Alejandro Rodrigo, experto en adolescentes conflictivos: «Si tu hijo no te soporta no mires para otro lado: tienes un problema en casa»
entrevista encadenada ·
«Cuando dejamos pasar faltas de respeto las validamos», advierte el orientador de familias que invita a cambiar los castigos por consecuencias y a poner el foco en «descifrar el grito de ayuda que lanzan»
El neuropsicólogo Alvaro Bilbao nos recomienda esta a Alejandro Rodrigo y le hace la primera pregunta
La rebeldía, apatía y el 'tsumani' emocional que se enreda en la adolescencia tienen pocos secretos para Alejandro Rodrigo. Este orientador madrileño, padre de dos hijas, está especializado en familias con problemas y trabajó durante quince años como técnico de libertad vigilada con adolescentes sujetos ... a medidas judiciales, en la mayoría de los casos por maltratar a sus propios padres. Autor del libro 'Cómo prevenir conflictos con adolescentes', invita a los progenitores a analizar las «fortalezas y debilidades de su sistema educativo para no educar a ciegas». También propone dejar de poner el foco en la conducta del menor para entender que con ella pide desesperadamente ayuda. «Si sus conductas han traspasado los límites de lo razonable, el primer paso es analizar el problema y tener presente que nuestro hijo está sufriendo», insiste el especialista que pone sobre los hombros del adulto la máxima responsabilidad.
-Ni nace ni se hace, todo lo contrario. Aunque hay chicos con mayor predisposición a tener un nivel de tolerancia a la frustración mucho menor y un nivel de impulsividad mucho mayor, para mí es decisivo todo lo que nosotros, como figuras referentes, podamos ayudarles o perjudicarles. Por lo tanto, independientemente del nivel de predisposición del menor, nuestras actuaciones van a ser decisivas en que finalmente presente conductas violentas o agresivas en la adolescencia.
-¿Qué podemos hacer para allanar el camino desde pequeños para evitar conflictos futuros?
-Efectivamente cuando llegamos a la adolescencia o preadolescencia ya llevamos recorrido un camino muy largo. Por ello, desde que sabemos que vamos a ser padres debe empezar nuestro proceso de preparación y formación. Es fundamental a la vez tener criterio para elegir esa formación. Esto es una carrera de largo plazo. No tiene que ver con hacer dos o tres meses de terapia o con leer un par de libros y listo. No es así. Se trata de un ejercicio diario e incluso yo diría horario: de hora a hora.
-¿Es normal que a esa edad no soporten literalmente a sus padres y madres?
-Si son momentos o señales puntuales, sí es normal. La adolescencia es una etapa de autoafirmación, de separación de los padres, de identificación del propio yo, de construir al adulto que vamos a ser y en este sentido es evidente que hay que separarse de mamá y papá y en ese contexto puede aparecer ese «no te aguanto». Distinto es que se trate de una dinámica general, constante, que literalmente no nos soporte y prefiera estar todo el día con el móvil en su cuarto encerrado y no quiera saber de nosotros. Si es así tenemos un problema en casa y lo peor que podemos hacer es mirar hacia otro lado y no darle importancia o bien hacer burla justificando que «está en la edad del pavo». Tenemos que responsabilizarnos.
IMPOSICIÓN DE LÍMITES
«El buenismo está bien pero no veo problema en pegar un grito puntual para poner límites»
RESPETO A LAS NORMAS
«Si incumple las normas echa el freno de mano: paciencia, mucha explicación y consecuencia»
-¿Un primer paso para romper barreras y acercarnos a ellos?
-Asumir que el nivel de responsabilidad mayor es nuestro. Esto es así. Hay que dejar de poner la mirada en las conductas del hijo y entender que tenemos la responsabilidad de descifrar el mensaje que nos está lanzando. Cuando entendemos que nuestro hijo con estas conductas está mandando un grito que a veces ni el mismo sabe interpretar, es cuando empezamos a tener esa mirada alejada del victimismo típico del «mira lo que me esta haciendo mi hijo» y adoptar otra mirada de espíritu de ayuda.
-Deme herramientas para lograr esa mirada, por favor.
-Hay que realizar un importante ejercicio de introspección: analizar qué tipo de padre he sido, qué estilo educativo he tenido, el sistema normativo que hemos tenido y si verdaderamente he construido un vínculo con mi hijo. Reflexionar si solamente estamos en un período en el que parece que se está deteriorando o si por el contrario ya no tengo vínculo ninguno con él y por lo tanto no hay nada que recuperar y lo que tenemos que hacer es construirlo. Esto requiere un ejercicio de sinceridad consigo mismo, de liberarme del sentimiento de soy una víctima y asumir que tenemos que empezar a trabajar. La última de las claves es entender que nuestro hijo está sufriendo. Si se encierra, no se comunica y no quiere saber nada más nos está diciendo que no lo está pasando bien por el motivo que sea.
-El juez Emilio Calatayud sorprendió recientemente asegurando que los padres tienen la obligación de violar la intimidad de los hijos para saber qué uso hacen del móvil. ¿Qué opina?
-A mi me gusta diferenciar entre riesgos o peligros en estos casos de uso del móvil. Si nuestro hijo se expone a algún riesgo, nuestra responsabilidad debe ser acompañar y orientarle para que sea él el que lo supere. Ahora bien, si se expone a un peligro real que le puede acarrear un daño físico, emocional o de reputación, entonces tenemos la obligación de protegerle. Y si es preciso mirar sus redes sociales o el móvil siendo menor de edad quién nos va a decir a nosotros que no protejamos a nuestro hijo cuando está en peligro. El conflicto viene cuando no tenemos habilidad para diferenciar como padres el riesgo del peligro y traspasamos la línea de su intimidad.
