Viernes, 03 de Mayo 2024, 11:02h
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Cuando uno recibe una carta en la que el mensaje es una declaración de gratitud, toma conciencia de lo inusual que se ha vuelto este sentimiento, y aún más su expresión. Un lector guipuzcoano agradece su esfuerzo a los militares que volaron al otro lado del mundo para recoger a un paisano gravemente enfermo y lo cuidaron durante el viaje hasta ingresarlo sin contratiempos en un hospital del País Vasco. Parece algo natural, pero cabe preguntarse si este mismo gesto lo han tenido todos los que, ostentando alguna representación institucional o política, podrían haber agradecido la ayuda recibida. Todos sabemos la respuesta y cuesta creer que nos hayamos resignado a ella. Cuando el ideario se antepone a la gratitud, sustrato elemental de la humanidad, poco queda ya por perder.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Militares
Asociamos a los militares con la guerra y es lógico, ya que de ellos depende perfeccionar su arte adiestrando a los soldados para combatir: ataque y defensa. La palabra 'militar' tiene un sinónimo muy bello que irradia y emana heroicidad y romanticismo: 'castrense', que ya apenas se utiliza. Los hay que piensan que la milicia es una institución rancia y casposa con connotaciones antidemocráticas, que supone un gasto inútil y que hay que recortar el presupuesto; sus maniobras son muchas veces consideradas como un mero jugar a las batallitas y que, en definitiva, nada aportan a la sociedad que los quiere cuanto más lejos, mejor. ¿Nada? ¿A quién acudimos cuando somos atacados por catástrofes naturales de todo tipo? Gracias a ellos, únicamente a ellos, un guipuzcoano, Álex, ingresado en un hospital de Tailandia en estado crítico, ha sido repatriado en un avión militar medicalizado que transporta a un equipo de 27 personas, todos militares. Han debido recurrir a ellos porque nadie se atrevía a llevar a cabo la misión: todo eran pegas y excusas. Se trataba de un compatriota, podíamos haber sido cualquiera, que confiemos salve la vida gracias a una intervención de nuestros militares que sirven, protegen y defienden al pueblo, ya que ellos provienen de él. No sé ni me importa a cuánto ascenderá la factura de este operativo para traer a Álex de vuelta a España; lo prioritario es que salve la vida y que muchos prejuicios se disuelvan. Como bien nacido, expreso, emocionado, mi agradecimiento al estamento militar: benetan, eskerrik asko, mila esker; Álex, ongi etorri etxera.
Francisco Javier Sáenz Martínez. Lasarte-Oria
Padre desesperado
Me gusta especialmente el cuadro de Francisco de Pradilla expuesto en el Museo del Prado, titulado Doña Juana la Loca, un fabuloso óleo que representa una historia propia de la sociedad en la que la reina vivía. Esta demencial historia nos cuenta el traslado de su fallecido esposo, Felipe el Hermoso, en una delirante y extenuante travesía camino de su entierro, acompañada de su séquito. Arrastra en esta travesía de locura a su corte largas jornadas a pie y durmiendo a la intemperie cuando no encontraban acomodo. Y me pongo a pensar que no es diferente hoy en la actualidad, quinientos años después. Somos el séquito siguiendo a gobernantes inmorales, que nos conducen por caminos muy difíciles de transitar, llenos de hedor y en ningún caso convenientes para el pueblo y solo justificables para los que ostentan el poder. ¿Se ha acomodado nuestra capacidad de discernir entre el bien y el mal? ¿Somos capaces de aceptar y callar? La respuesta: sí. Por favor, no sigamos ya a los Juana la Loca.
