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La isla condenada por el cambio climático que vota a Trump

El hundimiento de Tangier

La isla condenada por el cambio climático que vota a Trump

En el estado norteamericano de Virginia se halla la pequeña Isla Tangier, célebre porque se hunde debido al cambio climático. Aun así, sus vecinos son devotos del negacionista Donald Trump. ¿Por qué? El fotorreportero Álvaro Ybarra Zavala viaja hasta allí en busca de respuestas.

Viernes, 09 de Agosto 2024, 10:36h

Tiempo de lectura: 5 min

Amanece en la isla Tangier. El sonido del viejo motor de la lancha de James Eskridge rompe el silencio entre las primeras luces que iluminan la bahía de Chesapeake. James acaricia a Bella, su perra labradora, mientras navega hacia su pequeña explotación cangrejera, en un viejo muelle. «Nunca me canso de ver amanecer aquí –dice–. De joven venía con mi padre y mis hermanos. Es un lugar único y es nuestro hogar, no podemos dejarlo morir». James Eskridge, Ooker para sus vecinos, es el alcalde y una voz prominente en la búsqueda de soluciones para la isla.

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Religión y tradición. Una cruz reza «Cristo es vida» en una salida al mar en la isla Tangier. Símbolo de la fe cristiana de sus habitantes, también da testimonio del fuerte conservadurismo y las tradiciones que definen la cultura de esta comunidad isleña.

Desde 1850, Tangier, en el estado de Virginia, ha perdido dos tercios de su superficie por la erosión y la subida del nivel del mar. El agua ha transformado muchas áreas en paisaje acuático y el ritmo de su avance ha aumentado en las últimas décadas. Las mareas inundan regularmente partes de la isla y los residentes viven con la preocupación de que un huracán o una tormenta severa devaste lo poco que queda. La situación es tan grave que los científicos predicen que Tangier podría convertirse en humedales inhabitables en unas pocas décadas si no se toman medidas drásticas.

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Cementerio social. Un niño en moto por las apacibles calles de Tangier. Hay cementerios dispersos por toda la isla. Aquí no solo son lugares de descanso eterno, también de reunión familiar y comunitaria.

El desastre ambiental no es, sin embargo, la única tragedia. La economía, dependiente de la pesca –cangrejos (crabbing) y ostras, sobre todo–, también está en crisis. La reducción del marisco y unas regulaciones más estrictas han reducido las oportunidades. La vida gira aquí en torno al agua, y las trampas y cobertizos salpican el paisaje. «Esto es lo que somos», explica Eskridge. Además, la población envejece y los negocios que pasan de generación en generación están desapareciendo. La escuela, con 40 estudiantes, lucha por justificar su existencia. Las limitadas oportunidades laborales son factores determinantes en el éxodo juvenil.

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La juventud que huye. Entre la perspectiva climática y la crisis económica, cada vez más vecinos, sobre todo los jóvenes, dejan la isla y abandonan sus casas en busca de mejores oportunidades.

La vida en Tangier se basa en valores tradicionales, con la religión y el sentido de comunidad como eje vital de sus aproximadamente 450 habitantes. Escépticos del cambio climático, reconocen la realidad de la erosión costera, aunque más del 90 por ciento vota por el gran adalid del negacionismo climático, Donald Trump. Lo apoyan, sobre todo, por su promesa de revitalizar la economía rural y proteger los modos de vida tradicionales. Su comentario de 2017 con el que aseguraba que Tangier «estará aquí por cientos de años más» reafirmó su popularidad. Para muchos, es una figura que comprende y valora su estilo de vida, algo que, sienten ellos, los políticos de Washington a menudo ignoran.

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La memoria de Tangier. El alcalde, James Eskridge, navega al alba con su perra hacia su explotación cangrejera. «De niño venía con mi padre y mis hermanos. Nunca me canso de ver amanecer aquí», dice.

