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«Venía con miedo, nerviosa por no saber qué me iba a encontrar», confiesa Amanda Serrano Martínez, una joven de 18 años natural de Macael ... que estudia en la UMA Traducción e Interpretación (inglés). Tras poco más de un mes en la residencia Micampus, la joven se muestra encantada de la experiencia, hasta el punto de que afirma que no le importaría continuar el próximo curso.
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Una sensación parecida experimentaba su compañera de habitación, Lola Ocaña Sevilla, también con 18 años y natural de Coín. «Era lo que más miedo me daba, no conocer con quién tendría que compartir habitación», señala la joven. Y no solo habitación: cocina y baño son comunes para las dos jóvenes. Aunque la habitación es amplia y un tabique separa las zonas de estudio y descanso, proporcinando algo de intimidad a cada una de ellas.
En el patio de la residencia y por los pasillos todo son saludos a otros chicos y chicas, ejemplo de la buena sintonía y relaciones de amistad que han establecido en tan poco tiempo. «Hemos tenido fiesta de bienvenida y novatadas a los recién llegados, y esto nos ha permitido conocernos rápidamente», dice Amanda. En su caso, podría haber estudiado Traducción e Interpretación en Granada, más cercana a Macael, pero eligió Málaga, una ciudad que «cada día me gusta más; tienes playa, un centro histórico muy cuidado, monumentos y zonas de fiesta. En mi pueblo estoy a una hora de la capital; aquí, estamos a 10 minutos del centro».
Amanda comparte habitación con Lola Ocaña Sevilla, que también estudia en la Facultad de Filosofía y Letras, en su caso Filología Clásica. Tienen los horarios de clase invertidos, lo que facilita también una mayor intimidad. Aunque podría venir a diario desde Coín, comenta que aún no tiene el carnet de conducir y que al vivir fuera del pueblo obligaría a su padre a trasladarla cada día a la capital.
En el patio de la residencia, Amanda y Lola se encuentran con Ángela Vela García, una joven de La Roda que estudia el doble grado en Traducción y Turismo. Al principio estuvo buscando para compartir piso y, como no lo encontraba, se decidió por una residencia. La decisión, asegura, ha sido la acertada. «Ha sido muy fácil integrarme, hay muy buenos compañeros», dice.
Amanda apunta que, además de hacer amigos, la residencia «te hace la vida diaria mucho más fácil. Nosotras cocinamos en la habitación, aunque también podríamos ir al comedor. Tenemos lavandería, gimnasio y sala de estudios. Al final, un piso no saldría mucho más barato», asegura.
La hora del almuerzo es un buen momento para socializar. En el comedor de Balcón del Romeral se reúnen y charlan animadamente los grupos de alumnos. Pueden comer de 13.30 a 15 horas, un menú diario con tres platos elaborado allí mismo, por sus cocineras. En su caso, ofrecen pensión completa, todos los días de la semana, incluidos festivos.
Mara Barea Ponce tiene 17 años y es de Marbella. Acaba de empezar sus estudios de Historia. Sus amigas se han ido a estudiar a Granada y «como me vi sola para buscar piso, me decidí por una residencia». Tampoco le apetece utilizar el transporte público, por el tiempo que se emplea entre Marbella y la capital.
Con 22 años, José María Pardo ha llegado a Málaga desde su Badajoz natal. Está en primer curso de Estudios Orientales, una carrera que también ofrece Salamanca pero que «en la UMA me pareció mejor diseñada». Lejos de su ciudad, considera que una residencia es la mejor ocpión para «conocer a compañeros, estar cómodo y adaptarme tanto a la ciudad como a los estudios». Su integración ha sido muy fácil: «Ya me siento casi un andaluz más», afirma.
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