Débora, en una imagen reciente. sur

La coartada en WhatsApp del autor confeso de la muerte de Débora: «Te has ido de la casa y están las niñas solas conmigo»

Hizo creer a su entorno que su mujer se había fugado con otro a Brasil, e incluso le puso una pulsera GPS a su hija tras argumentar que era por si su madre trataba de llevársela

Juan Cano

Málaga

Martes, 27 de septiembre 2022, 00:43

«¿Dónde estás? Te has ido de la casa y están las niñas solas conmigo. No nos merecemos esto que nos estás haciendo. Nos has abandonado». Este bien podría ser el mensaje de un marido desolado y preocupado por el paradero de su mujer, que se ha marchado del domicilio familiar.

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Podría serlo. Y de hecho pretendía parecerlo. Pero no lo es.

Este es el mensaje que el autor confeso de la muerte de Débora Morais Dos Santos (39 años) envió al móvil de su mujer dos días después de matarla. Eran los primeros pasos en la fabricación de una cortada que creía perfecta. La mantuvo seis meses, en los que resistió la presión de su entorno y de la familia de la víctima, que reside en Brasil. Hasta que los agentes del Grupo de Homicidios, tras cinco horas de interrogatorio, la hicieron añicos y consiguieron que confesara el crimen y el lugar donde la había sepultado.

El sospechoso es un empresario malagueño de 40 años que tenía en propiedad una nave en la calle Atajate, en el polígono industrial La Estrella, en la capital. Conoció a Débora hace años y se casaron. Tienen dos hijas de 5 y 17 años. Vivían en un piso en Teatinos.

El primer antecedente en su historia como pareja conduce al año 2012, cuando ella lo denunció por violencia de género, aunque luego se echó atrás y no ratificó la acusación en el juzgado.

Más recientemente, en 2021, fue asistida en el hospital con lesiones compatibles con otra agresión. El centro médico activó el protocolo por un posible episodio de violencia de género y puso los hechos en conocimiento del juzgado, aunque tampoco hubo colaboración por parte de la víctima.

La relación se había deteriorado en los últimos meses y ya estaban en trámites de separación. En enero, acudieron juntos al colegio donde estudia una de las niñas y en la entrevista con la educadora dejaron caer que tenían problemas. Débora quería divorciarse. Al parecer, en marzo, días antes de su desaparición, tuvo una crisis de ansiedad y contó a un médico que quería poner fin a su matrimonio, pero su marido se negaba.

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La cronología del caso llega al 28 de marzo, fecha en la que se pierde la pista de Débora. Dos días después, su marido le envía un mensaje de WhatsApp a su móvil reprochándole que los había abandonado, pero no acude a comisaría a denunciar su desaparición. Únicamente cuenta a su entorno que ha encontrado el coche de ella junto a una boca del metro. Y que se ha llevado consigo su documentación y la de sus hijas para afianzar la versión de que Débora se había ido voluntariamente y que aparecería en cualquier momento para llevarse a las menores.

El 6 de abril, el autor confeso del crimen acudió al colegio de las niñas acompañado por su madre y contó que su mujer se había ido con otro hombre a Brasil, de donde es oriunda. Incluso le mostró algún mensaje de whatsapp que pretendía respaldar esa historia, según relataron fuentes cercanas al caso. Ese mismo día acudió a comisaría y hasta buscó asesoramiento legal para denunciar a Débora por abandono de familia.

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De hecho, llegó a ponerle una pulsera GPS a la hija pequeña y le comunicó al colegio que había adoptado esta medida porque tenía miedo de que ella volviese y se llevara a sus hijas.

Oficialmente, la denuncia por la desaparición de Débora Morais Dos Santos data del 15 de abril. No se presenta en Málaga, sino en Palma de Mallorca, donde reside un amigo de Débora, quien acudió a la comisaría más cercana empujado por la preocupación de la familia de la víctima, que reside en Brasil y que estaba preocupada por no saber nada de ella.

De esa denuncia se hicieron eco, a principios de mayo, la asociación SOS Desaparecidos, que difundió un cartel con la descripción física y la foto de Débora, y la fundación QSD Global. La búsqueda se incorporó a la página web del Centro Nacional de Desaparecidos.

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Pero apenas hubo presión mediática porque la poca familia que tiene Débora está en Brasil y su entorno en España se había creído la historia que había diseñado, aparentemente sin fisuras, su marido.

El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional había catalogado aquella desaparición como «inquietante». También lo era para las amigas y la familia de Débora, que no daban crédito a que ella se hubiese marchado sin dejar rastro y sin llevarse a sus hijas. Una de ellas, incluso, se escribió varios mensajes con el autor confeso del crimen, quien mantuvo la que había sido siempre su versión: estaba con otro y se había ido voluntariamente.

La policía amasó la investigación con sigilo. Además de acumular testificales, los agentes de Homicidios pidieron la triangulación de los teléfonos y el resultado empezó a revelar las primeras contradicciones en la coartada del marido. Empezaron a sospechar de él.

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Lo citaron este viernes 23 de septiembre. Los dos mejores especialistas en interrogatorio del grupo conversaron con él durante más de cinco horas. Tras ablandarlo, lo acorralaron con pruebas y le arrancaron una confesión.

El detenido contó que el 28 de marzo se inició una discusión en el domicilio familiar y ella le anunció que se marchaba de casa. En la disputa, según contó él, Débora lo amenazó con denunciarlo por malos tratos. Él temió que se quedara con las niñas. Y en un «arrebato», dijo, la estranguló.

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Quedaba por saber qué hizo después con el cuerpo. Al parecer, fue a comprar unos materiales, la metió en una caja y la llevó a una nave de su propiedad en el polígono de La Estrella. Allí, supuestamente, picó el suelo hasta hacer un agujero e introdujo el cadáver en unas grandes bolsas de plástico negro que después envolvió en mantas. Junto al cuerpo depositó la documentación de Débora y la de sus hijas, pensando ya en la coartada que estaba fabricando, y tapó aquel hoyo con cemento. Por último, colocó maquinaria pesada sobre ese lugar.

La policía tardó horas en llegar hasta ella. Tuvieron incluso que avisar a los bomberos para que colaboraran en el rescate del cadáver, que se prolongó hasta la madrugada. Los restos mortales de Débora fueron trasladados al hospital para hacerle radiografías y también al Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga para la práctica de la autopsia, cuyo informe preliminar coincide con la confesión del detenido: muerte por estrangulamiento.

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Esa noche, después de horas y horas de trabajo, la policía sacó a Débora del lugar donde estaba sepultada para, al menos, hacerle justicia.

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