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La última gran jugada de Putin Por qué es verde la energía nuclear Adivina a quién le compramos el uranio enriquecido...

En medio de la gran crisis energética desatada por la guerra de Ucrania, Europa declaró verde la energía nuclear. Los reactores de las centrales atómicas no precisan gas ni petróleo rusos, sino uranio enriquecido. Pero, ¿quién controla el mercado mundial de este recurso? Sí, Vladímir Putin. Ahora Alemania pide que se sancionen las compras de uranio ruso y apunta a Francia...

Martes, 11 de Abril 2023

Tiempo de lectura: 8 min

El Parlamento Europeo ratificó el año pasado que la energía nuclear sea considerada verde en una de sus decisiones más polémicas de los últimos años. Para sus detractores, es una traición que pone en peligro los objetivos de Europa contra el cambio climático. Para sus defensores, es una manera de facilitar la transición energética. Al fin y al cabo, las centrales nucleares crean residuos radiactivos, sí, pero no emiten gases de efecto invernadero.

Sin embargo, en el debate apenas se ha mencionado un detalle cruel. Mientras Occidente busca desesperadamente formas de reducir su dependencia del petróleo y el gas rusos, resulta que esa dependencia se extiende también a la energía atómica.

Si alguien piensa, como los liberales alemanes, socios del gobierno, que considerar limpio al átomo va a servir para reducir la sumisión de Europa a los intereses del Kremlin, que se desengañe. El organismo público europeo Euratom revela que las importaciones de uranio de la UE procedentes de la órbita rusa (Rusia, Kazajistán y Uzbekistán) sumaron en 2020 el 42 por ciento del total. Y sin uranio no funcionan las centrales.

La empresa estatal Rosatom domina el mercado mundial del uranio. Fue creada por Putin en 2008 para reorganizar el sector, sumido en el caos al caer la URSS

The New York Times añadía este invierno pasado que Francia puede enfrentarse a apagones por los problemas de mantenimiento de sus centrales y por su dependencia tecnológica de la corporación rusa Rosatom.

Y es precisamente por esto por lo que ahora Alemania ha pedido sanciones a las compras de uranio ruso. El vicecanciller alemán, Robert Habeck, no mencionó expresamente a Francia, pero su llamada de atención coincide con las denuncias de Greenpeace apuntando a que el sector nuclear francés sigue negociando con los rusos.

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Los bidones de la sospecha. El pasado 20 de marzo, Greenpeace denunció la llegada al puerto de Dunkirk, en el norte de Francia, de 25 cilindros que contendrían uranio enriquecido procedente de Rusia (en esta foto y la imagen de apertura). La organización documentó la descarga de los bidones de un carguero ruso y reclama que se impongan sanciones inmediatas a este comercio.

En realidad, no es un problema exclusivo de Europa. Hay 32 países en el mundo que utilizan energía nuclear. El 70 por ciento del suministro eléctrico de Francia depende de las nucleares; la mitad, en Ucrania y Hungría; un tercio, en Finlandia y Suecia… En cuanto a España, el 21 por ciento de la electricidad procede de la energía nuclear. Un porcentaje muy similar al de Estados Unidos.

En total, en el mundo operan unos 440 reactores que generan el 10 por ciento del suministro de electricidad total del planeta. Estados Unidos es el país con más reactores en funcionamiento (93), seguido de Francia (56) y China (53). En España quedan 7 reactores operativos. Pues bien, la mayoría de los países depende en mayor o menor medida de Rusia en el suministro de combustible para sus reactores: el uranio.

La extracción de este mineral es una industria global. En comparación con otras materias primas, los recursos mundiales están razonablemente repartidos. Kazajistán (aliado de Rusia) produce más del 40 por ciento del total global, seguido de Canadá (13 por ciento), Australia (12 por ciento) y Namibia (10 por ciento). Rusia es un actor menor, ya que produce alrededor del 5 por ciento, mientras que Estados Unidos y Europa producen menos del 1 por ciento.

