Secciones
Servicios
Destacamos
La Alameda se inaugura en 1785 con el propósito de que sea la «Principal», pero desde luego no será la primera que se trace en Málaga. Sí actuará como modelo de referencia para otras espacios que tengan el mismo destino: lugar sosegado y tranquilo, externo al casco urbano que cierran las murallas medievales. Es el caso de las dos que hacia el mar parten de la Principal: la alameda de los Tristes, hoy de Colón, y la llamada, primero, alameda Hermosa; luego, de Carlos Häes y, finalmente, calle Córdoba.
A finales del siglo XVIII, el fuerte de San Lorenzo, antiguo baluarte de costa que cerraba la Alameda Principal por su extremo occidental, ha perdido totalmente su función; lejos ya del mar, ha sido sustituido por un nuevo emplazamiento artillero: la batería de San Rafael, situada sobre un espigón junto a la desembocadura del Guadalmedina. En los primeros años del XIX, derribado ya el fortín de San Lorenzo, se plantea trazar una nueva alameda que, arrancando en la Principal y paralela al río, llegue hasta el espigón; de ahí que se la conozca por entonces como Alameda del Espigón. Poblada en principio de algunos almecinos dispersos, se plantarán después dos largas filas de árboles de gran porte. El diccionario enciclopédico Madoz, publicado a mediados del siglo XIX, la menciona ya con otro nombre y la describe «rodeada casi en toda su longitud de modernos y elegantes edificios pertenecientes al comercio y de una arboleda nueva que hace agradable este paseo en la primavera, nos parece chocante el nombre de Tristes con que se la bautizó».
Este extraordinario retrato social se realiza en la primera década del siglo XX. El autor, cuyo nombre no conocemos, probablemente ha convocado a los lugareños con la idea de representar a la población de esta barriada fabril malagueña. Han acudido muchos adultos, jóvenes de edad indefinida, arrieros en tránsito y una dispar chiquillería que ocupa la vanguardia del encuadre; las mujeres no parecen sentirse aludidas, solo encontramos una, medio oculta en el grupo, y dos niñas casi adolescentes. Pero el interés de la fotografía en el contexto de este artículo es el segundo plano, donde vemos el cauce casi seco del Guadalmedina, dos mujeres arrodilladas lavando en su orilla, ropa tendida y, al fondo, la masa arbórea de la Alameda de los Tristes, hoy de Colón.
Guarda esta imagen el recuerdo de la gran arboleda heredada del siglo XIX. Grandes plátanos cubiertos de yedra alternan con algunas palmeras plantadas en los mismos arriates que separan la calzada de la acera. El ensanche, en 1960, de la zona de rodaje acabó con la fisonomía de esta alameda. Las modificaciones urbanas se suceden a partir de esta época, desapareciendo el edificio que vemos a la izquierda de la imagen obra de Joaquín María Pery de Guzmán, director del puerto de Málaga durante las dos primeras décadas del XIX y responsable del diseño y construcción de La Farola. En 1980 será derribado el edifico que vemos a la derecha de la imagen, durante muchos años sede de la redacción y talleres de los diarios SUR y La Tarde.
Tomada en mayo de 1955 con motivo de la reciente inauguración del edificio destinado a alojar la Delegación Nacional de Sindicatos, la fotografía nos aproxima a la visión que ofrecían ambas vías urbanas a mediados del aquel año. La Alameda de Colón presentaba aún el aspecto de una calle profusamente arbolada y de escaso tráfico.
El sujeto principal de esta fotografía es el edificio que alojaba la redacción y talleres de los diarios SUR y La Tarde, aludido en la foto 2. En esta otra imagen, se aprecia la reforma de la antigua Alameda de los Tristes. Han desaparecido los grandes plátanos de los laterales, de la antigua arboleda solo quedan algunas palmeras.