Paz Fernández Lozano. Villarrobledo (Albacete)
Zorra
De un tiempo a esta parte la resignificación de palabras y expresiones, otrora ofensivas o malsonantes, ha puesto en boca de muchas personas una forma de comunicarse que me atrevo a calificar de grosera. Y no solo en lo que al lenguaje se refiere, sino también en lo concerniente a las relaciones sociales bajo la perspectiva de lo que antes se llamaban 'normas de urbanidad'. De una reflexión así se puede deducir que quien esto afirma es una persona entrada en años a la que le cuesta escuchar cómo se dirigen entre sí cada vez más personas, en particular los adolescentes, que consideran 'normal' llamarse 'cabrón', 'puta' u otros apelativos considerados 'cariñosos'. Ahora bien, si son utilizados hacia ellos por otros que no formen parte de su círculo, se interpretan no sólo como un agravio, sino como una falta de respeto intolerable y hasta denunciable. Ello genera confusión y conflicto entre los hablantes. Conste que no estoy en contra de resignificar lo que sea necesario, que falta hace en muchos casos, pero sí me apena que ello esté suponiendo la vulgarización de la vida cotidiana. Un tipo de lenguaje que ha rebasado los círculos privados, para generalizarse en todo tipo de contextos o actividades, como la canción que nos representará en el festival de Eurovisión, hasta el punto de atreverme a afirmar que también se ha globalizado. Todo lo cual suscribe, como no habrá sido difícil de imaginar, un puto profesor, a la sazón también 'educador', como cada uno quiera entender.
Joaquín García Andrés. Burgos
La verdad ausente-omisiva
Joan Fuster afirmaba que «la verdad —los hechos constatados y explícitos—, una vez delatada, se convierte en consciencia, y una consciencia despierta siempre revertirá en acción o, cuanto menos, en remordimiento». El caso es que la mayoría de mentiras se fundamentan o se basan en verdades no dichas. Las verdades que no se pueden decir porque ofenden, las verdades que generan terremotos en su entorno o las verdades que no hace falta expresar porque ya están establecidas como una norma en la cual cada uno sabe el papel que le toca desempeñar.
Anna Maria Muntada Batlle. Granollers (Barcelona)
La cara B del miedo
Hace algo más de un año, recité por primera vez en público. Era el Día Mundial de la Poesía cuando me animé a tachar una experiencia de la lista de cosas que hacer al menos una vez en la vida. Fue en un pub de Santiago de Compostela, acompañada de dos amigas. Recuerdo mis palabras entrecortadas, las manos sudorosas sobre el papel en el que tenía mi poema impreso y como apenas podía percibir la intensidad del aplauso debido al golpeteo de mi pecho. Trece meses después, me he atrevido a hacer una presentación de mi libro, recién publicado. La misma sensación titubeante, las mismas manos sudorosas, el mismo latido ensordecedor. Y también la misma sensación de triunfo posterior. Massimo Troisi decía que la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita. Yo la necesité, durante dos noches, para plantarle cara al miedo.
Irasema Pino Ponte. Caeira. Poio (Pontevedra)
LA CARTA DE LA SEMANA
DE EXCESOS Y LAGARTIJAS
Sábado por la mañana. Javier, mi nieto de 6 años, fue el único que dijo «yooooo» cuando pregunté si algún niño quería acompañarnos a los recados. «Mirad lo que nos ha pasado», dijo Javier ya en el coche. «Resulta que yo quería cazar una lagartija, pero se me escapaban todas. Enrique cazó entonces una para mí y la llevamos a casa en una caja de cartón. Enrique pidió a mamá que le diera de comer y le dejó la caja con gusanos mientras jugábamos fuera. Pero no se le dijo a mamá cuántos gusanos debía dejar, y ella los echó como si fueran cereales del desayuno. Al volver a ver a mi lagartija, ¡no estaba! Solo había algo parecido a su esqueleto. ¡Los gusanos se comieron a mi lagartija, abuela!». Y es que los excesos matan, Javier. Debemos aprender de estos ejemplos de la naturaleza. La tele, la PlayStation y cualquier cosa en exceso matan de distintos modos. Dios nos ha creado con un manual de instrucciones, para vivir dentro de un orden y no caer en excesos… Ni el hombre ni las lagartijas.
Laura Arribas Berendson. Correo electrónico
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