Hallan 10 millones de euros en joyas enterrados en la guarida de los ladrones de chalés de lujo

Los agentes de la Guardia Civil revisaron la parcela en un primer registro sin encontrar el botín de los robos, pero regresaron con detectores de metales y descubrieron las alhajas escondidas por toda la finca

Juan Cano

Málaga

Viernes, 31 de enero 2025, 17:46

En el primer registro, realizado a primeros de enero tras detener a los supuestos integrantes de la banda, los guardias civiles encontraron más de 70.000 euros en efectivo y numerosos artículos de lujo en una casa de campo de Marchena (Sevilla). Casi sobre la marcha, vincularon ese botín al último de los asaltos que se les atribuye, concretamente en una mansión de lujo de Benahavís donde agarraron del pelo a la moradora y le propinaron patadas y puñetazos delante de sus tres hijos.

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A cualquiera le habría parecido el broche de una operación exitosa. Pero a los investigadores no les pareció suficiente. Conscientes del alcance de los robos, algunos de ellos millonarios, regresaron para buscar en la parcela. Provistos de detectores de metales, recorrieron cada palmo de la finca y descubrieron, bajo tierra, el botín que amasaban los ladrones: 35 relojes de lujo y 186 joyas valoradas en más de 10 millones de euros. También encontraron tres armas de fuego empleadas en los asaltos.

Los números de la 'operación BOP' la convierten en una de las más importantes en los últimos años contra los robos en viviendas. Se han esclarecido 16 asaltos en Málaga (Estepona y Benahavís), Cádiz, Sevilla, Córdoba, Murcia, Alicante y Portugal. Pero más allá de las cifras, aún más relevante, si cabe, es el aspecto cualitativo: han desmantelado un «mini-ejército» de ladrones -en palabras de la jueza- con formación militar y especialmente violento en sus golpes, tal y como ayer adelantó SUR.

La investigación arrancó en junio del 2024 cuando los agentes de las áreas de Patrimonio de las Unidades Orgánicas de Policía Judicial de las Comandancias de la Guardia Civil de Algeciras y de Sevilla tuvieron conocimiento de varios robos ocurridos en una lujosa urbanización de Sotogrande (Cádiz).

El trabajo de los investigadores se vio obstaculizado por las diversas estrategias que el grupo empleaba. En primer lugar, llevaban a cabo los robos en campañas periódicas, posteriormente regresaban a su país de origen y finalmente volvían a España una vez disminuida la actividad policial. Jamás llevaban encima móviles en sus golpes para evitar ser detectados por las antenas de telefonía.

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A pesar de estas precauciones, los investigadores detectaron la llegada a España de varios miembros del grupo que anteriormente habían operado en el país. Estos individuos se reunieron inicialmente en varios lugares de la geografía española, como Barcelona, Alicante, Murcia y Málaga, para finalmente establecer una «base de operaciones» en un chalet cercano a La Puebla de Cazalla, en Sevilla.

Cuando fue posible situar esta base de operaciones, los agentes incrementaron la intensidad de vigilancias y seguimientos para rastrear a todos los integrantes de la organización, y contrarrestar las especializadas técnicas de camuflaje y ocultación que empleaban.

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La investigación ha revelado que este grupo criminal ha consumado varios robos violentos por toda la geografía española, actuando principalmente en urbanizaciones de lujo. Lo hacían empleando una sofisticada planificación, que incluía analizar tanto las medidas de seguridad de las viviendas como las rutinas de sus moradores. De esta forma aseguraban su éxito sin ser identificados durante la huida.

Durante los asaltos, los integrantes del grupo criminal ocultaban sus rostros, vestían completamente de negro y usaban guantes. Solo se interesaban por dinero, joyas y objetos de lujo que pudieran transportar fácilmente en mochilas hasta un vehículo de apoyo que les esperaba en el exterior de las viviendas. Estos automóviles eran de gran cilindrada, llevaban matrículas falsas y se utilizaban para la huida.

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Los robos se caracterizaban por la violencia empleada por los asaltantes. No dudaban maniatar a las víctimas y amenazarlas con armas de fuego u objetos contundentes para obligarlas a revelar los lugares donde ocultaban dichos objetos. En uno de los casos, incluso, habrían golpeado a un adolescente para que su padre revelara la clave de la caja fuerte.

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