Los zapatos a medida, los objetos de escritorio, la ropa de hogar, las quincallas, las postales, las aguas carbónicas o los cafés y licores. Parecen ... objetos sacados de otra época y en realidad lo son: era el género que se dispensaba en los mejores comercios de la Málaga de hace un siglo, rescatada ahora para honrar la memoria del Café Central, que cerró sus puertas el pasado 9 de enero y con ellas una página de la historia local. En efecto, los artículos cotidianos, los de lujo o los más modestos pero igualmente imprescindibles en los hogares dibujaban un ecosistema que tenía en la calle Larios y en la plaza de la Constitución el corazón y en sus calles aledañas el latido complementario.
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Después del paseo imaginario de la semana pasada, reproducido a partir de un reportaje publicado en 'El Liberal' en los años 20 del siglo XX y conservado en el archivo de Narciso Díaz de Escovar, ahora son las calles Granada y Nueva las que pasan al escaparate para terminar esa radiografía histórica y sentimental. A pesar de que ambas buscan hoy el sabor de sus buenos años, el cronista pone a la primera a la altura de la mismísima calle Larios, porque ésta «no ha podido pasarla en importancia y animación. Llena de gente y pletórica de bullicio, tiene también un comercio muy importante».
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El recuerdo de aquellos comercios de toda la vida arranca en el número 6 de calle Granada. Ahí, en un local que ocupaba hasta el número 10, levantaba la persiana todos los días la Guantería y Camisería Inglesa, cuyo propietario, don José Salgado, era una referencia en la venta de artículos de punto, paraguas, bastones y perfumería. «Tiene un gran surtido, y goza de gran crédito su corte especial de camisas y calzoncillos para caballeros», añade el artículo para después recomendar esta casa «a los forasteros que vengan a la ciudad, aunque su nombre es tan conocido que es innecesaria toda recomendación».
El ascenso por la calle Granada, cruce con Calderería, tenía en el Café Madrid el templo de los más cafeteros. Si esos cafés, entendidos también como lugares de reunión y tertulia, de espacios para 'dejarse ver', tenían en calle Larios y la plaza de la Constitución a sus mejores embajadores, el Madrid supo competir con los mejores desde el momento en que abrió sus puertas. «Para los amantes de la amplitud, la regularidad y la simetría, el Café de Madrid resultará feo; para los pocos que nos place sobre todo lo pintoresco, no hay otro más simpático en Málaga», aclara el cronista. Lugar bohemio por excelencia, el espacio reunió en esos años dorados a periodistas, literatos, músicos y actores, hasta el punto -añade el texto- que «cuando en todos los demás (cafés) de Málaga no queda nadie, y a la hora en la que las personas regulares están durmiendo, el Café de Madrid se llena de artistas y aficionados al arte (…) en cuyas cenas hay derroche de gracia e ingenio». El éxito de público, más allá de los bohemios, lo achaca 'El Liberal' a que su propietario «tiene a gala que en él se sirven los mejores géneros que en cada clase se producen». Y concluye: «Estar en Málaga y no ir al Café de Madrid es como ir a Roma y no ir a ver al Papa; porque entre las pocas casas típicas que quedan en Málaga, el Café de Madrid es una».
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Unos números más arriba, en el 21 de calle Granada, completaba la oferta gastronómica dulce la Pastelería Universal, regentada por don José Plata Córdoba y «admirablemente decorada, con una iluminación espléndida, respirando abundancia y rechinando limpieza». Su mostrador era uno de los favoritos de los malagueños, y tanto la clase aristocrática como la más popular hacían de ella lugar habitual de reunión. «Es más difícil ser atendido que obtener un premio de la Lotería», ilustra la crónica, justificando que esos favores estaban en la calidad de sus dulces, licores, vinos, embutidos, almíbares y demás artículos «propios en esta clase de establecimiento».
