Viernes, 14 de Febrero 2025, 10:06h
Tiempo de lectura: 3 min
A veces me asaltan personas que me reprochan que defienda tal o cual postura que, a su juicio, constituye un error; y que consideran en flagrante contradicción con otras posturas que también defiendo. Son, por lo común, personas muy ideologizadas que aplauden –pongamos por caso– mis diatribas anticapitalistas, pero no soportan mis execraciones del aborto; o bien que aplauden mis execraciones de las avalanchas inmigratorias, pero no soportan mis diatribas contra las masacres de palestinos perpetradas por Israel. Y que, además, consideran que tales posturas son incoherentes y contradictorias, sin darse cuenta de que el capitalismo, para imponer su dominación, necesita el aborto (y también las avalanchas inmigratorias y las masacres de palestinos).
El totalitarismo democrático adormece y uniformiza a sus sometidos
Que estas personas consideren contradictorias posturas que a mí se me antojan plenamente congruentes y hasta orgánicas llegó a resultarme muy perturbador. Y, para mi consternación y vago horror, fui comprobando que estas personas no constituyen una excepción pintoresca o turulata; sino que, por el contrario, tal excepción la constituyo más bien yo (excepción condenada, además, a un creciente ostracismo), mientras ellos más bien representan a los satisfechos ejércitos que nutren los negociados ideológicos. Este descubrimiento desmoralizador me ha empujado a abandonar ciertas tribunas donde mis posiciones 'contradictorias' no hacían sino provocar furor o escándalo; pues, como nos enseña el Evangelio, no creo que tenga sentido alguno arrojar perlas a los puercos que las pisotean con sus patas y después se vuelven para destrozarnos. Las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan tendrán que buscarme en este rincón de papel y tinta, donde todavía mis aparentes 'contradicciones' son aceptadas.
Uno de los signos más palmarios de la mediocridad consiste en ver contradicciones allá donde sólo hay contrastes. Y eso es lo que han hecho las ideologías con las personas de la presente generación: convertirlas en mediocres obtusos, encerrados en la cárcel de las consignas más burdas y esquemáticas, de tal modo que consideren contradictorias las proposiciones más coherentes y plenamente coherentes los desatinos más contradictorios. Inevitablemente, para esa mediocridad obtusa que las ideologías imponen a sus adeptos, a modo de uniforme distintivo, nada resulta más exasperante que los contrastes del pensamiento que nos obligan a distinguir aspectos de la realidad en los que hasta entonces no habíamos reparado, porque las ideologías nos obligan a acatar visiones reduccionistas y fragmentarias.
La distinción entre contraste y contradicción se entiende maravillosamente si leemos los Evangelios. Jesús brinda la paz a sus discípulos, pero luego afirma que ha venido a traer la espada; invita a poner la otra mejilla ante quien nos agrede, pero luego toma el látigo para expulsar a los mercaderes del templo; vive durante treinta años con su familia, pero luego finge no conocerla y asegura que su familia son los que cumplen la voluntad de Dios; asegura que quien mira con deseo a la mujer del prójimo ya ha cometido adulterio, pero luego intercede por una mujer adúltera… A la mediocridad obtusa Jesús se le antojará una contradicción andante; y todas sus parábolas le parecerán insoportablemente incoherentes, con administradores infieles que resultan premiados, hijos pródigos para los que se sacrifica el ternero más cebado, rebaños abandonados por su pastor para rescatar a la oveja descarriada… Pero en Jesús no hay contradicción alguna; ocurre, sin embargo, que en todo lo que hace y dice hay un nudo de contrastes que nos obliga a descabalgar de los prejuicios en los que nos hallamos plácidamente instalados, para descender a contemplar aquellas zonas de penumbra donde las aparentes paradojas se resuelven en visiones abarcadoras de la realidad humana y la voluntad divina. Y cuando uno se descabalga de sus prejuicios, de repente los hechos y los dichos de Jesús nos permiten el acceso a una región superior donde todo lo que las obtusas ideologías en liza consideran contradictorio, escandaloso, insensato o incoherente se torna sabiduría y verdad; y donde todas las cuestiones se contemplan desde una perspectiva abarcadora, donde los contrastes que la mediocridad de espíritu considera contradicciones se vuelven facetas de un cuerpo poliédrico, con aristas y volúmenes insospechados, que al fin podemos contemplar íntegramente.
Por supuesto, esta visión integradora la gente mediocre y obtusa siempre la percibe como contradictoria. Pero, como dice el marinero del romance del conde Arnaldos, «yo sólo digo mi canción / a quien conmigo va».
-
1 La líder ultraderechista alemana: lesbiana, con dos hijos adoptados con una mujer asiática y nieta de un miembro de las SS
-
2 Pódcast | Luis I, el rey visto y no visto: un padre depresivo, una esposa loca, una madrastra pérfida...
-
3 ¿Que las verduras son aburridas? Tres recetas para acabar con el bulo
-
4 Sexo, mentiras y cintas de Ovidio: desmontando mitos de la antigua Roma
-
5 Luis I, el rey visto y no visto: un padre depresivo, una esposa loca, una madrastra pérfida...
-
1 La líder ultraderechista alemana: lesbiana, con dos hijos adoptados con una mujer asiática y nieta de un miembro de las SS
-
2 Pódcast | Luis I, el rey visto y no visto: un padre depresivo, una esposa loca, una madrastra pérfida...
-
3 ¿Que las verduras son aburridas? Tres recetas para acabar con el bulo
-
4 Sexo, mentiras y cintas de Ovidio: desmontando mitos de la antigua Roma
-
5 Luis I, el rey visto y no visto: un padre depresivo, una esposa loca, una madrastra pérfida...