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El turista estadounidense al que mataron la semana pasada en un robo en el Centro de Málaga se llamaba Richard Gross y era cura en la ciudad de Boston, donde era una persona muy conocida y querida dentro y fuera de la comunidad religiosa.
El sacerdote, que tenía 80 años, era el párroco de una iglesia situada en el centro de Boston, ciudad donde hay 282 parroquias y que se caracteriza por sus raíces religiosas. En la actualidad estaba vinculado a la iglesia Nuestra Señora del Buen Viaje, donde ofició misa cuatro días antes de su muerte.
La comunidad jesuita en Massachusetts ha informado en sus redes sociales de la pérdida del padre Gross al tener conocimiento de su muerte en Málaga. Religiosos y feligreses aseguran estar devastados por la pérdida del sacerdote.
El padre Gross dio clases durante años de historia y ciencias en un instituto de Massachusetts y también en la universidad. Era una persona muy agradable que «escuchaba a todo el mundo», según los medios estadounidenses, que se han hecho eco de forma masiva de la noticia.
Llegó a Málaga el mismo día que lo mataron, el lunes 20 de enero, y tenía intención de pasar una semana de vacaciones y, según sus conocidos, iba a hacer un crucero que salía desde Málaga y pretendía recorrer la Costa del Sol. Reservó a través de una agencia el bajo de un bloque de tres apartamentos turísticos en la calle Viento, entre Carretería y La Goleta.
El sacerdote fue asaltado nada más llegar a la vivienda. El autor o autores del robo se apoderaron de las pertenencias de la víctima, que llevaba al menos una maleta y una mochila con sus efectos personales y su documentación. Aún tenía consigo las llaves del apartamento, lo que sugiere que fue abordado nada más abrir la puerta.
La autopsia apunta a que murió asfixiado y, por las lesiones y la escena del crimen, se cree que pudo sufrió un mataleón, una peligrosa técnica usada en algunos robos y que consiste en rodear con un brazo el cuello de la víctima y presionar hasta vencer su resistencia, lo que suele provocar la pérdida de conocimiento.
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La data de la muerte está pendiente del informe definitivo la autopsia, pero los testimonios recabados en el vecindario sugieren que podría estar en torno a las nueve de la noche. De hecho, una vecina escuchó a un hombre gritar «como si lo estuvieran matando».
La mujer declaró a este diario que estuvo oyendo los alaridos durante unos 10 minutos, por lo que se asomó a la ventana para averiguar de dónde procedían e incluso subió a preguntar a otra vecina si ella también los había escuchado. Como ésta le dijo que no, y dado que en esa calle se suele escuchar «jaleo» por las noches, optó por no avisar a la policía.
Sin embargo, otro grupo de turistas que se hospedaban en la misma calle sí telefonearon a los servicios de emergencias alarmados por los gritos. Una patrulla de la Policía Local acudió poco después y, aunque echaron un vistazo en la zona, no llegaron a ver el cuerpo de la víctima, que estaba dentro del apartamento.
A primera hora de la tarde del martes, la policía recibió una nueva llamada que informaba de que en el piso turístico yacía el cuerpo del estadounidense, que se podía ver desde el exterior. Los agentes, ahora sí, confirmaron que el hombre estaba dentro de la vivienda y que había fallecido. Presentaba signos evidentes de violencia.
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