El clan más poderoso La princesa Ana María Luisa, la última de los Médici, al descubierto
Fue un poderoso clan renacentista que dominó Europa durante trescientos años. La princesa Ana María Luisa fue el último miembro de la familia. Sus huesos, exhumados ahora hace diez años, desvelaron misterios de una saga tan aficionada al arte como a las conspiraciones.
Lunes, 25 de Septiembre 2023
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En Florencia, una docena de científicos y restauradores se reúnen a primera hora ante la basílica de San Lorenzo. Dentro, una escalera los lleva desde la capilla de los príncipes a la cripta. El aire es frío, cada vez más a medida que descienden. Los expertos levantan una baldosa del suelo de mármol; luego, una gran placa de piedra caliza, movida por un complejo mecanismo que por fin deja a la vista un nicho y, en él, un sarcófago de madera de ciprés.
Los expertos quitan los clavos y abren la cubierta de plomo. Huele fuertemente a tierra. La muerte se presenta con espeluznante belleza: en el sarcófago hay restos humanos perfectamente ordenados. Huesos de un color marrón oscuro, envueltos en jirones de terciopelo y seda. Sobre la caja torácica del esqueleto, un ennegrecido crucifijo de plata. La calavera luce una corona cubierta por una pátina de cardenillo verdoso. Son las insignias y los restos mortales de Ana María Luisa de Médici, muerta hace 270 años. La última del clan.
Los científicos examinan el contenido del sarcófago con un escáner 3D portátil, capaz de producir una imagen tridimensional exacta, y limpian el cieno acumulado en sus huesos y tejidos. Extraen una porción de hueso de uno de los dedos y luego vuelven a cerrar el sarcófago.
La princesa tenía cáncer de mama y no sífilis, como se pensaba, aunque es probable que muriese por una infección
A partir de este momento, en febrero de 2013, comienza una intensa investigación de las entrañas de la saga, que dirigió Albert Zink, experto en momias de Bolzano, que ya estudió el ADN de Ötzi, la famosa momia alpina.
El recipiente de arcilla con las entrañas y la inscripción con el nombre de Ana María Luisa había aparecido antes en otra estancia y ya se extrajo una muestra en su día. Según la tradición de los Médici, las entrañas debían ser enterradas separadas del cuerpo.
El ascenso de esta familia florentina comenzó a finales del siglo XIV. Sus miembros rigieron la Italia central durante casi 300 años y su influencia se extendió más allá de sus fronteras. En origen era quizá una familia de médicos, de ahí su nombre, que se convirtieron en políticos ambiciosos, taimados banqueros y apasionados mecenas.
Ostentaron los títulos de grandes maestres y duques de la ciudad y de la Toscana y convirtieron sus territorios en los centros comerciales y culturales más importantes de Europa. Los papas Clemente VII y León X pertenecían al clan. Miguel Ángel sirvió a la familia; Botticelli fue uno de sus protegidos; como Galileo Galilei, quien tras bautizar las cuatro lunas de Júpiter por él descubiertas como 'estrellas Médici', fue llamado a Florencia para ejercer como matemático de la Corte.
La de los Médici es una larga historia de esplendor y gloria, pero también de falta de escrúpulos, conjuras, asesinatos y enfermedades. Según los estudios recientes, muchos de la familia sufrieron artritis. También malaria: en los terrenos pantanosos de aquella época vivían los mosquitos transmisores del patógeno. Y el espectacular asesinato de Julio de Médici durante la misa de Pascua de 1478 no se cometió con un puñal, como se creía, sino con un arma similar a una espada. Aparentemente, otros dos miembros de la familia fueron envenenados: el gran duque Francisco I y su segunda esposa, Bianca Capello, que murieron con pocas horas de diferencia. En las vasijas que contienen sus vísceras se han hallado restos de arsénico. Lo que sigue siendo un misterio es quién los mató.
Ana María Luisa de Médici residió en Düsseldorf como esposa de Juan Guillermo, príncipe del Palatinado, y, a la muerte de este, regresó a Florencia. La princesa falleció tras un largo padecimiento, se creía, de sífilis. Pero su esqueleto no presenta signos de ese mal. Lo que sí tenía es cáncer de mama, aunque es posible que falleciera por una infección. La princesa murió a los 75 años y sin descendencia, para desesperación de su padre, Cosme III, que intentó prolongar su clan hasta el punto de buscar que su hermano menor, Francisco María, renunciase como cardenal y se casase con la princesa Eleonora Gonzaga para darle un heredero. Habría sido un escándalo.
Resignado a la extinción del clan, Cosme III quiso al menos que, a su muerte, el trono pasase a Ana María Luisa, pero la propuesta fue bloqueada por las potencias europeas. Tras varias guerras y tratados, el trono toscano pasó a Francisco Esteban de Lorena.
No obstante, más tarde, se ofreció a Ana María Luisa la regencia del Gran Ducado, pero ella la declinó, no sin antes pactar con la nueva dinastía reinante el llamado Patto di Famiglia que obligaba a los Lorena a dejar en Florencia cualquier pieza del patrimonio artístico de la ciudad. Por ese gesto, la última de los Médici es recordada con un aprecio que no se le guarda a todos los de su linaje. Una dinastía que, pese a haber colocado tres papas, dos reinas de Francia y multitud de príncipes y duques, es recordada por haber 'inventado' el Renacimiento con sus mecenazgos.
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