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Putin atómico. Putin celebra el acuerdo de Rosatom con Turquía, en 2021, para construir la primera central nuclear del país otomano, prevista para empezar a operar en 2023. La empresa rusa posee el 99,2 por ciento del proyecto y ha invertido 20.000 millones de dólares. |Getty images

Entonces, ¿por qué Rusia ejerce un dominio tan desproporcionado? Porque no basta con extraer el uranio, hay que modificarlo y enriquecerlo. La conversión de esta materia prima en combustible nuclear es un proceso técnico muy sofisticado, además de arriesgado y nocivo para la salud, que solo se lleva a cabo en un pequeño número de instalaciones en todo el mundo. Y Rosatom, la empresa nuclear estatal rusa, es el gran dominador. Muy pocos más están dispuestos a ensuciarse las manos con una industria tan contaminante y peligrosa. Hacen falta milenios para descontaminar lo que el uranio toca.

Rosatom es una corporación pública que agrupa a 350 compañías, tanto civiles como militares. Fue fundada por orden de Vladímir Putin en 2008 para reorganizar un sector con 70 años de experiencia en investigación nuclear y que, tras la desaparición de la Unión Soviética, había quedado sumido en el caos.

La consecuencia es que Rusia controla el 43 por ciento de la capacidad de enriquecimiento mundial, beneficiada especialmente por su acuerdo con Kazajistán, que le envía todo el uranio de sus minas. Rusia lo convierte en hexafluoruro de uranio antes de exportarlo. Es un tratamiento en cinco pasos. Las vetas no suelen contener más de un 2 por ciento de mineral aprovechable. Hay que separarlo de otros materiales y molerlo, lo que deja una especie de harina radiactiva que, una vez compactada, se conoce como 'pasta amarilla'.

Mediante una serie de tratamientos químicos se convierte a estado gaseoso y se refina hasta conseguir el U-235, el isótopo del uranio que desencadena las reacciones en cadena por fisión del núcleo, que se divide para formar dos átomos, y así sucesivamente, generando cantidades colosales de energía.

Si Rusia toma represalias contra las sanciones, reteniendo el uranio convertido o enriquecido, las centrales de Estados Unidos y Europa se podrían ver afectadas en 18 meses

Con este isótopo se revisten las barras de combustible para los reactores, pero también sirven para fabricar bombas. Es una tecnología que no está al alcance de cualquiera y sobre la que se ejerce una gran vigilancia, como le sucede a Irán desde hace años, sometido a inspecciones del Organismo Internacional de la Energía Atómica, una agencia de Naciones Unidas, para evitar que parte del combustible se desvíe a la fabricación de misiles balísticos.

Los precios mundiales del uranio fueron bajos durante la mayor parte de la última década, oscilando entre 20 y 30 dólares por libra después del desastre nuclear de Fukushima, en Japón. La industria quedó estigmatizada. Luego, en 2021 y principios de 2022, la especulación del mercado a raíz del parón económico por la pandemia y las ulteriores dificultades en la cadena de suministro energético que están sufriendo muchos países le ha valido un indulto, al menos momentáneo, por parte de los gobiernos.

A ello hay que sumar las protestas internas en Kazajistán, que hicieron subir los precios ante los temores de que la inestabilidad política terminara afectando a la producción de las minas. Los precios se han disparado. Y la guerra en Ucrania ha llevado a algunas operaciones a casi 60 dólares por libra. Como el uranio no se negocia abiertamente en los mercados, no todos los precios son públicos.

«Todos estos factores hacen que las cadenas de suministro nuclear sean más complejas, menos competitivas y más difíciles de cambiar rápidamente que otros tipos de energía, como el petróleo y el gas», señalan Alex Gilbert y Morgan Bazilian, expertos en políticas públicas.

Un mercado tremendamente opaco

Comprar un reactor a un proveedor como Rosatom implica una dependencia en el suministro que puede durar décadas. Empezando por el hecho de que hay que calibrar la central para el tipo específico de celdas hexagonales que produce el gigante ruso.

