
La Alameda de Pablo Iglesias y la calle 14 de Abril en las postales de Roisin
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En el verano de 1931, Málaga se encontraba en estado de ebullición. Más en sentido literal que literario. La primavera ya había sido de fuego. El lunes 15 de abril, tras conocerse los resultados de las elecciones celebradas el día anterior, el nuevo alcalde proclamaba la República desde el balcón del Ayuntamiento. A ello siguieron pacíficas manifestaciones populares de júbilo, solo empañadas por grupos de exaltados que incendiaron, en calle Atarazanas, los locales del diario monárquico-conservador La Unión Mercantil y, en Muelle de Heredia, las instalaciones de la Compañía de Locomoción General y el almacén de maderas de la empresa Guille&Heredia.
Mayo pasó a llamarse popularmente «el mes de la quema de conventos», aunque también ardieron el palacio episcopal, un buen número de iglesias, los colegios de los Jesuitas, HH Maristas, PP Agustinos y algunos establecimientos de la capital, entre ellos, otra vez, la sede La Unión Mercantil. El día 12, el gobernador militar declaraba el Estado de Guerra en Málaga y su provincia. Los fuegos dejaron en el ambiente un espeso tufo a madera y ropa quemada que tardaría tiempo en disiparse.
El domingo 29 de junio tenían lugar las elecciones generales de diputados a Cortes. El lunes se conocían los resultados: claramente consolidaban la opción republicana. Otra vez los comicios fueron motivo de multitudinario regocijo, solo velado por ciertos disturbios habidos en las inmediaciones de la calle 14 de Abril, entorno de la Acera de la Marina e inmediaciones del Paseo de la República (antes Parque) que arrojaron el triste balance de cinco muertos y más de una decena de heridos graves. De nuevo se declaraba el Estado de Guerra.
En agosto, a pesar de los duros picos de terral de comienzos del mes, el paro obrero acuciaba más que el calor. Ante esta situación y el «poco ambiente para la celebración de fiestas», el Ayuntamiento decide suspender los Festejos de Agosto y destinar las 55.000 pesetas consignadas en este capítulo a dar trabajo a los obreros.
Nada de esto dejan traslucir las fotografías que para ilustrar tarjetas postales se producen en el periodo. A diferencia de otros géneros fotográficos, las imágenes de las postales deben ser amables y, en lo posible, «pintorescas». A esa línea editorial interesa más el marco espacial, el lugar, que lo que en él ocurra. De ahí que la renovación de los catálogos de postales obedezca a la necesidad de acordar las imágenes a los cambios producidos en los puntos que identifican y caracterizan a la ciudad, incluyendo las modificaciones del callejero.
Los cambios radicales que experimentó Málaga en el tránsito de la Monarquía a la Republica se dejan notar en estas dos fotografías solo en los rótulos. De hecho, la imagen de la izquierda fue tomada antes del periodo republicano, cuando todavía era de buen tono hacer referencia a la Monarquía en la nominación de lugares y edificios, siendo retitulada para adaptarla a la nueva situación política. Edición de urgencia, contiene un notable error en su titulación: sobra «Plaza de la Constitución»; además, el hotel que hace esquina con la calle 14 de Abril y Sancha de Lara se llama todavía Reina Victoria. La foto de la derecha se produce ya en pleno periodo republicano. El pie es correcto, del rótulo del establecimiento hotelero cae la palabra reina y pasa a ser simplemente «Victoria Hotel». Ambas tarjetas postales circularon durante la República. Actualmente se custodian en el Archivo del Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña (IEFC).