El plano de Rafael Mitjana, 1838, dibuja esta alameda con una doble hilera de árboles que partiendo del Salón Bilbao –nombre que distinguía a la Alameda Principal desde dos años antes– se proyecta hacia la playa de Pescadería. Sin llegar a la orilla, el trazado queda a medio camino cortando una única vía, la calle del Peligro, luego, de Dña. Trinidad Grund. A partir de la esquina que hoy conforma la calle Vendeja, el plano muestra la bahía comprendida entre las dos defensas artilleras de la zona occidental del puerto, las baterías de San José y, más a poniente, la de San Rafael. Esta alameda, en su origen rodeada por una valla a media altura, fue alargando su trazado al compás de las nuevas construcciones de su entorno y antes de que finalizara el siglo XIX cambiaba su nombre por el de Alameda Carlos Häes, aunque para entonces ya no fuera más que una calle más en el radio de la Alameda Principal; eso sí, distinguida por la presencia desde 1874 del Banco de España y, ya en la primera década del XX, por el cine Pascualini, frontero al edificio del banco. La Guerra Civil acabaría con el popular cine; treinta años más tarde sobre su solar se edificaba el Teatro-cine Alameda, hoy a su vez sustituido por el Teatro del Soho de Antonio Banderas.
Del primitivo arbolado de aquella Alameda Hermosa no quedaba rastro alguno en 1947. La imagen muestra unos incipientes naranjos que contrastan con el porte de los de la Alameda Principal, al fondo. El motivo de la imagen no es la vegetación, desaparecida mucho tiempo atrás, sino reflejar el éxito de convocatoria del Gran Olimpia, gran sala de espectáculos y variedades que ofrece el éxito de la temporada: un musical, con Juanito Valderrama, la bailaora Mari Rosa y el actor Antonio Casal como cabezas de cartel.
Este es el aspecto que presentaba calle Córdoba en el invierno de 1959. Ya estaba en pleno funcionamiento la estación de autobuses de la empresa Portillo, último edifico en la izquierda de la imagen. En la manzana que le sigue se están construyendo por aquella época los cimientos del futuro Teatro-cine Alameda.
Hijas de la Alameda Principal, estas dos alamedas responden igualmente a un modelo urbanístico que hunde sus raíces en el racionalismo del último tercio del siglo XVIII. Sin embargo, podemos señalar en el plano histórico de la ciudad otras propuestas, anteriores en el tiempo, que igualmente participaban de la idea de dotar a Málaga de espacios de paseo tranquilo y sosegado, lugar de encuentro social y manifestaciones festivas. Se considera como el primero, muy anterior a la Alameda Principal, al tramo que hoy se denomina Paseo de Reding. Esta primera alameda, aunque entonces no gozara de tal apelativo, tiene su origen en la ampliación en 1675, del hasta entonces angosto Camino de Vélez, que serpenteaba entre la escarpada falda del monte de Gibralfaro y el perfil quebrado de la costa. A iniciativa de la primera autoridad malagueña de la época, el marqués de Villafiel, se procede al desmonte de las laderas próximas a dicho camino, ampliando su aforo de manera que en sus márgenes cupieran hileras de árboles alternados con bancos de piedra, convirtiendo la vía en un grato paseo dotado además en sus extremos de dos hermosas fuentes, llamadas, en honor de sus patrocinadores, del Marqués y de la Marquesa. La arboleda no cumpliría el siglo, a finales del XVIII había desaparecido. Igual suerte correría la fuente de la Marquesa; sin embargo sobrevivía, muy deteriorada, la del Marqués. En los primeros años del XIX, Teodoro Reding, gobernador de Málaga, prestaba especial atención a aquel espacio ocupándose de la restauración de aquella fuente, de la mejora del camino y de la creación de una gran explanada destinada a ejercicios de instrucción de la guarnición militar, espacio público que terminaría llamándose Campo de Reding; junto a éste y en paralelo al Muelle Viejo aparece en el plano de Rafael Mitjana una pequeña alameda aún sin nominar, embrión del futuro Paseo de la Linterna.
Si el antiguo Camino de Vélez había sido alguna vez un frondoso paseo no era esa la imagen que presentaba recién inaugurado el edifico de oficinas de la Compañía de Ferrocarriles Andaluces, pronto conocido como Palacio de la Tinta.
