi íntimo...

M.H. Era solo una forma de hablar. Trump dice muchas cosas que en realidad no piensa. Aunque también dice cosas que piensa muy en serio. No siempre es fácil distinguir unas de otras.

XL. No es un hombre controlado...

M.H. Sí, eso es algo que se puede afirmar con razonable certeza.

XL. Usted lo describe como un hombre que vive en un «eterno ayer». ¿Qué tipo de lugar es ese?

M.H. Siempre está mirando atrás. Encarna un sentimiento que lo unió a sus votantes en las elecciones de 2016 y 2020, un sentimiento de descontento por cuestiones pasadas. Tenía una larga lista de traumas a los que recurrir: el 11-S, la crisis, un presidente negro...

XL. Eso fue un shock para muchos de sus seguidores...

M.H. De ahí sacaba Trump su fuerza. Pero, a la larga, este permanente mirar al pasado desgasta a los votantes. Las elecciones van de mirar adelante. Un viejo amigo suyo me dijo que a Trump el paso del tiempo no le sienta bien, que es como esa ropa que se estropea enseguida.

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La añoranza de los ochenta. Para Haberman, Trump vive anclado en los años ochenta. Por ejemplo, «le encanta hablar de todas las veces que ha sido portada del Time, una revista que dejó atrás sus mejores tiempos hace mucho».

XL. Pero la mayor parte de los republicanos lo quieren como candidato a la presidencia.

M.H. Pero son solo una fracción de todos los votantes del país.

XL. Trump apela al núcleo más radical del electorado, pero ese núcleo no le bastará para ganar.

M.H. Es una de sus contradicciones. Todo en Donald Trump es contradictorio.

XL. Buena parte de su libro se centra en la década que más lo marcó: los ochenta. ¿De alguna manera sigue viviendo en aquellos años?

M.H. En campaña le encantaba hablar de todas las veces que había salido en la portada del Time, una revista que dejó atrás sus mejores tiempos hace mucho. Los referentes culturales de Trump vienen del pasado. Los años ochenta lo marcaron y quiso revivir aquella época cuando se fue a Washington.

XL. Eso le une con sus seguidores. Muchos añoran a Reagan.

M.H. Añoran un mundo en el que la demografía no era tan complicada.

«Trump no tiene ideología. Cree que la Presidencia le dará protección ante la cantidad de investigaciones que tiene abiertas»

XL. ¿Con una mayoría blanca?

M.H. Así es.

XL. Otra contradicción: por un lado, Trump está atrapado en el pasado; por el otro, utiliza las redes sociales y sabe muy bien cómo jugar con los sentimientos de los americanos de hoy.

M.H. Trump se siente orgulloso de esa cierta ignorancia que muestra, pero es un tipo muy listo. Detecta enseguida a qué cosas reacciona la gente. Es uno de sus puntos fuertes. Vamos, un demagogo.

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XL. ¿Ha conseguido usted entender qué pretende Trump presentándose otra vez? ¿Atacar la democracia estadounidense, como muchos temen? ¿O simplemente vengar su derrota de 2020?

M.H. Trump no posee ideología. Creo que en primer lugar busca protección ante las muchas investigaciones que tiene abiertas. Cree que la presidencia podría protegerlo. En segundo lugar, no quiere quedar como un perdedor. Y tampoco dejar de recaudar fondos. Si hubiera anunciado que no se presentaba, se le habrían acabado las donaciones. ¿Que qué quiere? A Trump se le da bien definir contra qué está; definir a favor de qué está no se le da tan bien.

XL. ¿Trump le está haciendo un daño enorme a Estados Unidos?

M.H. Así es. Volviendo a su pregunta de si su objetivo es destruir el sistema: no, su objetivo es vengarse.

XL. ¿Una segunda presidencia sería aún más peligrosa?

M.H. Ya sabemos cómo entiende Trump el ejercicio del cargo. Intentó utilizar el Departamento de Justicia en su beneficio y para perjudicar a otros. Recompensar a los amigos y castigar a los enemigos. ¿La próxima vez irá más lejos? No lo sé, lo que sí sé es que sus constantes mentiras sobre las elecciones son muy peligrosas, y también su gran receptividad hacia teorías de la conspiración como QAnon. Trump abraza el peligro.

XL. Suena como si lo peor estuviera por llegar.

M.H. Con Trump, la cosa siempre va de saltarse los límites o de jugar con ellos, desplazarlos. Eso no cambió con su salida de la presidencia. Al contrario, desde entonces lleva presionando a cargos republicanos de todo el país, especialmente a responsables de organismos electorales, para que apoyen su mentira del fraude electoral. Es algo de una dimensión totalmente nueva.

«Es un tipo muy listo. Detecta enseguida a qué reacciona la gente. Es su punto fuerte»

XL. ¿Diría que se siente solo?

M.H. Los que lo conocen así lo creen. En la Casa Blanca, su gente enseguida se dio cuenta de que necesitaba tener siempre a alguien al lado para hablar. Y era conocida su costumbre de hacer pasar a todo el mundo por su despacho del Air Force One, uno tras otro.

XL. ¿Ha reaccionado ya a la publicación de su libro?

M.H. Algo posteó en Truth Social...

XL. ... su propia red social. Se refirió a usted como «mi autoproclamada biógrafa», y luego añadió: «¡Es una escritora mala con fuentes muy malas!».

M.H. Muchas veces, Trump tarda en decidir lo que piensa. Espera a ver lo que comentan los medios o a que alguien le diga que tiene que pronunciarse. Es bastante caótico, tanto emocionalmente como en su comportamiento. Puede parecer abrumador, puede desconcertar. Lo que de verdad se le da bien es reinventarse cuando está al borde de la catástrofe.


Para Haberman, Trump vive en «el eterno presente», nunca mira a largo plazo. Pero también es preso de un «eterno pasado» de rencores contra aquellos que, según él, lo menospreciaron. En el centro de la diana está Barack Obama, a quien odiaba tanto que llegó a exorcizarlo en un rito higiénico: reemplazó el baño privado del despacho oval porque se negó, sospecha Haberman, a confiar su trasero al asiento usado por «su predecesor negro». A pesar de toda su beligerancia, en opinión de Haberman, Trump es un hombre temeroso, por ejemplo, en la Casa Blanca temía que alguien envenenara el Big Mac de su cena; y en la década de 1980 exigió a las modelos con las que salía que se hicieran la prueba del sida. En Francia, en 2018, llegó a cancelar una visita a un cementerio donde reposaban los estadounidenses muertos en la guerra con el argumento de que no quería mojarse el pelo con la lluvia. En su primer discurso televisivo sobre la covid-19, la amenaza de una plaga inminente le importaba menos que «una mancha visible en su camisa blanca», de la que se percató justo antes de empezar la transmisión. Trump «utilizó al Gobierno –concluye Haberman– como una extensión de sí mismo», tratándolo como una empresa privada que satisfacía sus apetitos, amenazaba a sus detractores y enriquecía la empresa de su familia.

@STERN


Etiquetas: Políticos, Trump
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