-Los adolescentes de su consulta, ¿cómo pasan de ser niños adorables a convertirse en adolescentes capaces de agredir a sus padres/madres?
-Es una escalada paulativa pero exponencial. No es que ayer fuera estupendo y hoy violento, no es así. Lo que pasa es que a menudo nos perdemos el inicio de la curva porque no nos damos cuenta. Y cuando ya se visibiliza el problema es cuando hemos pasado del no cumplir las normas al desprecio, del desprecio al insulto, del insulto al forcejeo y del forcejeo a la presencia de un acto físico.
-Entendemos que en esas situaciones influirá mucho la falta de normas o disciplina...
-No, no es así. En mi libro explico que estos problemas se pueden dar en todos los estilos educativos, da igual que sean padres autoritarios o excesivamente permisivos. Ocurre por igual.
PADRES PRESENTES
«No permitas que crea que no le importas. No hay nada más nocivo que un padre asusente»
TECNOLOGÍA
«Hay que preocuparse del uso que le dan al móvil: un niño de 11 años no puede tener acceso al porno»
-Su libro 'Cómo prevenir conflictos en adolescentes' va ya por la cuata edición. Háganos 'spoiler': ¿cómo lo hacemos?
-(Ríe). Hay una serie de pasos decisivos que como padres podemos dar. El primero es la educación emocional: ser capaz de identificar las emociones para poder expresarlas adecuadamente. El segundo es analizar tu propio estilo educativo: si no conoces tus fortalezas y debilidades estás educando a ciegas. El tercer paso es manejar los conceptos básicos de los sistemas normativos; es decir, sabemos ya que con castigos, no, con consecuencias de sus actos, sí.
-A esta edad, ¿tampoco usamos entonces ni gritos ni castigos?
-La adolescencia es una etapa que se caracteriza mucho por el espíritu de justicia. La justicia y la tradición constituyen básicamente el pilar que les mueve. Y esto encaja directamente con los castigos y consecuencias. ¿Cuál es la diferencia? La consecuencia está previamente anunciada, el castigo no. Por ello, aunque el castigo sea justo para ellos nunca lo va a ser porque moralmente no se lo has anunciado previamente. Sin embargo, la consecuencia tiene un sentido de justicia que van a aceptar con más entereza, porque le estás avisando. Respecto a los gritos, yo diría que el buenismo está bien pero yo no encuentro dónde está el problema en meter uno puntual para establecer un límite mucho mejor, llamando su atención. Otra cosa es que el grito sea una herramienta constante, entonces no.
-¿Qué hacer si nuestro hijo incumple las normas?
-Echar el freno de mano. No se trata de poner más normas coercitivas porque él de momento ya te está lanzando un mensaje claro: no las va a cumplir. La solución no es incrementar la tensión o las normas porque está desconectado de los padres. La clave no está en la norma, está en que hemos perdido el hecho de ser un referente para él. Y esto hay que recuperarlo. ¿Cómo? con mucha paciencia, mucha explicación y mucha consecuencia. Ya está. Distinto es si lo que está haciendo es echarnos un pulso. Ahí hay que darle la vuelta a la tortilla y entender primer qué le está ocurriendo. Quizás no llega a la hora de vuelta a casa de manera deliberada porque algo le está ocurriendo con sus padres, en su grupo social o de manera personal. Hay que atender lo que le ocurre tan grave que hace que se salte normas.
-Y ante una falta de respeto, ¿cómo reaccionamos?
-La falta de respeto es una manifestación de un descontrol ya total. No es lo mismo incumplir una norma que dejar de ser cariñoso o faltar al respeto. Son cosas distintas; es directamente una agresión. Si lo dejas estar estás validando esa falta de respeto. Se empieza aceptando que te llame tonta y en pocos meses estamos en una situación dramática. Por lo tanto, no se deja pasar: hay que pararla en seco, señalarla, analizarla. Hacer evidente lo que acaba de ocurrir poniendo la suficiente gravedad en ello. Los límites deben estar superbien acotados. De nuevo echar la mirada sobre nosotros mismos y saber qué estamos haciendo en casa: si nos faltamos el respeto los adultos, gritamos o si hay nivel de tensión.
-¿Y si nos miente?
-Hay dos tipos de mentiras. La infantil y la instrumental. La primera la usa porque ni él mismo es capaz de aceptar la realidad. Con la instrumental quiere conseguir un objetivo ocultando algo. Debemos confrontarlo pero no tomarlo como algo personal. Nuestro hijo tiene un problema porque está usando la mentira para conseguir algo. Es nuestra responsabilidad entender lo que pasa. La conversación hay que llevarla a un: «que mal estás cuando necesitas mentir... algo te pasa para no tener la entereza de asumir la realidad sin mentiras».
-Si la situación en casa es un infierno diario, ¿cúando pedir ayuda profesional?
-Para mí hay dos circunstancias. Por un lado, cuando conductualmente somos incapaces de reconducir las normas, cuando lo hemos hecho todo y nada sirve y conductualmente nuestro hijo sigue manteniendo el mismo nivel de tensión. Por otro lado, también es aconsejable ir a un especialista cuando desconocemos su realidad emocional. Cuando no somos capaces de saber si está en una situación emocional crítica o si simplemente está atravesando un bache. Termino recordando que no hay aspecto más nocivo para un adolescente que tener un padre ausente, que no se interesa ni se preocupa por sus hijos. Nunca permitamos que crean que no nos importan.
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