Algo más crecidos aparecen los árboles del antiguo paseo en esta instantánea tomada casi cincuenta años después de la que anteriormente mostramos, singular testimonio de la Málaga de los años sesenta.
Anterior en el tiempo a la Alameda Principal son las tres alamedas que en el siglo XIX parten de la embocadura del camino real de Granada o, por mejor decir, de la Fuente de Olletas. Responden igualmente al modelo de camino amplio poblado en ambos márgenes por árboles de hoja caduca, de manera que procuraran sombra en verano y dejaran filtrar los rayos de sol en invierno. A este modelo se atiene la Alameda de la Victoria, tramo urbano que hoy corresponde a la calle Cristo de la Epidemia, aproximadamente desde el cruce de las calles Mitjana y Tejeros hasta la plaza de Olletas. Poblada de corpulentos álamos blancos y algunos negros, durante buena parte del XIX, la Alameda de la Victoria tendrá como límites laterales, de un lado el Haza del Calvario y las huertas próximas al Santuario de la Victoria; del otro, la zona de tejares del Ejido.
En primer término, izquierda, Santuario de la Victoria. En la franja central de la imagen, El Ejido. La imagen muestra la gran explanada baldía de El Ejido. En el margen derecho, el final del tramo de arboleda de la antigua Alameda de la Victoria.
Los árboles de la antigua Alameda de la Victoria habían desaparecido en las primeras décadas del siglo XX. Renovada la arboleda en la postguerra, este tramo de la calle Cristo de la Epidemia recuerda aún en los años cincuenta del pasado siglo el aspecto de un ancho paseo a las afueras de la ciudad.
La vista nocturna, tomada desde la plaza de Olletas, añade cierto dramatismo a lo que parece una despiadada tala que anuncia el final de los árboles de esta larga avenida. Sin embargo, el propósito de la fotografía es dar cuenta del nuevo alumbrado que ilumina las calles de la ciudad.
En los comienzos del siglo XIX viene a ser la alameda de mayor antigüedad de Málaga y, desde luego, la más larga. Plantada en su origen de álamos blancos y negros, arrancaba en la Fuente de Olletas y, atravesando un terreno de huertas y campo abierto, tenía su término en la plaza de Capuchinos. En el primer tercio de su recorrido, la alameda cruzaba las «aguas cristalinas del acueducto de San Telmo», un rincón fresco y lleno de verdor vegetal, alejado del bullicio de la ciudad.
Otra de las antiguas alamedas decimonónicas, hoy renombrada de Barceló, partía de la de Capuchinos a la altura del puente del acueducto hasta encontrarse con el camino de Casabermeja, dejando a su derecha el nuevo gran cementerio, el Camposanto, de donde tomaba el nombre.
El fotógrafo camina por el primer tramo de la Alameda de Capuchinos, dejando a sus espaldas la plaza de Olletas. La fuente que vemos en el centro de la imagen permanece actualmente en el mismo lugar.
Mediado el siglo XIX, la ciudad contaba con un buen número de alamedas; así se consideraban la calle Cuarteles, la entrada del camino de Churriana y las tres hiladas de árboles que entre el Jardín de Aclimatación y la playa de Torrijos servían de antesala verde a la ferrería de la Constancia. En 1846, el Ayuntamiento designaba nuevas zonas que habrían de ser alamedas: la Cortina del Muelle, calle Salitre y Pasillo de Santo Domingo. Pero a finales del XIX las alamedas habían dejado de estar de moda, con el cambio de siglo se impone un nuevo modelo.
Noticia Relacionada
El Parque abre nuevas perspectivas y proyecta la idea de nominar los espacios no por lo que contienen sino por el uso que de ellos se hace: el Paseo. En la primera década del siglo XX, incluso la Alameda Principal cambiará su antiguo nombre por el de Paseo de la Alameda. De las otras alamedas quedan ya muy pocas, algunas conservan el nombre, todas han perdido el aspecto. La recuperación en nuestros días de la Alameda Principal podría establecer nuevamente el modelo.
A mediados del pasado siglo quedaban aún en el pasillo de Santo Domingo restos de la primitiva arboleda que, con vocación de alameda, se plantara cien años antes.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.