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Permítanme cierta dosis de euforia en esta crónica. Después de contar muchas desilusiones en la Copa del Rey a lo largo de los últimos años, poder escribir de una alegría y hacerlo en la Copa de Málaga provoca que se pierda la perspectiva. El Unicaja buscará hoy, a partir de las 21.00 horas, la final del torneo de baloncesto más atractivo que hay en Europa. Será posible después de sacar adelante
La entrada de Suárez y Guerrero dio más presencia en el rebote y en la pintura. Por ahí empezó a coger algo más de ritmo el Unicaja; también con los puntos de Waczynki hasta que en el minuto 13 un dos más uno de Alberto Díaz permitía la remontada (33-31, min.15). La reacción no era completa porque la defensa seguía ofreciendo demasiados desajustes y porque Seeley seguía viendo el aro como una piscina; 18 puntos anotó en la primera parte.
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El Unicaja estaba incómodo, varios fallos clamorosos debajo del aro no ayudaron a la confianza e impedían meterse de verdad en el partido. Sus porcentajes de tiro en la primera parte eran muy malos (17/43, un 39%) por no hablar del 4/17 en triples, por eso su claro dominio en el rebote no le sirvió de nada y por eso llegó al ecuador del choque perdiendo 41-48.
El comienzo de la segunda parte fue descorazonador en ataque, pero positivo en defensa. El Unicaja hacía un gran trabajo atrás, pero lo fallaba todo (45-54). Sin embargo ese trabajo comenzó a dar sus frutos poco a poco. Díaz abrió la lata con un triple, algo clave porque el acierto de tres le permitiría al conjunto cajista cambiar el partido por completo. Llegó un parcial de 10-2 hasta ponerse por delante (55-54). Apareció entonces Brizuela en el partido para ponerlo todo patas arriba con nueve puntos seguidos. Cada vez que cogía el balón se veía que se la iba a jugar; y no fallaba. El Unicaja había cambiado el choque con su defensa, pero evidentemente este es un juego en el que gana el que más puntos mete, y ahora sí estaba metiendo (69-63).
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Llegó entonces el momento de Jaime Fernández. El partido estaba en sus manos completamente. Primero anotó un triple y luego se dedicó a repartir asistencias. Una para Guerrero, otra para Suárez, una bandeja que intentó y que el primero transformó en canasta... A cinco minutos del final el Unicaja ganaba 80-72 y oteaba las semifinales. Pero el regreso de Seeley volvió a complicar las cosas al equipo malagueño. Nueve puntos seguidos metió el escolta del Casademont Zaragoza y todo volvía a empezar (83-80). Casimiro optó por jugar los minutos finales con tres pequeños: Brizuela, Fernández y Díaz. Este último ejerció de desatascador con un lejanísimo triple y luego repitió con otro más. Por si fuera poco, forzó dos pérdidas seguidas a un Seeley que parecía infalible. Por ahí respiró el Unicaja hasta el final. Un robo de Thompson culminado con falta y adicional puso fin a un gran encuentro.
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