Calle 14 de Abril. El cambio de nombre se produjo en la misma madrugada del día que se hacía público el cambio de régimen político. Según informaba el diario El Cronista del día 15 de abril: «Las lápidas que le dan el nombre de Larios a la calle principal de Málaga, fueron arrancadas, siendo sustituidas con un retrato de Galán y una lápida con la siguiente inscripción: «calle del 14 de abril». La multitud, loca y entusiasmada, en grupos o en manifestaciones, estuvo durante toda la noche recorriendo las calles céntricas, las barriadas, dando vítores a la República y a los mártires de ella»
En un artículo anterior, mostrábamos algunas instantáneas de la Alameda Principal durante la década de los años veinte del pasado siglo. Aquí recogemos otra del lateral norte tomada en pleno periodo republicano, cuando ya la alcaldía había decidido nominarla «Alameda de Pablo Iglesias» en honor del veterano líder socialista, cariñosamente conocido por «El Abuelo». Sabido es que si un alcalde puede ponerle nombre a una calle, otro puede cambiarlo. Así ocurrió con la Alameda muchas veces. En los dieciocho años que transcurren entre 1919 y 1937 al histórico paseo se le aplicaron cuatro apellidos distintos. La popularidad del presidente estadounidense Thomas Woodrow Wilson tras su triunfal recorrido por Europa en 1919, participando activamente en la formalización del tratado de Versalles y siendo distinguido con el premio Nobel de la Paz, determinó que el Ayuntamiento malagueño añadiera el sobrenombre «Wilson» a la Alameda. En el lado oscuro del personaje político quedaban su decidido apoyo a la controvertida «Ley seca», promulgada durante su mandato, y un tácito visto bueno a las actividades del Ku Klux Klan. Quizás todo ello influyera en que el nombre oficial de Alameda Wilson no tuviera ningún éxito, desapareciendo pronto del lenguaje común. Al poco, al socaire de la Dictadura de Primo de Rivera, la nueva Alameda, pasaba ser de Alfonso XIII. El febrero del 1937 se volvía a modificar el callejero, que no la estructura ni trazado de la vía, pasando a llamarse Alameda del Generalísimo.
Alameda de Pablo Iglesias. El edifico de la izquierda alberga actualmente la sede de la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía y, haciendo esquina con calle Pastora, la Casa de Guardia, bodega y taberna de acreditada solera. El inmueble siguiente lo ocupaba en su totalidad el Hotel Londres. En el tercio de la derecha de la imagen, al fondo, se distingue entre la masa arbórea el final de la Alameda, delimitado por la fachada occidental de la Acera de la Marina.
La actualización del catálogo postal significaba necesariamente la inclusión de señalados motivos del tejido urbano modificados a partir del nuevo régimen político. El más relevante había sido, hasta la noche del 14 de abril de 1931, el «monumento al Marqués de Larios». Anteriormente a esta fecha, un buen número de tarjetas postales de la marca Roisin, y de otros muchos editores de este tipo de reportajes, versaban sobre el conjunto escultórico de Mariano Benlliure en distintas perspectivas, ya fueran con la Acera de la Marina, Alameda o calle Larios de fondo. El numero desciende notablemente tras la modificación del monumento. La primera remodelación la cuenta el diario liberal-conservador El Cronista en su edición de 15 de abril en estos términos: «A las diez de la noche, numerosos exaltados, consiguieron destrozar, con hierros, la estatua que, en la Acera de la Marina, había erigida al marqués de Larios, cuya figura de bronce quedó inutilizada y los restos de la misma arrastrados por las calles céntricas». Estos hechos debieron ser la comidilla de la ciudadanía malagueña durante aquellos días; sin embargo, la prensa diaria de entonces guarda un extraño silencio sobre el acontecimiento. El mutismo se rompe conjurando primero una amenaza mediante un desmentido del mismo diario que, el día 19 de abril, expresa en primera plana: «Algún corresponsal en Málaga de periódicos de Madrid, ha telegrafiado que el Sr. Marqués de Larios tiene decidido cerrar la fábrica «La industria Malagueña» y liquidar sus negocios en esta provincia… Hemos de declarar que la noticia es totalmente inexacta y tendenciosa en estos momentos». Ya en la primera semana de mayo, Emilio Baeza Medina, alcalde electo en las municipales de abril, declaraba a los periodistas que «para evitar el aspecto antiestético que ofrece ahora el sitio donde estuvo instalada dicha estatua, se va a proceder inmediatamente al arreglo del jardín, y a la colocación en lugar preferente de la figura representativa del trabajo. Estima el alcalde, que esta determinación será acogida con agrado por indígenas y forasteros».
Con el número 151 de la colección Roisin y el título que aparece al pie de la fotografía circuló esta tarjeta postal en los años de la República. Como puede apreciarse, no hay alusión a la incisiva alegoría que la nueva configuración del monumento representa. Tras la toma de Málaga por las tropas anticonstitucionales, en febrero de 1937, estas tarjetas postales quedaron fuera del comercio. Muchas de aquellas viejas postales se localizan hoy en el mercado del coleccionismo y circulan con profusión en las redes sociales.