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Rosatom, el gran dominador. Rusia solo extrae el 5 por ciento del uranio mundial, pero su conversión en combustible es un proceso muy sofisticado y nocivo para la salud que lidera la empresa estatal rusa Rosatom. Arriba, edificio de Rosatom en Moscú. |Getty images

Es un mercado, además, muy peculiar. Y tremendamente opaco. No existe algo parecido a una Bolsa de Metales, como la de Londres. Los acuerdos se cierran entre vendedor y comprador de manera privada. «Y como los materiales y las tecnologías claves para la energía nuclear civil también pueden emplearse para producir materiales nucleares utilizables para armas, las ventas internacionales están sujetas a estrictos controles de exportación y restricciones comerciales», añaden. Curiosamente, cualquiera puede –si consigue autorización– comprar material radiactivo, pues también se utiliza para investigar en las universidades y como medicina nuclear en los hospitales.

Los expertos pronostican que si Rusia toma represalias contra las sanciones, reteniendo el uranio convertido o enriquecido, las centrales de Estados Unidos y Europa podrían verse afectadas en un plazo de 18 a 24 meses. ¿No se pueden buscar fuentes alternativas para extraer y enriquecer el uranio? Al fin y al cabo, Canadá y Australia tienen grandes reservas. Y en Estados Unidos hay más de 500 minas abandonadas en los territorios de los indios navajos en Arizona, Nuevo México y Utah, que fueron explotadas durante la Guerra Fría. Pero las tierras y acuíferos de estas zonas están contaminados. Y hay denuncias de que la incidencia del cáncer y enfermedades raras, asociadas a la radiación, es más alta en estas regiones.

En cuanto a España, una empresa australiana pretendió abrir la mina de Retortillo (Salamanca), pero el proyecto fue tumbado en 2021 después de 13 años de litigios con organizaciones vecinales y ecologistas.

La dependencia del uranio ruso no solo compromete el presente de la industria nuclear, también el futuro. Es decir, el de los nuevos reactores basados en uranio de alto poder y bajo enriquecimiento (conocido como HALEU, por sus siglas en inglés), que alimentarán los proyectos de la nueva generación de centrales nucleares y que son, al menos en teoría, mucho más seguras que las actuales, como la de la empresa Terra Power, que promueve Bill Gates. Rusia es, prácticamente, el único país que comercializa a gran escala este tipo de uranio, que proviene del reciclaje de residuos nucleares.

En España, una empresa australiana pretendió abrir la mina de Retortillo (Salamanca), pero el proyecto fue tumbado en 2021

China anunció el año pasado el hallazgo de uno de los yacimientos más grandes del planeta, que multiplica por diez sus reservas estratégicas y la convertirá, asegura Pekín, en la primera potencia mundial. Pero pasarán años antes de que esto suceda, si es que se cumplen las expectativas chinas.

Reabrir minas abandonadas en Estados Unidos o Europa puede ser rentable con los precios actuales, pero crearía una oleada de protestas difícilmente asumibles para los gobiernos, aunque la industria nuclear ya habla del 'uranio ético', que garantizaría que las comunidades afectadas recibieran información transparente y contrapartidas económicas.

A corto plazo no se descarta que algunos países lleguen a acuerdos bajo mano con Putin para garantizarse el suministro. De este modo, denuncian algunos analistas, la industria nuclear, con la que se pretendía aliviar la dependencia de Rusia, puede servir para que Putin financie su guerra contra Ucrania. Y la prolongue.


Kazajistán es el mayor productor de uranio del mundo. Pero necesita a su aliado ruso para exportarlo. La empresa estatal Kazatomprom, que suministra el 40 por ciento de las reservas de este mineral estratégico, se lo envía a su homóloga rusa, Rosatom, que lo trata y enriquece para comercializarlo. El levantamiento popular de principios de año contra el Gobierno kazajo (el detonante, paradójicamente, fue el precio de la energía) acabó sofocado con la ayuda de las fuerzas enviadas por Vladímir Putin. No pudo, sin embargo, evitar que los precios del uranio se disparasen ante el temor a la escasez. Hoy duplican los de 2011, cuando el desastre de Fukushima hundió el mercado atómico.

Etiquetas: Putin
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