![Cupido acierta en Málaga](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202002/15/media/cortadas/147360954-kFvG-U1001627255901hC-1248x1600@Diario%20Sur.jpg)
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Las flechas del amor no siempre encuentran el objetivo deseado, a veces se lanzan por azar y tocan madera, otras van bien dirigidas y no son correspondidas. Este 14 de febrero de 2020 Cupido por fin hizo diana con dardos dirigidos a los corazones que con tanta fuerza laten en Málaga. San Valentín regaló una inolvidable noche de pasión a los seguidores del Unicaja, que por fin ganó un partido como anfitrión en la Copa del Rey. Cuatro citas en dos décadas han hecho falta para que se desborden lo sentimientos en el Palacio de los Deportes Martín Carpena, que vibró como pocas veces, mejor dicho, como nunca, porque jamás se vio algo parecido.
Un pabellón puesto en pie desde el pitido inicial, unas gradas enaltecidas por el juego de su equipo, el verde esperanza impregnando el ambiente y un equipo llevado en volandas por miles de gargantas que gritaron al unísono y a capela un himno que atravesó el alma de esta tierra. Por fin Málaga disfrutó de lo lindo con la Copa del Rey después de los fiascos de 2001, 2007 y 2014. El Unicaja disputará las semifinales cinco años después, las segundas en más de una década. Los Guindos está de celebración. Ahora solo quedan 40 minutos para la gloria con el Morabanc Andorra como último obstáculo hasta la final.
¡Cuántas cosas han cambiado en apenas un mes! Sobre todo para Luis Casimiro, un hombre fiel a un estilo, el de la modestia personificada que se ha labrado una carrera lejos de los focos mediáticos que alumbran lugares señeros del baloncesto. Ayer se ciñó al guión de su trayectoria en una Copa que sueña levantar un día, y qué mejor sitio que esa Málaga que adora y dora su esculpido rostro cubierto del salitre mañanero cuando sale a hacer deporte y a preparar la jornada de trabajo. El castellano manchego siempre condujo a sus equipos hasta semifinales una vez lograda la clasificación para el torneo. Lo saben en Manresa, en Valencia, en Las Palmas y los del Estudiantes. En Los Guindos ya han comprobado su fiabilidad. No todos pueden presumir de tradiciones tan ancladas en la suerte de la experiencia. A punto de cumplir 60 años sabe que el tiempo está de su parte y espera paciente la mejor oportunidad para asaltar el pedestal de la regularidad.
Es curioso que tenga que ser un técnico criticado en los últimos meses el que mayor alegría ha proporcionado en el último lustro a los aficionados malagueños, que en un número importante pedían su destitución por la marcha de su equipo. Él no entiende de velocidad, sino de paso seguro, de camino recto, de constancia en el buen hacer y de esfuerzo en pos de un objetivo. Ya en su día acudió al rescate del Unicaja para salvar la clasificación para la Euroliga, y saldó con éxito el reto; hace un año aceptó el encargo de reconducir un proyecto marchito y pocos meses después encaja con retranca los parabienes que ahora suenan en sus oídos. Hoy son palmas de alegría cuando hasta hace bien poco eran pitos de desaprobación. El deporte depara situaciones tan injustas que en los momentos triunfales tornan en sonadas victorias. Aún no se ha conseguido nada cuando esperan unas semifinales apasionantes, pero ya se ha logrado mucho, romper esa barrera infranqueable en forma de maldición que ha asolado el alma cajista durante veinte años.
El Unicaja, un club de solera con contados títulos en su palmarés, disputará hoy a las 21.30 horas la séptima semifinal de su historia en busca de su tercera final tras las de 2005 en Zaragoza y la de 2009 en Madrid. Anoche, el amor de miles de malagueños pudo con el maleficio que perseguía a una sufrida afición y, de paso, venga la derrota que sufrió en 2014 a manos de su rival de ayer.
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