El punto de partida para la impresión de esa tarjeta es un negativo de 10X15 cm en soporte de cristal. De autor desconocido, el original fue localizado por Mercedes Jiménez Bolívar y el autor de estas líneas en el Archivo Histórico Fotográfico del IEFC en 2005. El paso del tiempo había producido en la placa un notable deterioro, aunque mostraba señales de no haber sido tocada en muchas décadas. Restaurada y positivada digitalmente por Mercedes Jiménez, fue de nuevo publicada en el libro «Málaga, una visión Panorámica. Fotografías de Thomas y Roisin».
Partir de originales fotográficos, sobre todo si fueron realizados por profesionales, nos permite profundizar en el contenido de la obra y conocer en su justa medida la propuesta del fotógrafo. El método empleado en la impresión de las tarjetas postales de la época, generalmente por el sistema de fototipia, no alcanza la calidad en el detalle que podemos observar en las copias fotográficas obtenidas directamente del negativo. En esta imagen, en notable contraste con la anterior, vemos nítidamente el ambiente de la calle, detalles de arquitectura, mobiliario urbano, señalética o anuncios publicitarios que difícilmente podemos contemplar con exactitud en las ediciones de tarjetas postales; menos aún en las copias de las copias de éstas.
El negativo de calidad nos da la oportunidad de aplicar una de las claves de la imagen fotográfica: la reproducción a escala. Mediante este mecanismo haremos aquí una ampliación sobre dos distintas zonas del encuadre. La primera recoge diversos detalles que nos acercan a la realidad del momento. A la izquierda de la imagen, el punto de partida de los autobuses de línea. En los años anteriores a la proclamación de la República, las paradas de autobuses se situaban en los laterales de la Alameda; una de las primeras medidas del nuevo Ayuntamiento, 30 de abril de 1931, dispondrá que la salida del transporte público colectivo cambie a la «rotonda de la estatua». No sabemos si dicha medida tenía alcance político o trataba simplemente de mejorar el tránsito rodado.
Trasera de autobuses de transporte interurbano en la «rotonda de la estatua», estación de salida. A la izquierda, línea Alameda - Cruz de Humilladero. El aumento sin estridencias de la fotografía facilita el análisis de la imagen. Podemos apreciar con cierto detalle la indumentaria del público que transita por la calle, casi exclusivamente masculino; la tipología del alumbrado público de la época, o anotar también, a título de ejemplo, cómo todavía no ha calado suficientemente en la ciudadanía el código internacional que ordena el tráfico urbano: vemos en el tercio derecho de la imagen, sostenido sobre una farola, un disco de dirección prohibida y a su lado un rótulo que interpreta su significado.
El aumento de la mitad derecha de la fotografía da la posibilidad de analizar con mayor detalle la nueva configuración del antiguo monumento al marqués Larios tras la remodelación realizada por el Ayuntamiento. Se aprecia cómo, según anunciaba el alcalde Baeza Medina, se ha procedido al arreglo del jardín que rodea el conjunto monumental y la «figura representativa del trabajo» se ha colocado en «lugar preferente», es decir, en el mismo sitio y posición que antes ocupara la representación del marqués de Larios; al igual que éste, la figura del trabajador se colocaba mirando a la Alameda. También se notan con mayor precisión en la ampliación los daños causados tras el desalojo de la estatua del marqués de Larios: El brazo roto del niño, alegoría que representa a los «hijos de Málaga [mujer] agradecida»; como es sabido, permaneció así hasta la reciente restauración. El pedestal se ve igualmente tocado y de su pie falta la orla de bronce que anteriormente lo rodeaba.
Cuestión distinta es si acierta la corporación municipal en la remodelación del monumento. La nueva representación no parece responder como se dijo entonces a criterios estéticos, sino a una motivación meramente política que no respetaba el planteamiento del artista. En cualquier caso, la configuración que vemos adolece de un cierto deje machista: entre la mujer y el hombre se establecen dos niveles jerárquicos muy marcados; posiciones que se daban en el diseño original y que acaso los nuevos aires republicanos podían haber tenido en consideración. De otra parte, en el conjunto monumental original la estatua del trabajador se pensó en una posición muy distinta, dando cara a la fachada occidental de la Acera de la Marina. En la nueva configuración le da la espalda y su prolongación, desnudas. Un gesto quizás premonitorio que anunciaba la total demolición de la Acera de la Marina al cabo de solo diez años.
En febrero de 1937, la nueva corporación municipal surgida de la violencia tras el desalojo de la republicana, bajaba al trabajador de su efímero pedestal. Durante catorce años la cúspide del monumento de Mariano Benlliure quedó vacía. Durante ese tiempo, las escasas tarjetas postales que se editaron en Málaga procuraron evitar la vista del monumento.
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