Viernes, 12 de Abril 2024, 11:06h
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Puede que estos tiempos atolondrados lo sean, entre otras razones, porque andamos tan bien surtidos de listos como cortos de sabios. Puede que esto suceda, entre otras cosas, porque hemos confundido saber con adquirir destrezas, acumular informaciones o simplemente aprender a buscarlas y usarlas. Saber es algo distinto: haber observado, haber escuchado, haber leído el libro del mundo y haber llegado a interiorizar sus lecciones, que nunca son inmediatas ni evidentes. Algo que, como nos muestran dos de nuestras cartas, bien puede haber alcanzado un analfabeto y en lo que puede ser neófito un acumulador de másteres y doctorados. No digamos ya cualquiera de los espabilados que con un poco de suerte o de éxito ya van de gurús. Es más complicado. Y el que sabe... poco presume de ello.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Trabajo híbrido
Una encuesta reciente de la prestigiosa Escuela de Negocios de Barcelona (referencia entre las mejores instituciones educativas mundiales) ha puesto el foco en la evolución del teletrabajo, justo desde su aparición en España hace ya cuatro años por la pandemia. En ella se observa que, si bien la inmensa mayoría de los trabajadores opina a favor del modelo de 'trabajo remoto', los jefes o responsables opinan en contra, poniendo en duda su efectividad a la vez que reclaman la vuelta al trabajo completamente presencial. O lo ignoran por completo o están insuficientemente informados, ya que tanto al otro lado del Atlántico, con grandes empresas como Philip Morris, como en nuestro país, con el departamento de nóminas de Sanidad de la capital madrileña, ya han apostado por el trabajo híbrido, basado en dos días en el hogar y tres presenciales. Y es que –además de haber ganado adeptos año tras año y de ser una ventaja competitiva de la empresa que lo adopta y el modelo del futuro– logra aumentar la satisfacción y eficacia de los trabajadores, y algo no menos importante: cosecha un considerable ahorro de los costes de la empresa.
Miguel Sánchez Trasobares. Zaragoza
El Gran Libro
Eran mis hijos muy pequeños cuando decidimos ir a ver el nacimiento del Guadalquivir. En un remanso revoloteaban unas libélulas. Mi hijo las miraba embelesado y me dijo: «¡Mira, papá, vuelan como los helicópteros!». Yo le contesté que eran los helicópteros los que volaban como ellas. Quise que entendiera que la Naturaleza es la que nos enseña si sabemos observarla y entenderla. He tenido yo la fortuna de conocer a un pastor de cabras en la Sierra de la Almijara que se llama Paulino. Aunque no sabe leer ni escribir, lo considero un sabio. Conoce el lenguaje de las nubes y los vientos. El vuelo de los pájaros, el zumbido de las abejas, el bullir del hormiguero, las ramas de los árboles le hablan y él lo entiende. Buen alumno de la Maestra Naturaleza, es ahora ya maestro, aunque nunca da lecciones magistrales. Cuenta historias. Un día, en los parajes del Salto del Caballo, pasamos junto a un frondoso bosquejo de jaras. Me dijo que esperara y se internó en el jaral. Al poco apareció con un trozo de panal que goteaba miel y muchas abejas alrededor. Hice yo ademán de huir y él me detuvo: «No tengas miedo, no nos picarán. Este año su panal es muy grande y les sobra miel». Y añadió: «Los únicos animales que atacan cuando les sobra comida son los hombres». Nunca he olvidado aquella frase ni el sabor de aquella miel. Y ahora pienso en las guerras. Esas que no son por las cosas del comer. Esas que matan porque quieren marcar líneas imaginarias. La Madre Naturaleza las desprecia. Y a los que deciden esas guerras los llevaría yo 'cogidos de las orejas' a leer en el Gran Libro del saber.
Juan de Dios Molina Suárez. Almuñécar (Granada)
Jóvenes septuagenarios
Hace días; tres grandes amigos, septuagenarios ya, teníamos previsto visitar una exposición pictórica. Dado que llovía, y corría un viento 'correoso', dudamos si dejarlo para otro día. La tarde era ideal para quedarse en casa con un un buen libro, buena música y cómoda butaca. Pero no, hicimos todo lo contrario que la lógica nos aconsejaba y decidimos seguir con el plan acordado. Total, éramos tres estupendos y jóvenes septuagenarios que, en condiciones normales, teníamos que haber maldecido la hora en que se nos ocurrió salir este día, a esa hora y con ese tiempo. Eran las 19 horas cuando salí de casa en mi coche para recoger al primer amigo. Ignorábamos que una manifestación tenía cortada la mayoría de las calles por donde teníamos que circular. Cuando llegamos a recoger al segundo amigo, este llevaba una hora esperándonos en el portal. Nosotros dos el mismo tiempo, pero dando vueltas con el coche. Ya los tres reunidos, decidimos eliminar el plan previsto y recurrir a un improvisado plan B, muy elemental por otra parte. Aparcamos el coche y bajo un intenso aguacero salimos del vehículo. Bajo dos negros y amplios paraguas chinos nos dirigimos al primer lugar donde nos tomaríamos unas cervezas. Por el camino las ocurrencias iban surgiendo mientras las empedradas calles veían como nuestros calzados iban sufriendo el rigor del agua que caía. Ya dentro reímos y disfrutamos. De vuelta, alguno que otro andaba con pasos vacilantes. El plan B, pese a su obligada improvisación, había funcionado. Eran recuerdos de los mismos protagonistas, pero sesenta años atrás. La vida te puede dar grandes momentos a cualquier edad. No los dejes escapar.
