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Esteban Zamora estudió Diseño Industrial y con 25 años empezó a ejercer el oficio en una empresa de ascensores. Tras dos periodos de seis meses a media jornada, en los que cobraba 800 euros, llegó el ansiado contrato indefinido. Ahora, su nómina es de 1.300 euros, un sueldo que considera «digno», pero «insuficiente» para coger el petate y marcharse del hogar familiar, donde vive actualmente con sus padres y una hermana de 24 años. «Ellos están deseando que me vaya pero, cuando les cuento la experiencia de algunos amigos, me entienden y no me fuerzan a dar el paso», asegura. Al hacerle fijo en la empresa sí pensó en independizarse, pero los temores lo frenaron en seco. «No quiero precipitarme sin tener ciertas garantías; no querría tener que volver a casa por falta de recursos», expone.
Esteban reconoce que con su sueldo «se puede vivir», pero tiene «conocidos que viven solos y van al día, muy justitos». Para evitar ese trance, se ha trazado un plan: ahuchar «al menos 15.000 euros» antes de coger la puerta y marcharse. Puede ahorrar porque, por el momento, no aporta nada en casa. «Me dijeron que me quedase con lo que ganaba y solo me encargo de pagar la conexión de la wifi», detalla. Calcula que podrá emanciparse en el primer trimestre de 2020: «Para entonces, ya tendré un colchón económico para afrontar el abandono del nido. Además, mi idea es compartir piso, lo que me permitirá disponer de más dinero».
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Su familia materna –su madre es holandesa– lo ve como «un bicho raro» por estar todavía viviendo con sus padres a los 27 años. «Allí es más fácil independizarse –argumenta Esteban–, porque, aunque los precios de los alquileres son similares a los nuestros, los sueldos son más altos y eso les permite volar desde muy jóvenes, con 20 o 21 años».
Reconoce que vivir al amparo de la familia tiene «muchas ventajas» –«ahorrar, libertad para entrar y salir, llevar amigos y pareja a casa, la proximidad al trabajo...», enumera–, pero también admite que el cuerpo le va pidiendo vivir solo. «Mis padres son liberales y tengo buena relación con ellos, pero a veces uno necesita intimidad...». Por eso, una de sus preocupaciones es dar con «un buen casero» cuando esté de alquiler y unos «buenos compañeros de piso»
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