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Hace tan solo unos días que se ha relacionado la muerte de una mujer en Extremadura con el consumo de los suplementos conocidos como «quema grasas». Se trataba de una chica joven y deportista aparentemente sana que consumió, parece ser, una cantidad excesiva de ácido lipoico. El ácido lipoico es un compuesto que en sus estudios «in vitro» ha mostrado acciones relacionadas con el metabolismo de grasas y contra el estrés oxidativo. Esto ha sido suficiente para que en determinados foros especializados de fitness y culturismo sea considerado un potente aliado para potenciar determinados entrenamientos o dietas.
Ese tipo de informaciones corren como la pólvora en los ambientes de gimnasio, algo que no pasa desapercibido para las distribuidoras de parafarmacia, es decir, la realidad va muy por delante de la evidencia científica. No está de más recalcar que los estudios han sido «in vitro» por lo tanto no se ha comprobado sus efectos en organismos vivos y mucho menos en humanos. Además sabemos que este mismo compuesto puede tener estructuras químicas diferentes que actúen justo de forma contraria a la que cabría esperar, por ejemplo, aumentando el estrés oxidativo.
La investigación aclarará los pormenores de esta luctuosa noticia pero hay fuentes que apuntan en la dirección de una dosis excesiva, algo que nos puede hacer pensar que existe una cantidad máxima diaria de consumo recomendado pero si miramos la normativa al respecto, la última publicada es del 2018, no aparece mención alguna al ácido lipoico. Podríamos creer que se trata de una excepción pero lo cierto es que en la normativa sobre complementos alimentarios solo se mencionan 53 sustancias cuando las que se utilizan son muchas más. La razón de este vacío es clara, faltan estudios que sean capaces de comprobar cómo se comportan dichas sustancias, realmente, en organismos complejos y concretamente en humanos.
En biología no se puede dar nada por sentado y son constantes los estudios «in vivo» que desmienten lo que felizmente prometía el laboratorio. El verdadero problema es que las ansias por vender y una sociedad ávida de atajos químicos constituyen el cóctel perfecto para que la regulación vaya muy por detrás de la realidad. Realidad que se suele sustentar en mentideros de gimnasio o en supuestas propiedades atávicas que atribuyen casi un carácter totémico al consumo de determinadas sustancias.
La verdad es que parece el remedio ideal para la actual sociedad occidental. ¿Quién podría resistirse si nos prometen que podemos imitar a Pantagruel pero manteniendo el tipín con posado de verano en instagram incluido? Pues poca gente imagino de ahí el formidable negocio que ya suponen este tipo de sustancias lástima que no sea verdad. Básicamente nos encontrar dos tipos unas que se supone que bloquean las grasas y otras que dicen impedir que los hidratos de carbono complejos se conviertan en azúcares simples y se absorban. Dentro de los primeros están el «quitosán» o el «nopal» que afirman interferir en la absorción de grasas generando estructuras no asimilables o bloqueando determinados enzimas que actúan en dichos procesos metabólicos.
Lo cierto es que cabría pensar si es una buena idea entrar como en un elefante en la cacharrería metabólica de uno de los procesos clave para mantenernos con vida, como es la absorción de nutrientes. Pues parece que no mucho, se han relacionado déficits de absorción de vitaminas liposolubles como la vitamina K, esencial para la coagulación sanguínea. También hay informes que revelan la aparición de episodios diarreicos, de inflamación abdominal o nauseas e incluso interacción con medicación antidiabética.
En el segundo caso el activo más utilizado es la «faseolamina» pero un metanálisis publicado en el «British Journal of Nutricion» indicaba que la pérdida de peso asociada no era clínicamente significativa. Parece que no es muy útil para su objetivo inicial aunque si puede provocar problemas en colectivos como enfermos renales, hepáticos y diabéticos.
Somos muy proclives a escuchar aquellos consejos que se alinean con nuestros objetivos aunque tengan los pies de barro. No existen los compuestos quema grasa como tales no hay literatura científica que pueda avalar semejante afirmación, eso no impide que todos los días se vendan miles de productos de este tipo sin receta ni una supervisión real por parte de la administración, productos que en la mayoría de los casos se desconoce el potencial tóxico de consumo, sobre todo a largo plazo.
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