Juan Luis Cortés de Haro. Correo electrónico
Estaremos cerca
Cuando les quitamos a nuestros hijos el móvil de las manos, deberíamos de darles algo, para que no estuviesen vacías. Yo les daría lápices, pinceles, un instrumento. Si supiese cocinar, les daría ingredientes, alimentos. Si fuese bailarina les daría unas punteras y un maillot. Si fuese deportista, le daría un chándal, un balón. Si fuese jardinera, les daría tierra y plantas. Si cada padre da a sus hijos algo que hacer, se moverán, se levantarán del sofá y saldrán a la calle, al campo, a un gimnasio, a un taller o a una escuela. Siempre con otros niños, con los que hablar cara a cara, con los que enfadarse, reír o inventarse un mundo. Les dará el aire en la cara aunque sea por el camino. En un mismo sofá, un padre y un hijo pueden estar tan lejos como les permita el silencio y dos pantallas. Si padres e hijos hacemos algo juntos, empezamos a acercarnos cuando vamos a la papelería a compran pinceles y pintura, después cuando reímos viendo quién pinta mejor el mismo jarrón que lleva años en casa. Estaremos cerca cuando la vida nos lleve a kilómetros de casa y recordemos a nuestros padres cuando cojamos un lápiz y dibujemos cualquier tontería a nuestros hijos. Habrá válido la pena levantarse, soltar las pantallas y hacer algo con nuestros hijos.
Mercedes Aldana Díaz. Correo electrónico.
Más caro el arreglo
El modelo consumista ha condenado el mundo de la reparación al ostracismo. Mi televisión LED sufrió desperfectos por actos vandálicos felinos, los cuales tuvieron a bien jugar con los cables que pendían por la parte posterior, precipitándola contra el suelo. Como consecuencia, una pequeña porción de la esquina inferior izquierda quedaba velada. Intenté por activa y por pasiva subsanar el desperfecto, contactando con el fabricante y con otras empresas del sector, sin importarme el importe. Pero, ¡oh, sorpresa!, todos me exhortaban a comprar una nueva, aseverando ser más caro el arreglo que una nueva adquisición. Aún recuerdo en casa de mis padres mandar a un técnico el televisor para arreglar el tubo de imagen, o el panel de mandos insertado en la caja. La denominada obsolescencia programada abarca más ámbitos de los que creemos, alimentando un paradigma del dispendio totalmente insostenible que genera toneladas de basura. Quizá antes de buscar fuentes alternativas de energía verde, deberíamos replantearnos optimizar la generada, reutilizar lo fabricado y abandonar el esclavismo voluntario de la necesaria novedad eterna.
Rubén González González. Correo electrónico
La odisea del agua
Últimamente, con la serie de los nombres adjudicados a las borrascas y lluvias, hemos visto el desagüe de pantanos, que estaban llenos en toda su capacidad, y a su vez también hemos visto pantanos secos que no han aumentado su volumen de agua. Recuerdo cuando estudiábamos en bachiller Geografía, definíamos para diferenciar la España seca de la húmeda. Hubo en su día y también lo recuerdo, un Plan Hidrológico Nacional, al que un entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero se opuso y lo postergó. Apareció entonces un gran encono entre provincias y aquellos que no les importaba perder el agua que pasaba por sus tierras, y que no fueron capaces de ser solidarios con todos aquellos que les escaseaba el precioso líquido. Actualmente el Presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, dice que hay que ser solidarios, incluso con aquellos que en su día se negaron a compartir el agua sobrante de sus cuencas. El agua va de una parte a otra de España, y debemos considerar su reparto como un acto de equidad, beneficioso y solidario, y de gran sentido común de lo que es ser un buen vecino y no convertirlo en una odisea.
Francisco Javier Sotés Gil. Valencia
LA CARTA DE LA SEMANA
'MOI PRETIÑO DE NÓS' ('MUY CERQUITA DE NOSOTROS').
Fue alguien muy especial. Ha dejado un patrimonio inmaterial de cuyo alcance no seamos quizá muy conscientes quienes la conocimos. Si la paz empieza por uno mismo, es imprescindible para la felicidad: se propaga de dentro afuera y es la más potente arma de destrucción de conflictos. Ella demostró poseer un don, que le permitió manejar un inagotable arsenal de recursos en pos de la convivencia pacífica. Sus 101 otoños han cargado, seguro, su mochila de multitud de vivencias y, pese a ello, no se le conocieron enemigos ni desprecio hacia otros. Al contrario. Mi querida abuela Dorinda, una mujer sencilla de una aldea de Galicia, nos dejó el pasado verano. Su vida no fue un camino de rosas: pronto se quedó sin madre, apenas aprendió a leer, no a escribir. Nada de ello impidió que deslumbrase con su carácter. Rara vez se quejaba, todo le era suficiente; ¡lo repartía todo! Y lo mejor: si algo que pudiese restar más que sumar llegaba a sus oídos, en su interior se diluía. Ojalá esta carta nos haga reflexionar sobre qué referentes buscamos: quizá estén más cerca de lo que imaginamos, o ante nuestros ojos, y solo debamos usar una mirada nueva, limpia, sin prejuicios de edad, lugar, formación, género, parentesco, éxito, ideologías…
F M.V.M. Carballo. A Coruña
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