De calle Granada a la cercana calle Nueva, el pulso comercial era igualmente luminoso. Uno de los establecimientos que rescata el cronista de 'El Liberal' es el de Gómez Hermanos. «Tiene Málaga almacenes magníficos, como los hay en muy pocas ciudades de España; pero ninguno tan importante, vasto y bien organizado como el de los señores Gómez Hermanos. Los almacenes ocupaban una fabulosa casa de nueva planta en calle Nueva esquina con Especerías y sus dimensiones eran tales -compara el texto- que «recuerdan a los grandes almacenes del extranjero». «Siendo muchos, literalmente un ejército, los dependientes (y estando el comercio dividido en secciones), hay horas en que les es imposible atender al público que invade el local». Aquel éxito entre los malagueños era directamente proporcional a la calidad del género en lencería, lanas, sedas, género de punto, pasamanería y novedades, tanto nacionales como extranjeras. Además, los dueños de los almacenes tenían varias sucursales repartidas por toda Andalucía, a la altura de los mejores de España.
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El número 25 de calle Nueva estaba ocupado por la Imprenta y Papelería de Ricardo Sánchez Rueda, que originariamente abrió su negocio en la calle de Castelar pero que al cabo de los años se instaló en la paralela a calle Larios. «Todo el comercio malagueño ha desfilado por ella y ha podido apreciar la bondad del trabajo y la seriedad del trato del señor Sánchez Rueda», especifica el cronista, que también aporta un dato singular sobre el árbol genealógico del impresor al desvelar que era primo hermano de Salvador Rueda, «el gran poeta». Su moderna maquinaria y los tipos «modernísimos» lo convirtieron en una referencia para todo comercio malagueño que necesitara trabajos de impresión.
La Camisería Española ocupaba, por su parte, los números 37 y 39 de calle Nueva y era uno de los más veteranos. Dedicado a la confección de 'ropa blanca' para caballero, mujer y niño, era una referencia entre el público malagueño por su buena relación calidad-precio. La variedad en sus mostradores incluía también corbatería, bastones, mantelerías, toallas, fajas, cinturones, ligas, abanicos, toquillas, pañolería o artículos de piel. La nota exquisita en su catálogo la daban los famosos tejidos de lana del doctor Rasurel, una auténtica institución en tejidos que utilizaba turba de Holanda y lana de Australia y que tenía franquicias repartidas por los comercios más selectos de España.
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No lejos de calle Nueva, y compartiendo la hegemonía comercial de la época, brillaban los almacenes de Masó Toruella. Con sedes en calle Alarcón Luján y en calle Martínez, su dueño, Antonio Masó Toruella, era muy apreciado en la ciudad, según el cronista, «por su laboriosidad, su honradez y sus caritativos sentimientos». Con respecto a una de sus sedes, la de calle Martínez, ocupaban un antiguo palacio «de vastas dimensiones, y tanto por la abundancia cuanto por la variedad y novedad de sus artículos, son muy visitados». Sus sedas, lanas, lienzos, tapetes, toquillas, medias, pañuelos, manteles, servilletas, tapices, mantas y colchas dibujaban un catálogo extraordinario y sus dependientes, concluye el artículo, eran «numerosos e inteligentes».
El paseo sentimental por esos comercios que firma 'El Liberal' se detiene en otros dos negocios emblemáticos, aunque no en el eje Granada-Nueva. El primero de ellos, el negocio de Antonio Visedo, con tienda en Molina Lario y Huerto del Conde y muy popular en la ciudad por ser el responsable de la mayoría de instalaciones eléctricas en Málaga. Veterano de la Compañía Alemana, era muy valorado por ser el representante en Málaga de la lámpara Philips, «la mejor de las de filamento metálico».
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El segundo de ellos era el de Francisco Baquero, que abría cada mañana en la calle Duque de la Victoria «la mejor ebanistería y tapicería de Málaga». «Sin la exageración de precios de otras casas, sus trabajos son superiores en gusto y novedad a los que más pretensiones tengan», escribe el cronista antes de adentrarse en su completo catálogo de muebles de época, muebles de fantasía o muebles modernistas; así como tapizados y cortinajes que podían verse en su exposición y que posteriormente eran hechos a medida para cada cliente en sus talleres. «Estos son notables, no sólo por el número de operarios que ocupan, sino porque su trabajo es puramente manual». Además de la construcción de muebles, el señor Baquero «hace instalaciones completas con arreglo a los bocetos que se le facilitan o según los modelos de los dibujantes de la casa».
Con esa estampa evocadora del género exclusivo y a medida y el trato personalizado e incluso familiar con el cliente se cierra el paseo de 'El Liberal' por esa Málaga comercial que no fue más que el reflejo de los 'felices años 20' en la ciudad y que hoy, un siglo después, late con un pulso más vigoroso pero no con el mismo sabor.
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