Es esta una comunidad que se adscribe a los valores asociados a Trump de seguridad nacional y la idea de un gobierno fuerte que defienda los intereses nacionales. James Bud Charnock, veterano de Corea y vecino muy respetado, expone una perspectiva que muchos comparten. «En Corea aprendí el valor de la disciplina, la resiliencia y la importancia de luchar por lo que uno cree. Esa experiencia es parte de por qué apoyo a los republicanos. No se trata solo de políticas, necesitamos líderes que entiendan y respeten nuestras tradiciones y estilo de vida. Trump ha prometido apoyarnos, y eso es lo que necesitamos».

En 2017, Trump prometió: «Tangier estará aquí por cientos de años más». Hoy lo vota el 90 por ciento de los vecinos

Evans, el joven vicealcalde de Tangier, representa a la nueva generación que lucha por permanecer. A pesar de haberse mudado para asistir a la universidad, siempre tuvo la intención de regresar y mejorar su comunidad. «Nos importa nuestra isla y esperamos vivir aquí y permitir que turistas y futuras familias disfruten tanto como nosotros», dice Evans. El joven Thomas Parks, que recientemente se mudó al continente para trabajar en la construcción, comparte una perspectiva totalmente diferente. «Amo Tangier, pero no veo un futuro aquí para mí –lamenta–. No hay trabajo, y cada año parece que hay menos tierra y más agua».

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La voz de la experiencia. James Charnock es uno de los ancianos más respetados. «Necesitamos líderes que entiendan nuestro estilo de vida. Por eso votamos a Trump», dice.

Eso es justo lo que Sarah y John Crockett, una pareja de ancianos que ha vivido toda su vida en la isla Tangier, observan cada día con preocupación mientras el mar se acerca poco a poco a su hogar. «Nunca pensamos que veríamos el día en que nuestra isla estaría en peligro de desaparecer –dice Sarah–. Pero aquí estamos, viendo cómo el agua se lleva nuestra tierra». Grupos de conservación y científicos han propuesto diversas estrategias para salvar la isla, desde la creación de zonas de amortiguamiento con vegetación hasta la construcción de barreras físicas. Sin embargo, son soluciones que requieren una inversión significativa y una voluntad política que, hasta ahora, ha sido insuficiente.

Las mareas inundan partes de la isla, y los vecinos temen que un huracán o una tormenta devaste lo poco que queda

La Fundación de la Bahía de Chesapeake trabaja con los residentes para atraer atención a la situación de la isla Tangier. Hilary Falk, su presidenta y directora ejecutiva, enfatiza la urgencia de la situación. «Vemos un ritmo de cambio que requiere urgencia –asegura–. Es hora de acelerar los esfuerzos». Se estima que se necesitarían alrededor de 300 millones de dólares para proteger y restaurar la isla mediante el refuerzo de sus playas, la adaptación de la infraestructura urbana a las aguas en aumento y la construcción de estructuras como muros de contención. Reubicar a sus aproximadamente 450 vecinos también sería extremadamente costoso: unos 200 millones de dólares.

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El valor y la erosión. Un muro homenajea a los héroes de guerra de Tangier, auténticos iconos para la comunidad. Mientras tanto, desde 1850, la isla ha perdido dos tercios de su superficie.

Barb y Rob Baechtel son los propietarios del único hotel abierto todo el año en la isla, The Brigadune Inn. Ambos son muy críticos con los medios de comunicación que los critican por apoyar a un negacionista y aseguran sin la más mínima duda que el interés mediático levantado en su país por la situación de la isla no responde a un deseo genuino de ayudar a conservar su forma de vida. «Parece que los demócratas quieren destruirla –dice Rob–. Intentan ridiculizar una forma de vida que reniega de un cambio climático que podría hacerla desaparecer». Para ellos, Tangier es un símbolo de resistencia y de los valores tradicionales que sienten constantemente bajo ataque. «Aquí hay paz, comunidad y un propósito renovado. No vamos a permitir que eso se desvanezca por la ignorancia y falta de comprensión externa», concluye Barbara con la firmeza propia del espíritu inquebrantable de Tangier.

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